Febrero 13

Por fin estamos en el campo. ¡Qué felicidad poder andar sucio y sin zapatos! Además, ¡qué económico! Aquí no venden barquillos y en un mes vamos a ahorrar en barquillos a lo menos cien pesos. También la fruta no se paga y la comida tampoco porque estamos alojados en casa de la tía Rosarito. La mamá y el papá tuvieron que irse a unas diligencias y nos dejaron a cargo de la tía Rosarito. Nos encanta estar a cargo de ella aunque no contesta ni mira, porque se lo pasa sentada en una silla mascando algo que no se traga y pensando en algo que no dice. A ella no le importa que se rompan las ropas ni que lleguemos tarde a tomar té. Me gustaría que la mamá se demorara mucho en sus diligencias porque así descansa de nosotros y también porque Javier y yo tenemos mucho que hacer antes de que ella vuelva.

Con Javier salimos a caballo todo el día. Ahora, él es bien amigo mío y los dos somos amigos del Chirigüe. Hay un caballo ciego que me da mucha pena y le doy de comer con la mano.

Hicimos un picnic con Javier y nos comimos seis huevos cada uno y una sandía cada uno. Después nos dimos un baño de barro y otro de agua del estero. Salimos a caballo ocho veces en el día y anduvimos en carreta y en tractor. También aprendimos a lacear y a lechar vacas. Lo importante es la cola porque colea los ojos. También regamos la chacra y no tomamos té porque la leche de vaca es rica en el balde. Y ahora nos acostamos sin desvestirnos porque vamos a salir a las cuatro de la mañana para cazar con el Chirigüe.

Hoy fue un día perfecto. El día más feliz de mi vida, creo.