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Zurich
Marca de Sarna, Mancomunidad Federada
24 de enero de 3056
Deirdre Lear extendió la mano hacia el hombre de bata blanca.
—Soy Deirdre Lear, doctor Bradford. Encantada de conocerlo.
Bradford, un hombre de corta estatura y rostro demacrado a pesar de lo joven que era, le estrechó la mano con un vigor sorprendente.
—No tanto como yo de conocerla a usted, doctora Lear —dijo desviando la mirada hacia las dos enfermeras que intervendrían en la formación—. Señorita Thompson, señorita Hanney, me alegro de tenerlas con nosotros —dijo al tiempo que les estrechaba la mano y extendía los brazos—. Bienvenidas al centro médico de Rencide. Puede que no parezca gran cosa, pero es lo único que tiene esta gente.
Deirdre estaba de acuerdo con la valoración, aunque sabía que era extremadamente dura teniendo en cuenta que eran ellos los que levantarían el lugar. El edificio de tres plantas había sido construido en medio de una selva tropical y no se veía nada hasta los últimos veinte metros de trayecto por la carretera llena de baches que conducía a la entrada principal. Al descender del vehículo con ruedas que la había llevado hasta ahí, Deirdre supuso, por las numerosas huellas que llegaban hasta la puerta, que muchos pacientes venían a pie o llevaban muletas.
—Construimos el centro aquí, apartado de Daosh, porque sabíamos que había mucha gente de campo que tiene miedo de ir a la ciudad. La electricidad proviene de Daosha, pero nosotros disponemos de generadores en caso de que se corte —explicó Rick Bradford al tiempo que extraía un pañuelo del bolsillo y se secaba el sudor de la frente y los labios—. También tenemos aire acondicionado la mayor parte del tiempo, pero ahora lo están arreglando.
El suelo de baldosas resquebrajadas y las lúgubres paredes también pedían una reparación a gritos, pero Deirdre no dijo nada.
—¿Aquí tienen ciento cincuenta camillas?
Bradford asintió e hizo una seña para que lo siguieran hacia el interior del complejo.
—Cincuenta por piso. Abajo está pediatría, que se ocupa de todo excepto de la recuperación postoperatoria. Eso se encuentra en el piso de arriba junto a la unidad de cuidados intensivos y cirugía. El piso del medio está reservado a las salas de adultos, donde tratamos la mayoría de las enfermedades transmisibles, y maternidad. Bien aisladas una de otra, por supuesto.
—Por supuesto —repitió Deirdre sonriendo a Bradford que, a su vez, le devolvió la sonrisa.
—Por cierto, la sala de emergencias está en la planta baja, donde también tenemos un quirófano de cirugía traumática. Tenemos reglas de selección, por supuesto, pero no necesitamos recurrir a ellas muy a menudo.
Anne Thompson, con su uniforme blanco deteriorado por la elevada humedad, intentó otorgar un atisbo de seriedad a su cara redonda y mofletuda.
—¿Disponen de alguna residencia anexa para enfermos terminales?
Bradford sacudió la cabeza mientras la fatiga empezó a debilitar la vitalidad que había mostrado hasta el momento.
—Sé que los enfermos terminales son su especialidad, pero no hemos tenido el personal necesario para crear una sala exclusivamente para ellos. Espero que usted pueda ocuparse de ello. De hecho, quería que el proyecto estuviese acabado para cuando llegasen, pero nos recortaron los fondos cuando el gobierno inició su política de reducciones el año pasado.
Cathy Hanney frunció el entrecejo, por lo que sus pálidas cejas estuvieron a punto de chocar entre sí.
—Pensaba que esta clínica era independiente del gobierno.
—Lo es, lo es —dijo Bradford, que ahora se había detenido en medio del pasillo con los brazos cruzados—. Por lo general, estamos financiados por donaciones privadas que eran muy generosas antes de la guerra de los Clanes. Ahora, la mayoría de las campañas benéficas se centran en otros asuntos y para la gente de la Mancomunidad Federada es más fácil dar dinero para trasladar a los refugiados rasalhaguianos que ayudar a los que sufrieron las consecuencias de la conquista veinte años atrás. Nuestro mayor contribuyente (nuestro patrón, por llamarlo de algún modo) ha sido el Mandrinn Tormano Liao, pero sus recursos han durado hasta ahora. Por suerte, la OBIC reparó la situación y, tras cuatro meses sin fondos, volvemos a estar al día.
Cathy sacudió la cabeza.
—El dinero de Victor Davion blanqueado en Capela Libre sigue siendo dinero del gobierno. Yo pensaba…
Deirdre extendió un brazo y colocó la mano sobre el hombro de Cathy.
