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Ciudad de Solaris,

Solaris VII Marca de Tamarind,

Mancomunidad Federada

12 de febrero de 3056

Kai se sacudió las mangas de su chaqueta de seda azul irisada de doble solapa al entrar en el ascensor. Keith Smith parecía entretenido con sus movimientos nerviosos, mientras que Larry Acuff imitaba a Kai ajustándose las mangas de su propia chaqueta. Keith rió levemente y Kristina Houpe le dio una palmada en el hombro.

—Deberías vestir tan bien como ellos, Keith.

Keith parpadeó fingiendo sorpresa.

—Yo no tengo que vestir tan bien porque yo ya tengo una cita.

Kristina hizo caso omiso a su comentario y extendió los brazos para estirar la corbata a rayas azules y grises de Kai.

—Así. Ahora está perfecta —dijo apretando suavemente las solapas antes de volver junto a Keith—. Con lo bien vestidos que van ellos, puede que al final de la noche ya no tengas cita.

Larry sonrió a Kai.

—Te dije que era inteligente, además de preciosa.

Kai asintió solemnemente para mostrar su conformidad.

—Y es obvio que tiene compasión por los menos afortunados —dijo para que Keith protestara—, como demuestra su preocupación por que mi corbata esté recta, ya que yo no tengo a nadie que lo haga por mí.

Kristina soltó una carcajada y dio un codazo a Kai.

—Está perdiendo terreno rápidamente, señor.

Keith miró a los otros dos hombres.

—No deberíais olvidar de quién es el ordenador que da las órdenes de pago.

—No deberíais olvidar quién las firma —contraatacó Kai riendo mientras el ascensor se detenía—. Divertíos esta noche. Yo no me lo pasaré muy bien, así que espero que vosotros lo hagáis por mí.

Larry asintió rápidamente.

—Mantendremos los ojos bien abiertos por si necesitas que te rescatemos.

—Gracias.

Las puertas del ascensor se abrieron dando paso a una vasta estancia cuatro veces más ancha que larga. Ocho enormes arañas de luces colgaban del techo de la catedral. Las pequeñas bombillas con forma de llama que había en cada brazo tenían múltiples filamentos que brillaban en secuencias aleatorias para simular la luz real de las velas. Los dorados destellos de luz de las arañas resplandecían como el oro que cubría el papel de la pared.

Las dos paredes más grandes no tenían ventanas al exterior porque la sala estaba ubicada en el piso superior del palacio de Tormano. En su lugar había unos enormes espejos que iban del suelo al techo y se reflejaban de arriba abajo en su número opuesto, convirtiendo la sala en una gigantesca versión escheresquiana de Versalles. Al fondo de todo, bajo las altas ventanas que daban al sur de la ciudad, un cuarteto de cuerda tocaba una suave música de cámara que se oía levemente sobre el murmullo de la multitud.

Las arañas, de estilo similar a las decoraciones de la pared, conferían una gran luminosidad que Kai, sin embargo, consideraba insuficiente. Tal vez se debía a que sólo reconocía uno de cada cinco o seis rostros que veía y sólo recordaba el nombre de una cuarta parte de éstos. Esperaba ver a más amigos suyos en una fiesta que, al parecer, se celebraba en su honor.

Pero claro, si sólo estuvieran aquí tus amigos, podríamos haber celebrado la fiesta en el ascensor. Kai sonrió, consciente deque aquello no era del todo cierto. Era cierto que no hacía amigos íntimos fácilmente, pero cuando dejaba que alguien accediera a él, disfrutaba de su compañía. Cuando estaba con sus amigos en el ascensor, mientras Kristina ajustaba su corbata o bromeaba con ellos, se comportaba de un modo natural. En público se volvía más reservado. Y es entonces cuando merezco el apodo de «alma de acero».

Buscó a su tío para darle las gracias, pero no lo encontró. A un lado vio a Keith y Kristina dirigiéndose a la barra y a Larry entablando conversación con una mujer que se parecía mucho a una modelo de la portada del último holodisco de moda. De repente, la muchedumbre se separó ante él como si una cuña la hubiese partido en dos.

