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Leprosario Gracia de Dios,

Poulsbo Marca de Periferia,

Mancomunidad Federada

8 de febrero de 3056

El asesino se daba cuenta de que si las posibilidades de saber el día en que vivía eran ínfimas, las de acertar el mundo donde lo habían escondido eran nulas. La celda con forma de «t» que le había sido asignada, tenía las paredes blancas del suelo hasta el techo, a cinco metros de altura. Un par de brillantes bombillas alumbraban incesantemente la habitación. Sin ventanas, no tenía ningún modo de medir el paso de los días, aunque era consciente de que algunos mundos de la Mancomunidad Federada tenían una rotación tan rápida que guiarse por el día y la noche no habría servido para nada.

Cada uno de los tres brazos tenía su propia utilidad. Podía situarlo todo desde la única puerta de la celda, que se encontraba en la pared que él denominaba arbitrariamente «pared norte». Frente a ésta, a lo largo de la pared sur, tenía la cama, el lavamanos y el retrete. No tenía pantallas tintadas ni disponía de medio alguno para proteger sus ojos de la eterna luz. Sabía que debía haber decenas de dispositivos de escucha y cámaras secretas por toda la celda, así que para frustrar a sus captores se aseguraba de que su rutina diaria fuera precisamente eso: rutina y aburrimiento.

El brazo oeste era el que tenía un mayor atractivo para él, ya que en éste se encontraba la cinta de correr. Utilizaba la máquina religiosamente, enorgulleciéndose en cierto modo de poder caminar sin cojear lo más mínimo. Los cirujanos que habían reparado el daño de su pierna derecha le habían dejado una fina línea de cicatrices en la espinilla y el muslo, pero se alegraba de que su trabajo le hubiera devuelto el uso de aquella extremidad.

Su ordenador estaba sobre la mesa, junto a la cinta de correr. Le parecía gracioso que fuera del mismo fabricante que había creado el ordenador que había utilizado para asesinar a Melissa Steiner-Davion. La diferencia era que éste carecía del módem que había hecho posible el crimen. En cambio, había sido equipado con un cambiador de CD ROM de diez discos y una memoria operativa de 150 gigas que le daban acceso a más información de la que creía necesaria. El descomunal monitor en color y el teclado inalámbrico le permitían utilizar la máquina incluso durante las dos horas diarias de ejercicios en la cinta de correr.

Se dirigió al gigantesco ordenador y lo encendió. El monitor se iluminó y se quedó en blanco antes de mostrar el logotipo del Departamento de Inteligencia de la Mancomunidad Federada. Mientras el ordenador realizaba su rito de comprobación de la memoria disponible y los programas de carga, el asesino también comprobó su propia lista de control de la realidad, buscando cualquier pista sobre cómo podría cambiarlo.

Era consciente de que el Departamento de Inteligencia sabía que él era el asesino de Melissa Steiner-Davion. Tenían evidencias suficientes, como huellas dactilares y muestras de cabello y de piel del apartamento que había utilizado en Tharkad, para demostrar que había estado presente en el lugar de la explosión. Tenían las grabaciones telefónicas que probaban que su ordenador había enviado la llamada desde el puerto espacial a las bombas con teléfonos celulares que había creado para matar a Melissa. Por si eso fuera poco, también disponían de las transcripciones de los múltiples interrogatorios sobre narcóticos a los que había sido sometido que, aunque era posible que fueran desestimados por un tribunal, ponían en evidencia su culpabilidad.

Trabajaba sin ninguna ilusión por el gobierno ni por su postura con respecto a la pena de muerte. Aunque estaba permitida por la ley, e incluso prescrita por asesinato y traición, en realidad no se aplicaba muy a menudo. Los tribunales habían conmutado cadenas perpetuas en repetidas ocasiones y, aunque ninguno podía conmutar su condena, había muchas maneras por las que una persona culpable de sus crímenes podía ser inducida u obligada a «suicidarse» estando detenida.

Todo esto le llevaba a la conclusión de que el gobierno lo quería vivo, lo que debía de significar que Victor Davion lo quería vivo. Ya cuando escapaba de Tharkad a Solaris, el asesino sabía que Victor había adoptado un papel muy personal y directo en la investigación sobre la muerte de su madre. Aunque mucha gente creía que era prueba de que Victor intentaba borrar sus propias huellas, el asesino lo atribuía al deseo de un hijo de vengar la muerte de su madre.

