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Ciudad de Solaris, Solaris VII
Marca de Tamarind, Mancomunidad Federada
23 de abril de 3056
El Mandrinn Tormano Liao sonrió cuando Nancy Lee condujo a Peter Steiner-Davion al interior de la habitación. Todavía conmocionado, Peter no pareció advertir la sonrisa de Nancy y la expresión de sus ojos apenas cambió cuando Tormano le ofreció la mano. Excelente, casi no puede pensar. Para el caso es lo mejor.
—Por favor, duque Peter, disculpe que haya insistido tanto en su asistencia a esta primera reunión cuando ha pasado tan poco tiempo desde la trágica muerte del Kommandant Cox. Me habría gustado verlo en otras circunstancias.
El leve apretón de manos de Peter se adecuaba a la convención social e indicó a Tormano hasta qué punto la noticia había afectado a Peter.
—No se preocupe, Mandrinn Liao. Debo mantener la mente ocupada.
—Por favor, siéntese. Nancy, me apetece un té. ¿Alteza?
Peter frunció el entrecejo con expresión pensativa y asintió.
—Un té me parece bien.
Tormano adoptó una expresión relajada hasta que Nancy salió de la habitación. Luego se giró hacia Peter.
—Disculpe, señor, pero advierto un gran malestar en usted. Si me permite el atrevimiento, puede que se deba a que no sabe por qué su hermano lo ha dejado aquí, en Solaris, en una situación de peligro mientras su hermana ha sido enviada de vuelta a Tharkad.
Los grises ojos del hombre mostraron el primer destello de luz.
—¿Es usted vidente, Mandrinn?
—No, de ninguna manera. Si lo fuera, no tendría necesidad alguna de celebrar esta reunión —contestó Tormano inclinándose hacia adelante para apoyar los codos sobre las rodillas, entrelazando las manos. Su voz adoptó un tono de confesión—. Es que yo me hacía la misma pregunta cuando mi padre me abandonó en un mundo totalmente dominado por su padre hace casi treinta años. La duda me roía por dentro, minando mi fuerza y debilitando mi espíritu. Me dejó preguntándome por qué mi propio progenitor, mi carne y mi sangre, quería encomendarme a la muerte. Es un pensamiento espantoso.
—Sí, Mandrinn, es espantoso —dijo Peter bajando la vista.
—Lo que atormenta al hombre es la cuestión del motivo —prosiguió Tormano con un atisbo de sonrisa de satisfacción en la comisura de sus labios— y, cuando di con la clave, todo empezó a encajar y sentí por vez primera que mis ojos estaban abiertos de verdad.
Peter volvió a levantar la vista en busca de una expresión en el rostro de Tormano que le indicara la respuesta.
—¿A qué conclusión llegó? ¿Por qué lo hizo?
—Por envidia.
—Usted es vidente y debe de haber leído la mente de mi hermano —dijo Peter, que se apoyó en el respaldo de la silla y forzó una carcajada—. ¿Qué le hace pensar así?
—¿Acaso no es obvio? —preguntó Tormano con una ceja arqueada. Niño listo, lo que quieres es que te elogie. ¿Cómo puedes ser tan vanidoso y vulnerable en esta cuestión?— Sin duda es demasiado modesto para advertir todas las razones por las que su hermano lo envidiaría. Para empezar, está claro que usted parece más destinado a ser el heredero de Hanse Davion que Victor. Él tiene la típica pigmentación Steiner pálida e incolora. A Katrina le sienta bien, pero a Victor le confiere un carácter más débil. Por el contrario, usted posee el color sonrosado de su padre y su pelo rojizo. Su imponente estatura y voz profunda le dan un aire de mando con el que cuentan pocos hombres, sean nobles o no. Me recuerda los días en que su padre era joven y nadie se atrevía siquiera a plantearse la idea de una guerra contra la Federación de Soles.
Tormano se quedó en silencio cuando apareció Nancy con el té y se lo sirvió a ambos. Advirtió con satisfacción que Peter observaba con atención sus movimientos y le sonreía cuando ésta se percataba de su atenta mirada. El orgullo herido permite moldear la inexperiencia con mayor facilidad y las distracciones también ayudan. Nancy rozó con la mano el hombro de Peter antes de retirarse, como si hubiese leído la mente de Tormano y fuera su cómplice.
Tormano extendió los brazos.