Al reconocer al hombre que se acercaba, Kai bajó los tres escalones que conducían a la planta principal para saludarlo desde la misma altura. Kai hizo una reverencia y extendió la mano.

—Saludos, Wu DengTang.

—El placer es mío, Kai Allard-Liao.

Wu era tan alto como Kai, pero sus ojos marrones y sus rasgos más pronunciados evidenciaban su linaje asiático. Kai sabía que la familia de Wu se enorgullecía de la pureza de su línea de sangre, no tanto por un sentido de superioridad racial como por el deseo de preservar y proteger un linaje que tenía sus orígenes antes de los primeros pasos del hombre fuera de Terra, hacía un milenio.

La multitud que los rodeaba se quedó en silencio, expectante por saber qué ocurriría. Wu agarró la mano de Kai y la apretó. Luego, los dos hombres se inclinaron respetuosamente hacia adelante. Kai vio la expresión de decepción en el rostro de algunos de los presentes que esperaban ver cómo se abalanzaba uno sobre otro y se regocijó en su frustración. Se incorporaron y Kai dio una palmada en el hombro de Wu.

—Quieren un espectáculo, pero yo no tengo ganas de complacerlos.

—Yo tampoco —dijo Wu señalando los hombros de su chaqueta gris—. Ésta no es mi ropa de trabajo.

—No llevaría esto en la cabina de un ’Mech ni aunque me pagasen por promocionarlo —dijo Kai al tiempo que advertía un destello de luz en los ojos de Wu que desapareció antes de poder identificarlo—. Me alegra ver que está bien y en forma.

—Y usted también —dijo Wu bajando el tono de voz para que nadie los oyera—. Me habría gustado que hubiese conocido a Caren Fung, pero mi prometida no ha podido acompañarme esta noche.

La sonrisa se desvaneció del rostro de Kai.

—Espero que todo vaya bien.

—Por supuesto. Está bien, pero los médicos le han ordenado que descanse. Está embarazada y después de dos abortos le han prohibido todo tipo de emociones —dijo Wu apretando los labios para esbozar una adusta sonrisa—. He oído rumores de que ha garantizado la seguridad de ella contra todo el que quiera influir en nuestra lucha. Al parecer, las Cobras Rojas ya han sofocado un incidente.

Kai hizo un gesto de asentimiento.

—Ésos son los que no entienden que la lucha entre nosotros es deporte, no una repetición de la Cuarta Guerra de Sucesión o un preludio a otra guerra. Como deporte, nuestro duelo no debe servir a otra causa, especialmente si es política —dijo Kai conteniendo las ganas de añadir que Keith había descubierto el informe de un detective privado sobre la prometida de Wu en el ordenador de Tormano y que suponía lo que Tormano pretendía hacer para asegurar la victoria de su sobrino. Tras una simple insinuación y un generoso soborno a la Tríada de Cobras Rojas, nadie se atrevería a acercarse a ella.

—Nuestro combate será un concurso de habilidades para decidir quién es el mejor de los dos, nada más —dijo.

—Estoy de acuerdo.

Kai sonrió al preguntar:

—¿Es éste su primer hijo?

Wu asintió alegremente.

—Sí, y creo que será niño. Tengo pensado retirarme hasta que el niño tenga dos o tres años por lo menos. He ahorrado lo suficiente para permitírmelo.

Kai arqueó una ceja.

—Puede que a Roger Tandrek no le guste la idea de perderlo. Usted ha llegado a lo más alto casi tan rápido como yo.

—Ya lo sé, pero eso es problema suyo. No tengo ningunas ganas de morir en el ruedo y dejar a mi mujer y a mi hijo solos.Como hizo el padre de Deirdre con ella.

—Lo entiendo y estoy de acuerdo con su forma de pensar. Si se muestra reticente a dejarlo marchar, venga a hablar conmigo. Le compraré el contrato y dejaré que se vaya.

