Marzo 23

Hoy sucedió un accidente. Cariola se cayó del trapecio y se quebró un brazo. Vino la Ambulancia y se lo llevó. Todos nos quedamos con frío cuando se fue, y eso que hacía calor.

No sé por qué siento todo el tiempo algo raro en el brazo que se quebró Cariola, es decir en mi brazo y pienso y pienso en Cariola y eso que lo perdoné bien perdonado y ya no quiero matarlo. Ya me puedo confesar y todo, porque ya no lo odio y casi lo quiero un poco, pero si me acuerdo de él cuchicheando, lo odio otra vez.

Cuando entramos a la Capilla hice una promesa porque se mejorara Cariola: que su mamá se vistiera de Lourdes y que no comiera más dulces en su vida. Una mamá bien puede hacerlo por su hijo.

De todas maneras, mañana me voy a confesar, y como no voy a tener tiempo de hacer mi examen de conciencia en la mañana, lo dejaré hecho esta tarde:

  1. He odiado a 19 personas;
  2. He pensado tres días en matar a uno;
  3. No me quería arrepentir;
  4. He perdido mi chomba nueva por mi culpa.
  5. Los demás pecados son los mismos de siempre.

Resulta que se me desparramó un tintero en mi cama cuando estaba escribiendo mi diario y no sé qué hacer. Lavé la colcha y la mancha no salió. Entonces tuve que recortarle el pedazo y cuándo venga mi mamá le encargaré uno de la misma forma. La cuestión es que ella venga antes del 1.º, que es cuando toca que nos cambien la colcha y van a descubrir lo de la mía.

Todo esto le pasa a uno porque le roban la lapicera. Y uno no tiene la culpa, por eso no dan muchos remordimientos.