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Zurich
Marca de Sama, Mancomunidad Federada
4 de febrero de 3056
Deirdre Lear se quitó el estetoscopio de los oídos y se lo colgó detrás del cuello. Sonrió a la madre del muchacho y lo ayudó a meter los brazos por las mangas de la camiseta.
—Creo que Jimmy estará bien. Tiene un pequeño resfriado, tal vez alguna alergia.
Deirdre echó un vistazo a la pantalla del ordenador instalado en la pared de la sala de auscultación.
—Parece ser que tuvo un episodio previo de este tipo de rinitis el año pasado y hace seis meses. ¿Se ha fijado si le lloran los ojos o le gotea la nariz cuando se acerca a las flores o a algo que esté floreciendo?
La mujer Zur abrazó a su hijo y sacudió la cabeza sin dejar de sonreír.
—Gracias, doctora —dijo asintiendo con la cabeza y abrazando de nuevo a su hijo—. Gracias, doctora.
Deirdre también sonrió y abrió la puerta de la sala.
—Anne, ¿tienes un minuto?
Anne Thompson apareció inmediatamente junto a la puerta.
—¿Qué necesitas, doctora?
—Tu facilidad para las lenguas. Creo que Jimmy Looduc tiene una rinitis alérgica. La tuvo el año pasado y hace seis meses y yo diría que está relacionada con algún tipo de flor local, pero no consigo que su madre me proporcione detalles.
Anne hizo un gesto de asentimiento y sus cortos tirabuzones se balancearon al hacerlo.
—Está bien, se lo preguntaré. ¿Algo más?
—Las descargas nasales son limpias, así que no creo que se trate de sinusitis. Si se enturbian, debe traerlo para que le hagamos otra revisión —dijo Deirdre sacando un cuaderno de prescripciones del bolsillo y escribiendo rápidamente—. Esto es un antiestamínico, Rondeka. Cuatro veces al día, con las comidas si es posible. Que lo tome durante dos semanas y, si le sigue goteando la nariz, que lo traiga. Lo mismo si le empiezan a doler los oídos.
Anne sonrió.
—Conozco el procedimiento.
—Ya lo sé. Gracias.
Anne le hizo un guiño y condujo a la señora Looduc y a su hijo fuera de la sala. Deirdre les dijo adiós con la mano y se apoyó en la jamba de la puerta de la sala de auscultación. Le dolían las piernas de haber estado de pie todo el día y le escocían los ojos. No le cabía la menor duda de que era una reacción al mismo tipo de polen transportado por el aire que estaba congestionando a Jimmy Looduc, pero también sabía que la fatiga era un factor importante.
—Pareces decaída —dijo Rick Bradford al entrar en la sala e inclinarse para lavarse las manos en el lavamanos que había al otro extremo—. Los días de plaga fantasma son muy malos.
Deirdre arqueó una ceja.
—¿Plaga fantasma?
Bradford asintió mientras se secaba las manos con las toallas de papel.
—La gente del lugar vive sujeta a una rígida teología. Los fantasmas y los espíritus desempeñan un papel importante en ella.
—Me di cuenta cuando me habló de su forma de tratar a los violadores que dejan embarazadas a sus víctimas —dijo Deirdre guardando el estetoscopio en el bolsillo de su bata y cruzando la habitación para lavarse las manos—. ¿Qué es una plaga fantasma?
—Hace tres días, los Zhanzheng de guang atacaron un camión que transportaba municiones y combustible a unas tropas que están construyendo una base militar. Cuatro hombres murieron en el camión y los informes hablan de cinco terroristas muertos. Creo que tú librabas la noche del golpe. Dos de los soldados fueron atendidos aquí. Nada de importancia, pero los cuatro tipos del camión eran de la DOA. No sé nada de los terroristas.
»El caso es que los Zurs creen que los fantasmas de los hombres que tienen una muerte violenta están destinados a reencarnarse en un cuerpo físico para vengar a sus asesinos. Creen que estos fantasmas viajan por el mundo y son tan poderosos que pueden extraer el alma de un cuerpo viviente para que el fantasma se instale en él. Entran por cualquier orificio del cuerpo y pueden desencadenar una lucha por el poder. La fiebre es un síntoma clave.
