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Zurich

Marca de Sama, Mancomunidad Federada

30 de marzo de 3056

—Nadie morirá aquí esta noche —dijo Deirdre encarándose al pistolero con los brazos en jarra.

—¡Deirdre, tiene una pistola! —gritó Rick Bradford.

Haciendo caso omiso a sus palabras, examinó al hombre. No es más que un muchacho y encima está nervioso.

—Baja la pistola. No harás daño a nadie.

El chico dio un paso hacia ella apuntando a su estómago con la boca humeante de la pistola.

—¡Te mataré a ti también!

Al mover de nuevo el rifle automático hacia adelante, Deirdre se apartó a un lado y avanzó en dirección al chico. Colocó la mano izquierda sobre la muñeca derecha del pistolero mientras se daba impulso con la punta del pie y se ponía a su lado. Deirdre le agarró la mano cuando éste intentó girar para encararse a ella y le torció la muñeca haciéndolo girar hacia fuera mientras la boca del rifle automático salía volando por los aires. Aquella posición lo mantuvo inmóvil y le habría dislocado el codo si el hombre no hubiera perdido el equilibrio y hubiera caído al suelo de espaldas, dándose un doloroso golpe.

Deirdre siguió haciendo presión con la mano derecha y le tiró el rifle automático con la izquierda. El pistolero intentó girar sobre ella para reducir la presión, pero ésta giró el torniquete haciendo que se contrajera con el brazo tras la espalda. Le clavó la rodilla en la columna, a lo que el pistolero respondió con un gruñido.

—¡Sedadle, ahora! —gritó Deirdre levantando la vista hacia Cahty—. ¡He dicho ahora! —gritó mirando a los otros—. Tenemos una operación pendiente. Sedad también a Hsing. Venga, hacedlo.

Cathy clavó una aguja en el brazo inmovilizado del terrorista y a continuación le inyectó una jeringa entera de trofamina.

—Esto lo tranquilizará durante un buen rato.

Deirdre asintió al tiempo que sentía cómo los músculos del muchacho empezaban a aflojarse, sin embargo no lo soltó hasta que no se calmó del todo. En aquel momento llegaron dos guardias de seguridad uniformados. Deirdre se apartó del joven terrorista y dio una patada a la pistola en dirección a los dos hombres.

—Llevaos esto y a él fuera de la habitación. Metedlo en una sala y atadlo. Que alguien se quede con él para controlarlo porque está muy sedado. Luego le echaré un vistazo y si descubro un solo rasguño que no debería tener, os cortaré la cabeza, ¿de acuerdo?

—Claro, doctora.

Deirdre se dirigió al lavamanos y volvió a frotarse para la operación.

—Dadme sus constantes vitales.

Su petición no obtuvo respuesta y Deirdre se dio cuenta de que lo había dicho gritando, dejando que la adrenalina de su cuerpo propulsase las palabras. Se giró para ver a los demás y se los encontró mirándola fijamente.

—¡Tenemos una operación!

Su tono más calmado pareció despertar a Rick de la conmoción.

—Dios, Deirdre, te has arriesgado demasiado.

Ella sacudió la cabeza con fuerza.

—No, no es cierto. Pongámonos en marcha. Tenemos que salvar la vida de este hombre.

—¡Deirdre, tenía una pistola!.

Deirdre se secó las manos y se giró hacia ellos.

—Mirad, llevaba un rifle estándar Stoner-Browning automático. El cerrojo se había retraído y estaba bloqueado. La pistola estaba vacía y el chico estaba demasiado nervioso para darse cuenta. Yo utilicé una para matar a un hombre en Alyina, así que me di cuenta del detalle, ¿de acuerdo? ¿Podemos volver a cirugía? Cathy, necesito guantes.

Anne se estremeció.

—Pero lo que hiciste para derribarlo… Dijiste que sabías artes marciales, pero… eres buena.

—Un cinturón negro suele significar eso, sí. ¿Cuáles son sus constantes vitales? —preguntó introduciendo los dedos en los guantes de látex que Cathy le acababa de proporcionar.

Anne se recuperó y dijo:

—El BP disminuye de sesenta y tres a cuarenta y dos, el pulso está estabilizado en ochenta y ocho y la respiración entrecortada a cuarenta.

Deirdre se puso la bata de operaciones y se acercó al paciente.

—De acuerdo, vamos a curarlo.

Bradford la miró desde el otro lado de la mesa de operaciones.

—¿Seguro que sabes lo que acabas de hacer?

Deirdre cerró los ojos y miró al techo. ¡Dame fuerzas!

—A ver, esto va para todos. No tengo tiempo de pensar en lo que acaba de ocurrir. Este tipo se está muriendo ante nosotros. He realizado operaciones en medio de un tiroteo, de modo que estoy bien. Saquemos al señor Hsing sano y salvo de aquí y luego ya nos preocuparemos por el tipo del piso de abajo.

—Cuando quiera, doctora.

Deirdre sonrió.

—Bien. Escalpelo. Rick, prepara el aplicador para la costilla. Límpialo con alcohol para eliminar los rastros de cordita. Anne, necesito succión en este punto. Vamos allá.