Marzo 15

Ya estoy de interno. Nos trajo el papá esta mañana y había un enredo de gente y tanto eco de voces que uno se mareaba.

En este colegio no hay nadie conocido y uno se siente pésimo. El Padre Carlos dice a todo que «sí» mientras le hablan y está pensando en otra cosa.

Los chiquillos se creen muy sabios porque uno es nuevo y se secretean y se ríen, pero Javier le pegó a dos y ahora no se ríen tanto.

La comida es rica y el dormitorio bien grande. Yo no sé qué voy a hacer para encontrar mi cama. A ratos pienso que era más feliz antes, pero, cuando pienso en que de todas maneras voy a crecer, y ser grande, y salir del colegio, me consuelo.

Tengo un amigo que se llama Roberto Ugarte y tiene dos dientes quebrados en un choque de autos. Él también es nuevo y tiene un papá terriblemente millonario y lo pasa estupendo en su casa y le dan cincuenta pesos todos los días. Su casa tiene cuatro teléfonos y cuatro máquinas de escribir y tres autos. Javier también se hizo amigo de él porque anda todo el tiempo conmigo ahora.