Enero 4

Todavía estoy en cama con fiebre y bronquitis. Lloré porque Javier fue al cine, pero después pensé que estaba llorando porque quería sufrir y me consolé. Cuando uno quiere sufrir resulta que se pasa la pena y cuando uno no quiere salir llega la mamá y lo saca a uno en auto.

Se me desparramó la sopa en la cama y me pusieron la colcha limpia. También se me rompió el reloj que me prestó el papá. Pero no me retaron porque tenía fiebre. Me gusta estar enfermo porque entonces me llaman «el niño» y me hacen sopa especial y me piden que me la tome así como suplicándome. También me prometen todo lo que necesito y, cuando mi mamá le cuenta al doctor lo de la fiebre y tos, me da pena-gusto y como reír y llorar. Y también me lavo con agua tibia, y, si no quiero, no me lavo tampoco. Parece que mi timbre sonó toda la noche.

Inventé de enseñar moscas mensajeras. Se me murieron cuatro en el invento, pero ya tengo pensado otro sistema nuevo que voy a ensayar mañana. Y creo que hasta puede llevar un átomo y servir de bomba.

La Domitila está bien todavía, pero la noto más gorda y quién sabe si es el comienzo de una enfermedad mortal.

De todos modos, si ella se muere o no se muere, yo voy a ser santo, así es que no necesito entrar a la cárcel.

Tuve que levantarme en camisa por obligación, porque me caí de la cama y porque se quebró un vidrio con un disparo de mi escopeta y tuve que recogerlo y sacar los pedazos para que no se viera. Así le ahorré una rabia a mi mamá.

Tengo tan buena puntería que maté la mosca que había en el vidrio y otra que se quedó clavada con la flecha en el techo.