Febrero 15

Parece que sucede algo muy tremendo. Mamá ha telefoneado cuatro veces y cuesta 300 pesos cada comunicación. Son 1.200 pesos tirados a la calle, de manera que es algo grave. La tía Rosarito no puede hablar por teléfono porque es sorda y cada vez que la mamá telefoneó, nosotros no estábamos. Por fin llegó un telegrama que decía: «Detenida por acontecimientos. Regresaré mañana. Cariños». En la noche tuve un sueño raro. Soñé a la mamá detenida por los «acontecimientos», que eran hombres vestidos de uniforme y llenos de clavos, algo como las sillas del comedor. Y mamá trataba de librarse de ellos. Entonces, yo le prendía fuego a la casa y los acontecimientos se derretían.

A ratos, siento pena por mi mamá que ha sido detenida, pero después pienso que es culpa de mi sueño y se me olvida. Le dije a Javier que deberíamos ir donde ella y él se echó a reír. De todos modos, si él no me acompaña, iré solo a salvarla. A la tía Rosarito le dan unos ataques y hoy le iba a dar uno y no le dio y la pobre se pasó el día esperándolo.

Hoy lo pasamos choriflai porque aprendimos a herrar caballos y a encender la fragua. También hicimos una chacra y comimos fruta hasta que me dolió el estómago.

Lo único malo es que la tía Rosarito, que era tan buena, se está echando a perder por completo. Hoy se cortó la leche y se enfureció.

A la chancha le llegaron nueve chanchitos y nos los repartimos entre Javier y yo y tía Rosarito dijo que eran todos de ella. Nos tiene pica a Javier y a mí y dice que somos insoportables. A uno le da como pena pensar en su mamá y que otros digan que sus hijos son insoportables. ¡Si ella supiera!

No sé cómo se nos desparramó la paila del manjar blanco, y, aunque lo recogimos y limpiamos, la vieja pícara de la tía Rosarito adivinó y nos dio un reto terrible. Duele mucho que lo reten a uno cuando no son sus padres.