Enero 25

Por fin tengo algo bien estupendo en que entretenerme.

Tengo un criadero de jaibitas y de estrellas de mar. Las estrellas de mar no sé si estarán muertas, pero las jaibitas me las dio un pescador vivitas.

Cada familia vive en un tarrito con agua de mar y los tarritos los tengo debajo de mi cama para que no me los saquen.

Cuando tengan hijos, voy a poder vender mucho pescado y tal vez me haga rico y después viviré sin trabajar.

Pero la Domitila, que es tan intrusa, ya llegó a mi cuarto preguntando:

—¿Qué porquería tiene aquí con olor tan malo?

—No hay ningún olor —le dije.

—Yo diría que tiene algún pescado podrido… —alegó.

—Siempre en la costa hay olor a pescado y a mar —le dije y se fue por fin.

Pero, en la tarde, Javier comenzó con las mismas:

—Yo sé que tienes alguna cosa podrida aquí en el cuarto y, si la descubro, te la voy a botar.

Por suerte, en ese momento, lo llamó el chiquillo de enfrente y se fue con él. Entonces aproveché para sacar mi criadero del cuarto y llevarlo a una parte donde no hay intrusos. Lo guardé en el armario de la ropa, porque ahí no vive nadie y nadie puede oler