Deirdre acabó de lavarse las manos y cerró el grifo con el codo.
—Nariz congestionada, tos, diarrea, dolores urinarios o un corte infectado podrían ser síntomas de una presencia fantasmal, ¿no?
—Lo vas entendiendo —dijo Bradford mirando el programa de la pared y tachando el nombre del paciente al que acababa de visitar—. Los Zurs nos consideran las personas más desorientadas espiritualmente de toda la existencia, así que traen posibles huéspedes fantasmas a nuestra medicina. Creen que nuestra medicina repele a los fantasmas. Si nuestro sistema no funciona exorcizan al fantasma con métodos tradicionales. El rito dura una semana y media.
—El tiempo que tarda en desarrollarse un resfriado.
Bradford soltó una carcajada.
—Normalmente, los hombres y mujeres de ciencia son escépticos debido a esa coincidencia.
Ella sacudió la cabeza.
—He practicado la medicina en seis mundos distintos. He visto tratar enfermedades como si fueran resfriados, mientras que en otros mundos sembrarían el pánico. He tenido pacientes con reacciones alérgicas a plantas y animales jamás vistos en su mundo de nacimiento y he escuchado hablar de curas locales para enfermedades que arrasarían mundos a cientos de años luz. Desde mi punto de vista, puede que los Zurs tengan razón.
Deirdre tachó el nombre de Jimmy Looduc y sonrió.
—Parece que he acabado, a menos que quieras que visite a uno de tus enfermos.
Rick echó un vistazo a su programa.
—No. Boondao es un cliente fijo y Langkuoki tiene una revisión de otitis media. Venga, vete de aquí. Si rescatas a David de manos de Carol, tendremos una ínfima posibilidad de llegar a casa antes de dar media vuelta para volver aquí.
—Gracias, Rick —dijo Deirdre. Atravesó la sala de registros para llegar al pequeño despacho que le había sido asignado. Se quitó la bata y la colgó en el perchero que había junto a la puerta. Se dirigió a su escritorio, echó un vistazo al correo y seleccionó un holodisco de un diario médico que quería mirar en casa. Lo guardó en el bolsillo de su chaqueta, se colgó el bolso de lona al hombro y apagó la luz.
Carol Bradford había creado una maravillosa guardería infantil en una sala de cuatro habitaciones que en un principio debía servir de alojamiento in situ para el director médico de la clínica. Unos murales enormes con famosos personajes holovisuales cubrían las paredes con colores llamativos. En uno de ellos, el alfabeto y los números árabes creaban una franja roja alrededor de los caracteres, mientras que en otro unos doscientos caracteres chinos básicos servían de decoración.
Juguetes, pupitres y otros elementos dominaban dos de las habitaciones. Una moqueta cubría el suelo de la tercera, que servía de dormitorio. La cuarta, que era la más pequeña, era el despacho de Carol, una habitación repleta de accesorios, objetos perdidos y un pequeño escritorio. Carol salía de su despacho cuando Deirdre la vio, y la saludó con la mano.
—Hola, Deirdre. David tiene una sorpresa para ti.
Al oír su nombre, David salió de detrás de una partd de bloques y corrió en dirección a su madre. Con una gran sonrisa en los labios, extendió los brazos hacia ella.
—¡Warian muqan! —gritó mientras Deirdre adoptaba una expresión de incredulidad—. Significa «hola».
Deirdre sonrió porque sabía qué era lo que debía hacer, tanto porque era obvio que David lo estaba esperando como porque Carol la observaba discreta pero expectantemente. Se puso en cuclillas poco a poco al tiempo que dejaba caer el bolso para dar un abrazo a su hijo. Luego se apartó y estiró su camiseta azul marino por el dobladillo y el hombro para ver mejor el dibujo impreso.