Wu no consiguió ocultar una expresión de sorpresa.

—¿Por qué haría eso por mí? Somos enemigos.

—¿Ah, sí? Siempre he pensado que éramos rivales, que es diferente.

—Pero mi padre está al mando de una unidad que puede que algún día ataque a la Comunidad de Saint Ivés.

—En ese momento y mientras durase el conflicto, sí, seríamos enemigos, pero no hasta entonces —dijo Kai encogiéndose de hombros—. Entiendo su deseo de estar con su mujer y su hijo. Si puedo ayudarlo en algo, estaré encantado de hacerlo.

Wu esbozó una sonrisa.

—Palabras sabias en boca de un padre.

Kai sacudió la cabeza inmediatamente.

—Yo no. No tengo hijos. Atribúyalo a mi visita a Arc-Royal y a mi estancia con Morgan Kell y su hijo Phelan.

—¿El Khan del Clan?

—Sí, aunque padre e hijo sirven a maestros que son eternos enemigos, están muy unidos. El vínculo es impresionante. Si alguna vez soy padre, me conformaría con una décima parte de lo que ellos tienen.

Sentado en su despacho, Tormano Liao sonrió a la imagen de Kai en la pantalla del proyector holovisual.

—Y si mi hijo tuviera una décima parte de lo que tú tienes, Kai, yo también sería un padre muy feliz —dijo el Mandrinn sonriendo mientras se reclinaba en la silla—, pese al hecho de que frustrases mi intento de raptar a la mujer de Fung. Aquello requería iniciativa y valentía. Viste lo que había que hacer y lo hiciste, como yo mientras preparaba el rapto.

Levantó la vista cuando se abrió la puerta y Nancy Bao Lee entró en la habitación. Por un momento, le molestó que hubiera entrado sin permiso, pero una parte de él se alegraba de que se sintiera tan cómoda en su presencia que no creyera necesaria tanta cortesía. Y ninguna mujer tan guapa tiene que pedir permiso para entrar.

Su vestido negro se le ajustaba al cuerpo como una sombra. Las largas mangas acababan en pequeñas lengüetas triangulares que le cubrían la parte superior de las manos y se sujetaban mediante un aro de tela alrededor de dos dedos. El collar mandarín y el atrevido escote acentuaban el volumen de sus pechos mientras que el resto dejaba al descubierto sus estilizadas piernas. La parte superior de sus botas negras estaba doblada alrededor del tobillo y los bordes dorados del tacón y la punta combinaban con la cadena de cuadros también dorados que le rodeaba el cuello.

Llevaba el pelo peinado hacia arriba y sujeto con dos horquillas de oro. El maquillaje había sido exquisitamente aplicado y acentuaba la forma de sus pómulos. El rímel le bordeaba los ojos y, a juego con una sombra de color malva, daba gran realce a la forma achinada de sus ojos. Una sombra similar aumentaba el volumen de sus labios sin llegar a la estridencia fruto de una aplicación exagerada. El color violeta grisáceo de sus uñas coronaba su imagen elegante y cosmopolita.

—Está deslumbrante, Nancy.

—¿De verdad? Gracias, señor.

Tormano apagó el sonido procedente de la cámara que enfocaba a Kai presionando un botón del control remoto.

—Llega pronto. Pensaba que vendría a buscarme dentro de quince minutos.

Nancy se ruborizó y el tono rojizo de sus mejillas aumentó aún más su belleza.

—Eso iba a hacer… Quiero decir que eso es lo que pretendía hacer, siguiendo sus indicaciones, señor —dijo mirando al suelo para no topar con su mirada directa—. El ordenador estaba revisando algo mientras me cambiaba y, en fin, es algo referente a su sobrino, así que pensé que le gustaría saberlo antes de esta noche.

