Ciudad de Solaris, Solaris VII

Marca de Tamarind, Mancomunidad Federada

No puede ser tan difícil. ¡Tienen que estar en un mundo u otro! ¿Qué me dejo? Keith miró la holografía y volvió la vista hacia el ordenador. Sé que la clave está aquí.

Se quitó las gafas y se frotó los ojos. Había intentado imaginar en qué mundo Tormano había escondido a Deirdre y a David examinando la holografía y catalogando lo que podía ver en ella. A causa de las nubes no podía utilizar las constelaciones como referencia. Si hubiese dispuesto de tales datos podría haber localizado el mundo bajando las bases de datos astronómicos que contenía la máquina y establecer una comparación punto por punto hasta llegar a una similitud.

En la holografía advirtió dos cosas inmediatamente: la flora y la fauna. El ciervo era el más fácil de catalogar, sobre todo por la escasez de la especie. Los datos que aparecieron sobre ésta indicaban que había estado a punto de extinguirse durante la Cuarta Guerra de Sucesión un cuarto de siglo antes, pero que, gracias al programa de cría financiado por Tormano Liao, el ciervo enano de Prudolm se había reintroducido en cantidades viables en los mundos de donde era originario: Tsitsang, Hunan y Kansu.

—Lo único bueno que has hecho en toda tu vida, Tormano —comentó Keith en un tono seco.

La flora resultó más fácil de catalogar. Identificó un bosquecillo de olmos de hierro al fondo y el ordenador mostró una lista más larga que un día sin pan de los mundos en los que podían encontrarse. Por desgracia, entre ellos aparecían Tsitsang, Hunan y Kansu, lo que significaba que no podía limitar las opciones de mundos. ¡Estoy buscando una aguja en un pajar cada vez más grande!

Si reducía la búsqueda a los tres mundos de donde el ciervo era originario, topaba con un problema que amenazaba con destruir todo lo que tenía hasta el momento. El ciervo enano de Prudolm prefería un clima seco y solía vivir en grandes manadas, en lugares llanos. Como el olmo de hierro sólo crecía en zonas templadas, las posibilidades de que ambos se encontrasen en el mismo lugar eran ínfimas.

La solución obvia a la paradoja era que el ciervo estuviese en una reserva privada, pero entonces podía tratarse de cualquiera de los 137 mundos donde el olmo de hierro crecía de forma natural. Pero, si la holografía se había tomado en un zoológico o en un jardín botánico, Deirdre y David podían estar en cualquier parte.

Reacio a aceptar la derrota, Keith había seguido investigando y había ubicado todo lo que aparecía en la fotografía. Sabía cuál podía ser el punto de origen de la ropa que llevaban Deirdre y su hijo e, incluso, había hecho una identificación aproximada del fabricante y los distribuidores interestelares de su sombra de ojos. Pero, sobre todo, se enorgullecía de que la marca de las gafas de sol que Deirdre llevaba colgando de la blusa lo hubiesen conducido hasta Odell, en la Marca de Crucis de la Mancomunidad Federada.

Si fuesen graduadas podría decir, incluso, cuántas dioptrías tiene. Miró la holografía y ordenó la versión digitalizada de ésta. Con el ratón dibujó un cuadrado alrededor del pecho de Deirdre. Pulsó una serie de teclas para aumentarlo, se detuvo y volvió a dibujar el cuadrado para que sólo incluyese las gafas. Mientras pensaba que no tendría nada para informar a Kristina, aumentó la ampliación a factor diez.

Por primera vez en dos días, sonrió. Sí, podría ser esto. En los cristales aumentados vio un reflejo. Añadió dos niveles más a la ampliación y pidió una corrección de los datos. El ordenador evaluó la imagen píxel a píxel y, mediante una comparación entre ésta y los alrededores, dedujo cuáles debían de ser el color y la composición más probables. Cuando la fotografía dejó de ser un conjunto de bloques para convertirse en una figura humana más reconocible, Keith utilizó otro filtro para corregir y suavizar las sombras, lo cual impedía que la nariz de la figura ocupase toda la cara como si se tratase de una mancha de tinta.

Se sirvió otra vez del ratón para crear una nueva caja que aislase el cristal superior. Sacó los datos sobre las gafas de sol y consiguió que la máquina hiciera una proyección plana de la imagen para eliminar la distorsión producida por la curva del cristal. Este proceso convirtió la figura alta y esbelta en una más pequeña y robusta. Volvió a corregir la distorsión del píxel y aumentó la imagen a factor diez.

Keith realizó otra corrección para estar seguro, aunque sabía a quién estaba mirando. La fotografía apareció por sí sola y Keith se sorprendió a sí mismo insultando al hombre que ahora lo miraba.

—Eres un hijo de puta, Tormano, pero ya te tengo. La cuestión es: ¿en qué parte de la ManFed te tengo?