—Por supuesto, la apariencia física no depende de nosotros. Eso todo el mundo lo sabe y lo acepta. Pensaba que su hermano sería lo suficientemente sensato para no preocuparse por las cosas que no puede cambiar.
—Victor no es ni la mitad de sensato de lo que debería ser y es aún menos sensato de lo que se cree.
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—Usted lo conoce mucho mejor que yo, Alteza, pero todo el mundo se da cuenta de que no es sólo su apariencia lo que lo convierte en un líder. Sus fructíferos esfuerzos por la conservación y el incidente en la taberna de Lyons… Sí, sí, me lo explicaron todo y, francamente, fue una de las cosas que me dio esperanzas cuando me enteré de que su hermano lo enviaría aquí. Usted consiguió plantar cara a una situación que le era hostil y venció a sus enemigos. Es una habilidad que pocos poseen. Victor, por otra parte, parece reaccionar ante las situaciones en lugar de actuar para solucionarlas —dijo Tormano encogiéndose de hombros—. Usted es distinto, un líder, un inspirador. Su presencia en Lyons evitó que su gente se decantara a favor de Ryan Steiner y su supervivencia al intento de asesinato burló los esfuerzos de la Milicia de Skye Libre de acabar con usted. Aquello lo fortaleció y causó admiración en la gente. Su hermano, en cambio, reaccionó ante aquella situación.
—De ahí mi exilio en Solaris, donde los asesinos tienen libertad para entrar en la habitación de mi hermana y colocar una bomba —dijo Peter con un destello de temor en la mirada—. Si me quiere muerto, sólo tiene que pegarme un tiro.
—Puede que lo haya pensado, pero le resulta útil. No puede permitirse el lujo de tenerlo como rival y, por eso, lo envía aquí, para evitar que consiga el éxito militar que lo convirtió en el centro de atención. Todo el mundo sabe que, si Victor no hubiera luchado tan bien contra los Clanes, sus padres no lo habrían dejado ser el heredero.
Peter sonrió con elegancia.
—Debe de darle rabia que mi hermano se hiciera con la victoria mediante los esfuerzos no reconocidos de su sobrino.
—La despreocupación de Victor por la Marca de Sarna me molesta más de lo que imagina, Alteza —puntualizó Tormano al tiempo que sacudía la cabeza—. Al burlarse de nosotros se perjudica a sí mismo y se pone en peligro.
Peter dio un sorbo de té y observó a Tormano con los ojos entrecerrados.
—¿Qué peligro?
—A este punto quería llegar, porque es de esto de lo que quería hablar con usted. Me han llegado voces de que la unidad de la Confederación Capelense se detendrá en Shiloh para lanzar un ataque contra la Mancomunidad Federada. Se trata de la nueva unidad formada por los Asaltantes de Harloc y dirigida por Wu Kang Kuo. Le puedo mostrar el informe —explicó Tormano haciendo señas a Nancy para que entrase en la habitación—. Nancy, ¿le importaría traer una copia del informe sobre los Asaltantes de Harloc para el duque?
Peter le sonrió y se giró hacia Tormano.
—¿Ha informado a mi hermano al respecto?
—Créame cuando le digo que he intentado con todas mis fuerzas comunicarle el peligro. El me considera un viejo estúpido que lamenta constantemente el recorte de sus propiedades. Eso no es cierto. La amenaza es real y cualquiera que haya visto las depredaciones de los Zhanzheng de guang de Sun-Tzu en la Marca de Sarna me daría la razón —dijo Tormano antes de detenerse para beber un poco de té—. Discúlpeme, Alteza, pero la gravedad de la situación y la fría indiferencia de su hermano me exasperan.
—Es comprensible, Mandrinn Liao.
—Lo entiende porque usted es un guerrero. He pedido a una unidad mercenaria, los Cosacos de Khorsakov (seguro que ha oído hablar de ellos y de su apoyo a mis esfuerzos contra el régimen ilegítimo de Sian), que lleve a cabo un reconocimiento por la fuerza de Shiloh. Espero que regresen con evidencias claras de la presencia de los Asaltantes de Harloc, porque las fotos y las holografías que han obtenido mis agentes, poniendo en peligro sus vidas, han sido declaradas insuficientes por su hermano. Él nunca me creería.
Tormano levantó las manos en un gesto de impotencia.
—Le suplico, señor, que haga llegar a su hermano la información que obtengan los Cosacos. Convénzalo de esta amenaza. Las evidencias que consigamos deberán ser suficientes para el caso y si se las entrega usted… En fin, no tendrá modo alguno de rechazar mi informe.
