Abril 28

Ese juego de ayer era aburrido. Hoy inventé uno más divertido y es jugar a los misterios. Mi cuarto es un reino, mi cama la guarida de un monstruo, yo soy el monstruo. Echo llamaradas por la boca y electrocuto con los ojos y nadie me puede tocar. Yo mato al que me da la gana, sólo con mirarlo y maté a la Domitila cuando vino a limpiar el cuarto, y era su alma la que hacía todo. También era aburrido ese juego, y por suerte vino mi mamá a acompañarme y hablamos de muchas cosas y me contestó todas mis preguntas. Pero la mañana no se acabó ni con todo eso. Hay que ver que es larga una mañana. Nadie sabe lo larga que es…

Hoy iba a venir Gómez a verme y yo hice sacar todos mis juguetes y mi cantimplora y todo. Hasta me compraron helados y dulces. Tenía la colcha bien estirada y los helados en una mesa con mantel y todo.

Vi derretirse los helados poco a poco y empezaron a patinar en el plato y se fueron achicando y achicando y Gómez no llegaba. Después se puso azul la luz de la ventana. No quería que me encendieran la luz para que no se acabara el día, pero Gómez no llegaba. Y no tomé té porque seguía esperándolo.

Después entró mi mamá, y cuando vio la colcha estirada, los juguetes en fila y los helados hechos agua dijo: «¡Pobrecito!», y yo me inundé de lágrimas y lloré y lloré de puro débil que estoy.

Papá me regaló $50 para que me comprara algo. Más ganas me dieron de levantarme…