Abril 30

Hoy bajé en el ascensor y encontré que la calle estaba tan iluminada que me dolieron los ojos. Para subirme al auto, me tomó en brazos un chofer con el cogote tan gordo que parecía una barriguita peluda. Y también tenía olor de fábrica. El auto era un taxi, y como era conocido no era tan caro y nos llevó a dar unas vueltas por el parque y a mirar el gusano. Me dieron bastantes ganas de subir, pero como tengo $50, cuando me saquen el yeso los voy a gastar enteros en el gusano.

Cuando llegamos a casa, vino el Padre Carlos a verme y me trajo un libro de la biblioteca. Pero tiene la letra tan chica que es seguro que es una lata.

El caballero del departamento de al lado se volvió a poner azul, después del té, y parece que de repente se murió. Se oían muchos llantos y gritos y carreras y después mucho silencio y es mucho peor el silencio que los gritos.

Ahora puedo andar por todas partes despacito. A mí me gusta estar cojo, porque la gente me mira y me compadece.