Enero 10

Ahora resulta que nos vamos a veranear a la costa y toda la casa se vuelve maletas y mi mamá está tan confundida que se le pierden las llaves a cada rato y nos reta a nosotros. La Domitila no contesta cuando uno le habla y todo el mundo arma una pelotera, porque se rompe una llave del lavatorio. Es una lata estar de viaje porque a uno ni lo dejan salir ni hacer nada y lo echan de todas partes. Uno se siente preso y claro que uno piensa en los presos y cuando ve a su canario enjaulado claro que le abre la puerta y el pobrecito se va. Y mi mamá arma otra pelotera, porque se fue el canario y eso que el canario es de uno.

Por suerte, en la tarde vino el gásfiter, ese con olor a maestro y que tiene los dedos tiesos. A mí me quedaron un poco tiesos después que usé sus herramientas. Lo malo fue que se me cayó la llave inglesa y se quebró una baldosa del baño. Pero como mi mamá está tan confundida, no la vio y cuando volvamos del verano va a hacer tanto tiempo que se había roto que ya no va a importar.

Mi papá se enojó porque fui a la mesa con las manos tiesas, pero yo me apuré en contarle un choque que sucedió el otro día y no le dije cuándo fue y él me dijo que tomara agua porque me encontraba pálido.

No es que uno sea hipócrita si lo creen pálido cuando uno está pálido.

¡Qué felicidad es salir a veranear a la costa! Yo no la conozco, pero se me ocurre que debe ser llena de aventuras y además debe ser donde fabrican el chocolate Costa.

Hice mi maleta y no me cupieron nada más que mis cosas y le pedí a Javier que me llevara mi ropa y no quiso. Así es que la escondí debajo del colchón y cuando vuelva va a estar limpiecita y planchadita, y esa es una gran cosa. Yo no necesito más que lo puesto para el veraneo y cuando se ensucie eso, me pongo el traje de baño y listo.