Ese deseo de venganza podía ser la única razón por la que todavía seguía vivo. Creía que no se equivocaba al pensar que estaba en lo más alto de la jerarquía de asesinos de la Esfera Interior. Era cierto que el Condominio Draconis tenía a sus nekagami y los capelenses a sus cultistas Thugee, pero él operaba solo, sin sanciones gubernamentales ni institucionales. Al matar a Melissa, Steiner-Davion había hecho lo que nadie había sido capaz de hacer. Era un asesino sin igual y él lo sabía.

Igual que Victor Davion. La continuada existencia del asesino lo demostraba y los discos que le habían dado lo confirmaban. Esos discos le proporcionaban información sobre Solaris —un mundo que conocía bastante bien— y, al parecer, le conducirían hasta su próxima víctima.

La información más actualizada de los discos databa del siete de febrero. La mayoría de las «noticias» consistían en minuciosas descripciones de las últimas luchas en el Mundo de Juegos, aunque el asesino no les prestaba mucha atención. Si Victor Davion quería matar a un luchador en particular, lo único que tenía que hacer era ponerse en contacto con los cárteles de criminales locales para que hicieran el trabajo por él. Su función comercial era fijar las luchas y castigar a los luchadores, lo cual no era suficiente para conseguir el indulto de Victor.

Mucho más interesante era la información que aparecía en la página de sociedad. El chismoso columnista, un odioso hombrecillo al que el asesino habría eliminado a cambio de una taza de café, anunciaba que Tormano Liao daría una fiesta en honor de su sobrino Kai Allard-Liao. La lista de invitados, que incluía a unos cuantos lumbreras locales, hacía alarde de un verdadero reparto interestelar de celebridades. Además del anfitrión y el homenajeado, también asistirían Katrina Steiner-Davion, el duque Ryan Steiner y Omi Kurita. Katrina sería escoltada por Galen Cox, íntimo amigo de su hermano Victor.

Cualquiera o todos ellos podían ser las personas a las que el asesino debía matar esta vez. Estuvo tentado de eliminar a Cox y a Allard-Liao de la lista porque tenían papeles relativamente menores en la política de la Esfera Interior, pero resistió la tentación. No había encontrado ningún indicio de tensión entre la Comunidad de Saint Ivés y la Mancomunidad Federada, pero sabía que a menudo los gobiernos se creaban, luchaban y resolvían conflictos a espaldas del público. De todos modos, Kai Allard-Liao había dedicado numerosas victorias a Victor Davion, lo cual indicaba que se había establecido una íntima y cordial relación entre ambos. Además, matar a Kai no beneficiaba a Victor en nada, o al menos en nada que supiera el asesino.

Galen Cox tampoco era un objetivo muy probable. Si Victor no hubiese estado en deuda con Galen, el príncipe nunca le habría concedido el honor de escoltar a su hermana en su actual viaje de conciliación por la Mancomunidad. Si Galen se hubiese deshonrado a sí mismo durante el viaje, podría haber sido enviado de vuelta a Tharkad o despedido. Aunque a la población le gustaba pensar en Katrina como su princesa virgen, algunos habrían disfrutado con una romántica aventura entre ella y el elegante joven que había salvado la vida de su hermano en la guerra de los Clanes. Los rumores de una pelea entre Victor y Galen, sobre la que la columna de sociedad insinuaba algo, constituían una razón más para no asesinar a Galen.

El asesino, cuando era un fugitivo e incluso cuando vivía en Tharkad haciéndose pasar por florista, había oído rumores sobre la relación entre Victor Davion y Omi Kurita. Le parecía extraño que los mismos que especulaban sobre las aventuras románticas de Katrina tachasen de desagradable y chocante la posible relación de Victor con Omi. ¿Acaso Victor y Omi no eran tan desdichados como Romeo y Julieta, los amantes más populares de la historia? Sin embargo, para los detractores de Victor, la simple especulación de su relación con Omi era el equivalente de una alta traición.

