Enero 17

Me voy de la casa. Me voy para correr por el mundo y para huir de las injusticias de la vida.

Me voy a la montaña, donde nadie me insulte y me desentienda. Mi padre es cruel y me aborrece. Todo porque le di uno de sus trajes al pobre Buzeta, que tiene ocho hijos. Me dijo que yo había tomado lo ajeno. Eso no es verdad, porque lo de los padres de uno es también de uno. Al principio me sentí ladrón y me dieron ganas de morirme, pero después pensé y vi que yo tenía razón y él no. Los ricos no saben lo que es pobreza. Yo sé.

Después en la noche, Javier me despertó, porque yo estaba llorando y él se durmió muy tranquilo y me dejó a mí despierto. Y, cuando estaba despierto, me acordé de ese día en que Javier quebró la lámpara y creyeron que era yo y él se quedó callado y me castigaron a mí. Así me di cuenta que mi hermano tampoco es bueno conmigo. Y, aunque mi mamá es tan buena, de todas maneras le hace bien ver que su hijo la abandona, para que lo defienda de las injusticias.

En la tarde

Después que escribí mi diario me levanté en puntillas y salí a la calle con mi paquete de pan y mi diario. No había nadie en las calles, pero ahora no me gusta la gente, así es que me sentí muy feliz. Y me puse a andar y andar y a ratos me daban ganas de volverme. La montaña está sumamente lejos, pero de todas maneras estoy en un cerro. Me quedé dormido y, cuando desperté, vi jugar fútbol y ganaron los azules por tres goles. Ahora estoy en una casita pobre y me convidaron con estofado y una agüita de café y yo les pagué con mi cinturón, pero tengo que sujetarme los pantalones con la mano. Yo les conté que era huérfano y que andaba perdido, pero que luego iba a llegar a mi casa, porque conocía el camino.

¿Qué dirá Javier de mí?

¿Mi papá estará arrepentido de haber sido injusto? Pobre mamá, sin su hijo. Debe ser terrible ser madre y que se le desaparezca su hijo de ocho años. Pero mi papá no me da nada de pena, porque es tan injusto.

Estoy sentado a la orilla de un estero y no me dan ganas de bañarme aunque hace mucho calor. Es raro, pero cuando uno puede hacer todo lo que quiere, no dan tantas ganas de hacerlo como cuando no se puede.

A ratos me dan ganas de volverme a mi casa, porque tengo hambre y porque veo todo el tiempo a mi mamá llorando. Pero pienso que mi papá me va a castigar otra vez y se me quitan las ganas.

Más tarde

Resulta que de repente me dieron ganas de volverme a la casa, porque ya era casi de noche, pero me perdí mucho más. Ahora estoy perdido de veras y tal vez para siempre.

La noche es muy terrible cuando uno está solo y además uno tiene que pensar todo el tiempo que es muy valiente para que no le dé miedo. Yo no sé qué será de mí. Soy un hijo perdido. Los hijos perdidos generalmente se van al circo, pero resulta que no hay circos aquí sino puros potreros.

Tal vez me dormiré en la casa de una señora que me invitó porque uno no sabe lo que puede pasar si uno se duerme en un potrero donde hay animales salvajes que salen sólo de noche.