Febrero 16

Hoy se cortó el agua y nadie se lavó. A Javier le sigue doliendo el estómago y yo le preparé unas uvas con zarzamora y se mejoró. Voy a escribirle al papá para que me mandé una escopeta nueva para cazar patos y también patos para aprovechar la escopeta.

Porque resulta que el campo es la parte donde no pasa nada. No hay choques de autos, los caballos no se escapan ni se encabritan, los empleados no pelean y pudiendo pasar tantas cosas, no pasa nada.

Desde que llegó la mamá casi no se puede hacer nada. Se lo pasa tejiendo con la tía Rosarito y quiere que andemos limpios y todo. Ella está tan aburrida que quiere que nosotros nos aburramos.

Cuando uno está aburrido, de repente se le ocurren ideas. A mí se me ocurrió hoy una idea estupenda, pero se me olvidó. Ojalá que mañana me vuelva.

Resulta que los ricos son la gente más mala. Hacen trabajar a los pobres como animales para apilar sus millones. Ellos mandan sembrar los zapallos y las papas y todo, y después se embuchan la plata que es del pobre porque él hace el trabajo. El rico le roba al pobre y a mí me da vergüenza ser hijo de rico. Yo le regalé a Soto mi frazada y doña Rosarito y mi mamá armaron una pelotera y querían que se la fuera a quitar, pero yo no fui. Ya me estoy acostumbrando a las peloteras y no me importan mucho. Cuando hay mucho boche me voy a ayudar a Soto y se me olvidan los retos cuando estoy con él.

Lo único que ha pasado es que se murió una viejita y le fuimos a rezar, pero resulta que nadie le rezaba sino que le conversaban o le lloraban y a mí me dan vergüenza los muertos. Entonces Soto me dijo que le consiguiera una botellita de vino para la fatiga y yo me metí a la bodega y se me rompieron cuatro. Era como si le saliera sangre de narices a un elefante, todo el suelo rojo. Y yo quise recogerlo y la única manera era con la lengua. Después, fuimos con Zúñiga y Soto al despacho pero yo estaba tan enfermo que me tuve que acostar.