Ciudad de Solaris, Solaris VII
Marca de Tamarind, Mancomunidad Federada
Kai Allard-Liao sonrió a pesar de la mirada distraída de Peter Steiner-Davion.
—Perdona que te moleste, Peter. Intenté llamar antes de venir, pero no pude contactar contigo.
—Ahora no puedo contestar a ninguna llamada —dijo Peter colocándose en medio de la puerta para que no se viera el interior de la habitación—. ¿Querías algo?
¿Qué está pasando aquí? Kai intentó mantener la sonrisa en los labios.
—Quería disculparme por no haber hablado contigo hasta ahora. La noche de la defensa de mi título no tuve tiempo y luego, en fin, tras la explosión tuve que llevar a Caren Fung al hospital porque se puso de parto antes de tiempo. Debería haber venido antes.
Peter adoptó una expresión más relajada.
—Acepto la disculpa, pero no tengo tiempo para hablar. Tengo cosas que hacer.
—¿Cosas que hacer con mi tío?
—¿Me estás espiando? —preguntó Peter enrojeciendo de ira y apretando con fuerza el marco de la puerta—. Sabía que Victor te lo explicaría.
—Espera, Peter —dijo Kai mirando hacia ambos extremos del pasillo del hotel y advirtiendo la preocupación de los agentes de seguridad que vigilaban—. ¿No crees que debemos discutirlo en tu habitación?
—¡No evadas mi pregunta! ¿Qué le has dicho a mi hermano sobre mí?
Kai se detuvo por un instante para controlar el enojo y la sospecha que en el fondo sentía hacia Tormano.
—No te estoy espiando. Sé que visitaste a mi tío porque tengo gente vigilándolo. No tengo ni idea del motivo de vuestra reunión, pero, por lo que he podido ver últimamente, debo catalogar a mi tío como un individuo despreciable. Creo que deberías alejarte de él.
—No hay nada de malo en él.
—Se mete en asuntos de estado que no le incumben.
—Eso es mejor que ser como tú, aquí escondido, espiando en nombre de mi hermano —dijo Peter mientras le daba golpecitos en el pecho con el dedo índice—. Te dijo él que vinieras, ¿no? No niegues que has hablado de mí con él.
Kai pensó en mil respuestas distintas para no involucrar a Victor, pero acabó descartándolas todas en pos de la verdad.
—Tu hermano me envió un holodisco con un mensaje en el que decía que esperaba que nos hiciéramos amigos. Llegó cuando yo estaba entrenando. Le fallé al no atender su petición inmediatamente y no quiero fallarte a ti también.
—Así que has venido porque hablé con tu tío. No crees que pueda cuidar de mí mismo, ¿verdad?
Kai levantó las manos y dio un paso hacia atrás.
—Sé que eres muy capaz.
—Pero has venido aquí porque crees que Tormano ha encontrado la manera de forzarme a hacer algo que no quiero hacer, ¿me equivoco?
Kai intentaba relacionar la pregunta con la expresión de confianza que se reflejaba en el rostro de Peter, pero no logró entender la paradoja.
—Es cierto, estaba preocupado.
—Y si no hubiera quedado con él, puede que hoy no hubieses venido, ¿me equivoco?
Kai hizo una mueca de dolor.
—Probablemente no.
—Lo que pensaba —dijo Peter cruzándose de brazos—. Escucha, Kai, no necesito que cuides de mí. Ya soy mayorcito. Sé que Victor quiere que fracase y quiere que tú estés ahí para verlo. Pues bien, no será así. No fracasaré en nada. No os daría esa satisfacción a ninguno de los dos.
Esto no está yendo como esperaba ni como pretendía. Fue entonces cuando Kai decidió retirarse y volverlo a intentar más tarde. Si me encuentro con el mismo problema o él vuelve a quedar con Tormano, mi tío y yo tendremos un enfrentamiento. ¿Debería ordenar a las Cobras Rojas que vigilasen a Peter como hacen con Tormano o…? No, si Peter o sus hombres de seguridad las descubriesen podría tener problemas.
—Perdóname, Peter. He venido en un mal momento para ambos —dijo antes de detenerse a pensar—. Te diré lo que podemos hacer: ¿por qué no vienes a mi recinto de entrenamiento y pilotas un ’Mech? ¿Qué tal mañana por la mañana? ¿Quieres que venga a buscarte a las diez?
Peter asintió con la cabeza.
—Vale, las diez me parece una buena hora.
—Entonces, hasta mañana.
—Hasta la próxima.