Tormano se levantó del escritorio y se acercó al armario. Se colocó una americana negra de doble solapa sobre la camisa blanca y apretó el nudo de la corbata, que le quedó bien sujeta al cuello. Miró a Nancy mientras ésta observaba cómo se vestía y sonrió al tiempo que se abrochaba la chaqueta.

—¿Qué ha descubierto?

—¿Qué? —preguntó ella parpadeando.

—Sobre Kai. ¿Qué ha descubierto?

—¡Ah! Cuando leí su expediente, vi una nota sobre cómo se había preocupado especialmente o había mostrado especial interés por los prisioneros de guerra en Alyina. Mi predecesor lo atribuyó a la reacción de su sobrino al llegar a Twycross y a su sentido de la responsabilidad por la gente aunque no tenga necesidad de ello. Se consideraba un defecto suyo.

Tormano hizo un gesto de asentimiento mientras abría la puerta del armario y examinaba su imagen en el espejo del interior.

—Kai es famoso por tener un corazón blando y tomarse las responsabilidades muy en serio. Es por eso que lo quiero con nosotros —dijo Tormano, complacido al ver a través del espejo que Nancy escuchaba con atención cada palabra que decía y estudiaba cada movimiento que hacía—. Recuerdo haber leído algo sobre su trabajo con los PDG la última vez que se actualizó el archivo.

Nancy esbozó una breve sonrisa.

—Imaginaba que lo había hecho. Decidí echar un vistazo a los nombres de aquella gente y vi lo que había hecho por ellos. La política de informe abierto de Cenotafio facilita la búsqueda de pagos y similares. Conseguí seguir la pista de todos los que habían estado con él en Alyina y determinar el tipo de ayuda que les había prestado.

—Y se dio cuenta de su extrema generosidad y su obsesión por los detalles. Apuesto a que compró una casa a cada uno de ellos o les puso un negocio donde le pidieron.

—Sí, señor… quiero decir, no. Quería ver si había alguien especial que nos pudiera servir para traer a su sobrino a Capela Libre y creo que he dado con lo que estaba buscando.

Tormano se giró lentamente hacia ella.

—La estoy interrumpiendo y es obvio que ha encontrado algo importante. ¿De qué se trata?

—No sé lo importante que es, señor —dijo Nancy levantando la cabeza y llevándose las manos a la espalda. Al hacerlo, los pechos se le marcaron todavía más a través del vestido, distrayendo por un momento la atención de Tormano—. Kai ha ayudado a todas las personas que estaban en Alyina excepto a una. Su nombre es doctora Deirdre Lear.

—El nombre no me dice nada —dijo Tormano con los ojos entrecerrados—. ¿Qué sabe sobre ella?

—Acabo de iniciar la investigación. Ella y David Lear obtuvieron un pasaje a Zurich el mes pasado. Deirdre está trabajando en el centro médico de Rencide. Las Organizaciones Benéficas de Cenotafio son las que financian el centro, pero las demás ayudas son más directas, así que es un caso atípico. He enviado una solicitud para obtener más información, pero tardaré un tiempo en recibirla.

—David y Deirdre —dijo Tormano con una mueca—. Creo que cualquiera que se case con una persona cuyo nombre empieza por la misma letra debería ser fusilada. Seguramente llamarán a sus hijos Dennis, Donald y Doris.

—Sí, señor —dijo Nancy intentando disimular una sonrisa sin conseguirlo—. ¿Debo seguir investigando al respecto?

Tormano asintió con la cabeza.

—Sí, por supuesto. Fíjese en cuándo se casó con David. Si Kai tuvo una aventura con ella durante la guerra, en fin, no es mucho, pero puede sernos útil.

—Como desee, señor.

Tormano sonrió y ofreció su brazo a Nancy.

—Ahora vayamos a saludar a mis invitados. Le presentaré a mi sobrino, pero no diga nada de esta tal Lear. Reservaremos la sorpresa para más adelante.

—Sí, señor.

—Asegúrese de que Kai se divierte —dijo Tormano mirándola de reojo y haciendo un guiño—. Claro que con usted al lado, no puede ser de otra manera.