Peter esbozó una sonrisa cansina.
—Le garantizo que no tendrá otra opción más que aceptarlo.
Tormano adoptó una expresión de inocencia.
—¿Cómo?
—Yo me pondré al mando de los Cosacos. Veré lo que ellos vean e informaré a partir de mi experiencia personal.
Tormano negó rotundamente con la cabeza.
—No, no puedo permitirlo. Su vida correría un grave peligro.
—¿Más del que corre en Solaris? —dijo Peter indicando hacia la ventana que había detrás de Tormano—. Ahora mismo podría estar en el punto de mira de cualquier francotirador. Una bomba podría destrozar mi hotel esta noche. Aquí estoy en constante peligro de muerte y lo más irritante de todo es que soy un MechWarrior. Usted también era un MechWarrior, Mandrinn. Sabe lo que es ser capaz de destrozar a sus contrincantes. Si tengo que morir, preferiría que fuera en la cabina de un ’Mech, no en un charco de sangre en medio de la calle. Déjeme ir.
—Por favor, Alteza, no insista. Si le ocurriera algo, yo…
La expresión de Peter se volvió más severa y sus ojos brillaron en señal de triunfo.
—Piénselo de esta manera, Mandrinn Liao: yo soy su oficial de contacto y me ha hablado de sus planes de enviar una incursión armada a una nación soberana, una hazaña que podría conducirnos a la guerra. Si no me deja ir con ellos a supervisar la misión, la cancelaré y nadie irá a ninguna parte —dijo Peter incorporándose en la silla—. Debe tomar una decisión, aunque en realidad sólo tiene una opción.
Tormano se quedó boquiabierto, cerró la boca de nuevo y echó los hombros hacia adelante.
—No me extraña que su hermano lo tema como rival. Es tan duro como él y tanto como lo fue su padre.
—Todavía puedo ser más duro, Mandrinn, como verá en esta misión.
El viejo asintió con aire de derrota.
—Le deseo buena suerte, Alteza. No estaré tranquilo hasta su regreso y, cuando por fin esté aquí, me alegraré mucho. Esta victoria sobre nuestros enemigos garantizará que su hermano no lo vuelva a dejar de lado.
—Justo lo que pensaba, Mandrinn —dijo Peter poniéndose en pie con energía——. Iré a preparar mi equipaje. Supongo que saldremos pronto, ¿no?
Tormano asintió con la cabeza.
—La Nave de Descenso de los Cosacos ya está saliendo del sistema. Puedo disponer de una lanzadera para usted dentro de cuatro horas.
—Muy bien —dijo Peter sonriendo con precaución—. Si los Asaltantes de Harloc están en Shiloh, los encontraremos, los destrozaremos y entregaremos sus cenizas a mi hermano como prueba de su eliminación.
Peter recogió el informe que Nancy le tendía y salió de la habitación con paso firme. Tormano se quedó sentado hasta que ésta volvió para decir que Peter ya estaba fuera del edificio.
—Gracias, Nancy. Ahora quisiera pedirle que hiciera dos cosas por mí. En primer lugar, envíe un mensaje a Nikolai Khorsakov y dígale que el caso Prokofiev está en marcha —ordenó Tormano. Por deferencia a la sensibilidad de Khorsakov, Tormano había escogido el nombre de la operación en honor al compositor que había creado «Peter y el lobo». A Tormano le satisfacía pensar que Khorsakov creería que había escogido aquel título porque el Mandrinn le tenía una gran admiración.
—Hecho. ¿Y en segundo lugar?
Tormano entrecerró los ojos.
—¿Todavía tenemos un archivo con los nombres de los agentes que trabajan para la Maskirovka y Sun-Tzu?
—Activo y, por desgracia, cada vez más difundido.
—Sí, una lástima. Escoja uno, uno en el que pueda confiar y dígale que una unidad mercenaria atacará Shiloh dentro de diez días a partir de hoy. Diga a Sun-Tzu que son los Cosacos, pero que no se le escape que Peter está con ellos.
Nancy lo miró fijamente.
—Pero la misión matará a los Cosacos y a Peter.
—De hecho, es muy probable que así sea —afirmó Tormano encogiéndose de hombros—. De este modo, el príncipe Victor querrá vengar a su hermano y me permitirá acabar con Sun-Tzu, ¿no cree?