Los ojos de Keith se detuvieron y un nuevo impulso de vitalidad se apoderó de él. Guardó la fotografía que había creado y utilizó el ordenador para entrar en la red de información de Solaris. La primera parada era la base de datos del fax de noticias locales. Seleccionó un programa de búsqueda que analizaba los últimos dos meses de datos para encontrar cualquier alusión a Tormano Liao. Cada artículo, fotografía y titular se registraban en un archivo de textos y se clasificaban por hora y fecha: la primera referida al artículo, y la segunda a la fecha de publicación de éste.

Mientras el ordenador buscaba estos datos, él centró toda su atención en el resultado que esperaba obtener. Partiendo de la base de que Tormano Liao no había salido de Solaris en los últimos dos meses, estaba seguro de que Deirdre Lear también tenía que estar allí. Para asegurarse de que el registro de las salidas y entradas de Tormano funcionaba, hizo una nueva comprobación. El olmo de hierro procedía de Solaris, así que no servía de pista, pero también podía ser que el ciervo enano de Prudolm no valiese como localizador.

Keith se metió en el sistema y fue directo a la base de datos de la VII Comisión de Producción Holovisual. El S7HPC hacía todo lo posible por promocionar el rodaje y la producción de dramas holovisuales en aquel mundo. Como parte del servicio que ofrecía a las compañías productoras, tenía una extensa base de datos con todos los lugares de filmación del mundo. Cenotafio había accedido a que uno de sus recintos de entrenamiento por satélite se utilizase en un episodio de una drama policíaco y había recibido una bonita suma de dinero por el privilegio.

—Vamos, Tormano, tú necesitas dinero. ¿Tienes un lugarlleno de pequeños ciervos para que vengan tus colegas y hagan algún holovídeo?

Inició un programa de búsqueda recurriendo a todas las claves a las que lo remitía la holografía. Cuando el ordenador se puso en marcha, se acomodó en la silla y se estrujó el cerebro en busca de ideas que lo ayudasen a localizar su ubicación. Pero, antes de que tuviera tiempo para poner los pies sobre el escritorio, la máquina le proporcionó la respuesta.

—¡La finca de Tormano en Equatus! ¿Cómo no lo he pensado antes?

Keith cerró los ojos con fuerza y miró al techo. El ordenador emitió un pitido y, cuando-abrió los ojos, vio que el sistema remoto le preguntaba si deseaba descargar el archivo de información sobre la ubicación de la finca. Su expresión de dolor se transformó en una de alegría cuando pulsó la tecla de «Aceptar» y vio cómo la luz de transmisión parpadeaba a medida que mostraba los datos.

La siguiente comprobación mostró un esquema completo con dos vacíos. El primero era un viaje de un fin de semana que Tormano había hecho a la finca que tenía en el otro continente; el vacío más reciente correspondía al día después de la defensa del título de Kai.

—¡Sí!

El archivo de datos S7HPC proporcionó una serie de escáneres visuales de la finca y Keith no tardó en localizar la imagen de la zona donde se encontraban Deirdre y David. Recogió la imagen y la aumentó para que estuviera a la misma escala que la holografía. Con los datos de la imagen S7HPC como punto de partida, Keith pidió al ordenador que comprobase las bases de datos astronómicos y crease una proyección del momento en que las sombras de la holografía se correspondían con las del 20 de abril de 3056. El ordenador le informó de que, según las sombras, la holografía se había tomado a la una y media de la tarde, hora local de Equatus.

Keith reconstruyó los datos S7HPC, creó un archivo con toda la información y utilizó el sistema de compresión para reducirlo. Gracias al número que Kai le había dado estableció una conexión con el sistema remoto. Con sólo pulsar dos teclas inició la descarga.

—Ni siquiera sabía que tenían ordenadores en Joppo —dijo Keith estremeciéndose por un instante mientras se preguntaba si Kai sabía realmente dónde se metía—. No, maldita sea, yo confío en ti, Kai. No seré yo el que desbarate tu plan.

La descarga acabó en menos de diez minutos. Keith esperó un segundo y tecleó: TRANSMISIÓN FINALIZADA, CONFIRMACIÓN DE PETICIÓN.

Un minuto más tarde, la respuesta apareció palabra por palabra: TRANSMISIÓN RECIBIDA. MISIÓN ENTENDIDA DATOS DE UBICACIÓN RECONOCIDOS. Una serie de letras y números aparecieron en la pantalla mientras el sistema remoto finalizaba la comunicación.

Keith observó fijamente la pantalla por un instante y sonrió.

—Bien, he hecho todo lo que he podido —dijo al tiempo que se inclinaba hacia adelante para apagar el sistema y se detenía a pensar—. No, he hecho todo lo que me han pedido que haga. Puedo hacer mucho más.

Con los dedos sobre el teclado, sonrió y se volvió a introducir en el torrente de datos de Solaris. Haga lo que haga el ejército de Joppo, no puede ser muy perjudicial si en la finca no saben que viene. Pulsó una tecla que lo condujo al área informática donde se encontraban las telecomunicaciones del mundo. Desde ahí inició de forma muy metódica el aislamiento de la finca del Mandrinn y la destrucción de su sistema de seguridad.