Enero 13

Hoy nos fuimos a bañar y el mar es brutal. Las olas se vienen encima como con rabia y no se puede nadar. La arena es macanuda para jugar, pero más me gusta el mar y querría ser marino. Lo único es que se ve que el mar es muy peligroso, porque cuando yo estaba mirando un buque bien lejos desapareció. Yo creo que naufragó, pero no dije nada, porque qué sacaba con decir cuando estaba tan lejos y ya había naufragado de todos modos. Pero ahora que es de noche pienso en los náufragos y me acuerdo de sus hijos y me da pena.

También me gustaría ser buzo, porque, como hay tantos naufragios, es muy fácil recoger tesoros del fondo del mar.

Mi mamá encontró los pantalones de Javier y armó una pelotera, pero, por suerte, mi papá le dijo que no se hiciera mala sangre y me comprara otros nuevos y se acabó el cuento. Pero el cuento no se acabó cuando supo que no tenía más que los pantalones aceitados y tuvimos que salir a las tiendas y me retó de ida y de vuelta sin parar, es decir, paró nada más que mientras me probaba los pantalones en la tienda. Yo me sentía bastante mal, pero me tragué el cototo.

En la tarde, no me dejaron salir en castigo, pero con Javier nos subimos al tejado y lo pasamos regio. Encontramos una pelota seca y un calcetín guacho.

La Domitila estaba hecha una furia porque llegamos tarde a comer, porque ella tenía que ir al Casino y se atrasó. Por suerte, mañana, papá y mamá están convidados a comer. Yo le di a la Domitila mis diez pesos para que me los jugara. ¿Cómo se jugarán?

Hay unos chiquillos en la casa de al lado que nos sacan la lengua cada vez que nos ven, hasta que nos cansamos y les tiramos agua y vinieron a reclamar; pero por suerte no estaba mi mamá, así es que después nos hicimos bien amigos y vamos a tirarles agua a los del otro lado.