—Mira, puede que usted haya decidido venir aquí para llevar a cabo algún tipo de protesta contra las cosas que no le gustan de Victor Davion. Al parecer, usted cree que él asesinó a su madre…
—Fue él, supongo que lo sabe.
Deirdre y Rick intercambiaron una rápida mirada, luego ella sacudió la cabeza.
—Bueno, probablemente ése sería un buen tema de discusión más tarde, si tenemos tiempo para ello. Puede que no tengamos mucho tiempo libre aquí, donde tanta gente necesita nuestra ayuda. Mientras pueda dársela, la verdad es que no me importa de quién es el dinero que financia el centro médico o me paga por estar aquí.
Cathy entrecerró sus ojos azules al tiempo que miraba a Deirdre, a Rick y, luego, otra vez a aquélla.
—Puede que a los ManFeds les sea más fácil aceptar el dinero de Victor, pero a mí no. Su padre permitió que los Clanes violasen la Mancomunidad Lirana y él no es distinto. Escapó de los Clanes en Trellwan y luego en Alyina.
Deirdre adoptó una postura rígida mientras las chispas que le salían de los ojos hicieron palidecer a Anne y dejaron a Cathy petrificada.
—Se lo diré esta vez y no lo volveré a repetir. Mientras usted se graduaba en el instituto, yo estaba en Alyina. Dirigía una estación médica de campaña donde llegaban chicos y chicas más jóvenes que usted partidos en mil pedazos, esperando que yo los pudiera reconstruir de nuevo. A veces podía, pero normalmente no. Casi siempre tenía que ver cómo morían gritando de dolor, suplicando y temiendo la llegada de la muerte al mismo tiempo.
Deirdre sintió el enojo pugnando por salir de su pecho y se esforzó por ocultarlo al hablar.
—Tanto los nativos de Alyina como los soldados que habían recorrido cientos de años luz para morir en un mundo que nunca habrían encontrado en un mapa estelar, sangraban el mismo líquido rojo reluciente. Ellos morían para que usted tuviese la oportunidad de acabar la escuela y decidiese venir aquí o alistarse en el ejército o dejarlo todo y convertirse en una política de la oposición. A ellos no les importaba porque estaban luchando para impedir que los Clanes le robasen o robasen su futuro.
—Usted estuvo en Alyina —susurró Anne Thompson, dispuesta a que Deirdre desviase la atención de su lívida compañera—. ¿Luchó contra los Clanes?
—Yo escapé de los Clanes —contestó Deirdre recuperando el temple—. Cuando intentaron capturar al príncipe Victor invadieron el sector donde se encontraba mi hospital. Vacunamos a todos los que pudimos y los demás nos fuimos lo más rápido que pudimos.
Rick sacudió la cabeza.
—¿No se quedaron con sus pacientes?
—Twycross me enseñó que los Halcones de Jade consideran las estaciones de ayuda a los batallones objetivos militares —contestó Deirdre levantando la mirada para descubrir que los tres la observaban fijamente—. Miren, yo estaba en ambas partes porque me había alistado en el ejército y había sido asignada a los Décimos Guardias Liranos.
El rostro de Anne se iluminó ligeramente.
—¿Estaba con ellos cuando rescataron a Hohiro Kurita en Teniente? —preguntó en un tono elevado y esperanzador que disminuyó cuando Deirdre sacudió la cabeza.
—No, pasé el resto de la guerra en Alyina, escapando de los Clanes.
—¿Y?
Deirdre miró a Anne con una sonrisa forzada en los labios.
—Se acabaron las historias. Estamos aquí para formar a la gente, para aprender a ayudar a la gente —dijo y, al ver la mirada de decepción de Anne, añadió en un tono más transigente—: Sí, conocí al príncipe Victor y tal vez, sólo tal vez, le hable de ello cuando no estemos trabajando.
Anne adoptó una expresión más relajada mientras que Cathy parecía no tener fuerzas ni para fruncir el entrecejo. La mujer de pelo rubio se rascó la nuca.
—No pretendía menospreciar su trabajo, doctora Lear. Yo…
Deirdre abrazó a la mujer.
—Ya lo sé, pero a veces estamos tan atrapados en nuestras propias ideas que no escuchamos el otro lado de la historia. Creo que lo más conveniente será que nos concentremos en hacer un buen trabajo en la clínica en lugar de preocuparnos demasiado por la política.
—Estoy de acuerdo —dijo el doctor Bradford señalando hacia una puerta que había al fondo del pasillo—. Ése es el vestuario de mujeres. Pueden entrar, escoger un armario y guardar todo lo que quieran antes de proseguir.
Deirdre se echó hacia atrás al advertir que su colega quería hablar con ella. Mientras las otras dos mujeres desaparecían por la puerta, ella se giró y le sonrió.