El artista del BattleMech estampado lo había idealizado hasta tal punto que se veía claro que tanto la máquina como el hombre que había en pie a su lado eran dibujos. Deirdre no tardó en darse cuenta de que el hombre no había sido dibujado a escala, ya que era la mitad de alto que una máquina de guerra que debía de medir más que la clínica entera. Ella no sabía quién era Larry Acuff, pero identificó el ’Mech como un Warhammer. Sintió un escalofrío al recordar el tipo de destrucción que podía dejar a su paso.
—Carol —preguntó con precaución—, ¿de dónde ha sacado David esta camiseta?
—Tuvimos un incidente y la camiseta de David se mojó, así que le dejé una de la última remesa de las OBIC —dijo la mujer de pelo castaño con una agradable sonrisa—. David quería una camiseta del Yen-lo-Wang, pero esto era lo único que teníamos de su talla.
Deirdre sintió cómo se le hacía un nudo en el estómago.
—¿Yen-lo-Wang?
Carol asintió con la cabeza para asegurarle que todo estaba en orden.
—Las OBIC tenían muchas camisetas y otras prendas para repartir debido a un juicio o algo así. Dos de nuestros chicos mayores llevaban puestas las camisetas del Yen-lo-Wang y a David le gustó el diseño. Debe de ser de un artista que acaba de empezar, porque ésta es sin duda la más coloreada. Por supuesto, a los chicos mayores les gusta la camiseta porque sale el ’Mech de los pilotos de Kai Allard-Liao.
La sonrisa de David se fue desvaneciendo.
—¿Qué pasa, mami?
—Nada, cariño —contestó Deirdre al tiempo que lo volvía a abrazar.
—¿Estás bien, Deirdre?
—Sí, Carol… Eso creo —dijo mientras se levantaba con David en brazos—. Mira, aprecio lo que has hecho y sé que lo hiciste con buena intención. Es sólo que… Bien, he intentado proteger a David de ciertas cosas.
Carol se quedó perpleja.
—¡Oh, dios, tú estuviste en la guerra! Rick me lo dijo. Yo no pensé… Lo siento.
—No te preocupes, Carol. No podías saber cómo iba a reaccionar. Creo que si no le damos más importancia, no pasará nada —dijo Deirdre esforzándose por controlar sus emociones para no arremeter contra Carol—. En fin, lavaré la camiseta y te la devolveré para que se la puedas dar a alguien que la necesite más que Davy. También traeré una camiseta suya mañana, por si volvemos a tener problemas.
Esbozó una sonrisa forzada al tiempo que empezaba a sentirse un poco mejor.
—David está creciendo tan rápido que muy pronto tendrás un montón de ropa para dar… Quiero decir, si te gusta ese tipo de donación.
—Sí, por supuesto —dijo Deirdre al tiempo que Carol se acercaba a ella, la abrazaba y la ayudaba a colgarse el bolso al hombro.
—Mira, lo siento mucho. Aquí los juguetes bélicos no están permitidos, pero al ver las camisetas… En fin, sólo pensé que eran camisetas y no me fijé en el dibujo que llevaban impresas.
Deirdre asintió y dio una suave palmada en el brazo de Carol.
—Lo más probable es que mañana Davy no se acuerde de nada. ¿Verdad que no, cariño?
—Te prometo que no.
Las dos mujeres se miraron sonriendo.
—Nos vemos mañana, Carol. Me parece muy sensato que no admitas juguetes bélicos —dijo Deirdre dejando a David en el suelo y agarrándolo por la mano—. Pensaba que las OBIC también serían sensatas con estas cosas.
Carol la miró sorprendida.
—¿Eso pensabas?
—Es una organización benéfica. No creía… —dijo Deirdre frunciendo el entrecejo al ver la expresión de sorpresa de Carol—. ¿Hay algo que no sepa?
—Deirdre, las OBIC son las Organizaciones Benéficas Incorporadas de Cenotafio. Tienen sede en Solaris —explicó Carol con las manos extendidas—. Pagan nuestras facturas, lo que a efectos prácticos significa que nuestro jefe es Kai Allard-Liao.