—Le pido disculpas por la pequeña riña.
Rick se encogió de hombros.
—No es la primera vez que ocurre algo así. No todo el mundo está de acuerdo en que Tormano Liao nos financie. Algunos lo ven como a otro caudillo que espera la oportunidad para dar el golpe. Por lo que a mí respecta, gastaré su dinero lo más rápido posible mientras siga interesado en mejorar la calidad de vida en Zurich. Sin embargo, ahora que tenemos a las OBIC, no deberíamos preocuparnos.
—¿Cómo están las cosas por aquí?
Bradford volvió a encogerse de hombros.
—Es difícil decirlo. La esperanza media de vida en la Mancomunidad Federada es de noventa y siete coma ocho años, sin tener en cuenta los condicionantes de sexo. Zurich es uno de los mundos que disminuye el promedio. El planeta experimentó una época de cierto desarrollo antes de la guerra. Maximilian Liao se había encariñado con el planeta, que es una de las razones por las que Tormano le presta tanta atención. Lo único que la gente tenía que hacer era traspasar la lealtad de Max a su hijo. Precisamente, este interés de Tormano por Zurich es lo que ha impulsado a Sun-Tzu a respaldar a los disidentes locales y a los revolucionarios.
Deirdre levantó las manos.
—Ya he tenido bastante política por hoy, doctor. Lo que más me interesa es saber cuáles son los problemas médicos más comunes. La mayoría de las enfermedades graves deben de haber sido eliminadas.
—Así es. Tenemos una epidemia de gripe local que afecta a viejos y niños, pero contabilizamos el número de víctimas con regularidad. Cuando llega la época de gripes pasamos anuncios holovisuales para que la gente venga a vacunarse. Aparte de eso, casi todo son infecciones parasitarias y bacterianas, cortes, fracturas y, sólo de vez en cuando, violaciones, normalmente chicas del lugar que se van con un soldado o un visitante de Daosha.
—Por la forma en que lo dice tengo la impresión de que los indígenas no hablan de las violaciones dentro de su propia comunidad.
—Algo así. Cuando un hombre es detenido, le pueden pasar varias cosas: si la mujer no se ha quedado embarazada, él paga la indemnización que ella le pida y luego ella decide si debe ser castrado, o no. Si no puede pagar, es castrado y se convierte en esclavo suyo hasta que las tareas realizadas son equiparables al valor de la indemnización que ella ha pedido. Luego lo matan.
—¡Es una barbaridad! —gritó Deirdre reaccionando instantáneamente al darse cuenta de que su indignación era una cuestión de etnocentrismo.
—No para los Zurs. Si la mujer se queda embarazada, él permanece en prisión hasta el parto y luego lo matan. De este modo se convierte en el espíritu del recién nacido. Todo tiene sentido dentro de su cosmología.
—¿Entonces por qué no hacen lo mismo con los foráneos?
—Los Zurs nos ven como seres inferiores. Detestan que habitemos en sus cuerpos del mismo modo que nosotros detestaríamos que el espíritu de una cabra habitase en uno de los nuestros —dijo Bradford sonriendo—. De todas formas, la incidencia de violación en la cultura indígena es baja.
—Imagino que no hay muchos casos de reincidencia —dijo Deirdre cruzándose de brazos—. ¿Qué hay de la violencia?
Rick titubeó antes de contestar.
—No es muy frecuente. Algunas peleas a puñetazos y alguna cuchillada de vez en cuando. Los disparos tampoco son muy comunes.
Deirdre hizo un gesto de asentimiento.
—Ya veo. ¿Violencia doméstica o algo más organizado?
—Los revolucionarios viven en la selva, pero nosotros no tenemos mucho que ver con ellos. Yo llevo aquí cuatro años y el único que he visto fue por una pierna rota infectada. Eso es todo. A veces sí que perpetran ataques contra el cuartel de la policía de Daosha o disparan a una patrulla que circula por la selva, pero se mantienen alejados de nosotros. Somos terreno neutro.
Deirdre arqueó una ceja.
—¿Hay algo más que comentar, doctor? Mi hijo está en Daosha con la hija de mi casero. ¿Está a salvo?
—Seguro que sí. Los Zhanzheng de guang nunca atacan a los civiles —dijo Bradford con una sonrisa tranquilizadora—. Pero puede traerlo aquí y dejarlo en la guardería infantil, si eso la tranquiliza. La tenemos para la gente del lugar que está enferma o que trabaja para nosotros. La dirige mi mujer.
—Creo que haré eso, gracias. Me gusta ver a David durante el día.
—Lo entiendo —dijo Rick desviando la mirada cuando las dos enfermeras aparecieron en el pasillo—. Bueno, continuemos con la visita. Aquí abajo está admisión de urgencias…