Por lo tanto, dudaba que Omi fuera su víctima. Su muerte en un mundo de la Mancomunidad sería una catástrofe de proporciones titánicas. Supondría una venganza rápida y segura que probablemente pondría fin a la línea Steiner-Davion. No obstante, lo más importante era que la muerte de Omi no tenía utilidad alguna para Victor. Aunque no fueran amantes, su amistad con el príncipe hacía que las relaciones entre la Mancomunidad y el Condominio fueran más cordiales, y eso tenía una influencia directa en las futuras guerras contra los Clanes.

Las tres personas restantes de la lista son objetivos muy viables. El asesino soltó una carcajada al pensar en el oxímoron «objetivos viables» y se dispuso a analizar los motivos por los que debía volverse contra ellos. El proceso no le llevó mucho tiempo, pero le dio muy buenos resultados.

Tormano Liao parecía el objetivo menos probable. Es cierto que tenía poder político y era capaz de causar problemas entre la Confederación Capelense y la Liga de Mundos Libres. Un paso en falso por su parte podía desencadenar una guerra entre las fuerzas de la Mancomunidad Federada y las dos naciones que se extendían a lo largo de la frontera común. Pero Victor no podía permitir que Tormano le creara problemas mientras él se enfrentaba a la urgente necesidad de fuerza para derrotar a los Clanes en otra frontera.

Además, asesinar a Tormano podía traer más problemas que beneficios. Tormano y su pequeño movimiento por una Cápela Libre suponían una amenaza para Sun-Tzu Liao y la Confederación Capelense. La muerte de Tormano reduciría la presión ejercida sobre Sun-Tzu y le daría una oportunidad para causar el caos. Aunque los informes tenían ya varias semanas, era muy probable que Sun-Tzu estuviera tras los golpes de los Zhanzheng de guang en la Marca de Sarna. De nuevo, un incremento de la actividad terrorista contra la Mancomunidad Federada requeriría que Victor enviase a las tropas de la Mancomunidad y eso sólo podía hacerlo si primero las sacaba de la frontera con los Clanes, justo lo que no quería.

Katrina, la hermana de Victor, era un objetivo interesante. El asesino estuvo a punto de descartarla directamente, pero algo sobre su forma de posar en las fotografías que mostraba el ordenador lo detuvo. Era guapa, increíblemente guapa, sin embargo salía diferente en cada una. Su habilidad camaleónica para adaptar su apariencia a los diversos tipos de celebraciones a las que debía asistir habían contribuido a granjearse el cariño de la gente. La adaptabilidad era un rasgo de supervivencia sin el cual los líderes morían y ella lo tenía en abundancia.

Sus ojos. El asesino los estudió en cada imagen y observó que no cambiaban. En una corta entrevista que aparecía en uno de los discos, vio una inteligencia en sus ojos que sus respuestas fáciles y su risa todavía más fácil ocultaban. El único momento en que notó que cambiaban era cuando estaba con Galen Cox y lo agarraba por el brazo. La mirada se suavizaba sin llegar a apagarse, lo que sugería que era capaz de disfrutar sus emociones sin dejar que éstas perturbaran su cerebro.

¿Por qué razón Victor querría matarla? Ella le había apoyado en todo lo que había hecho desde que se había convertido en el primer príncipe. Había interferido por él y lo había ayudado a cuidar su imagen ante los medios de comunicación más populares. Katrina había hecho más por reforzar su posición que él mismo.

Toda esta especulación condujo al asesino a un punto clave en el caso de su propia supervivencia: la venganza. No sabía si Victor sospechaba que su hermana podía haber contratado a alguien para asesinar a su madre, como de hecho tampoco sabía si era ella la persona que había contratado al asesino y pagado por la muerte de Melissa. Era totalmente posible que ella fuese su cliente secreto, pero en tal caso, ¿por qué no habría querido eliminar a Victor o al menos neutralizarlo al mismo tiempo que se sacaba a Melissa de encima? Si Katrina tenía ambiciones —y esa mirada en los ojos le decía que sí—, tenía más paciencia y previsión que cualquier otro político de la Esfera Interior.

El deseo de venganza encajaba perfectamente con el último objetivo. El duque Ryan Steiner había ganado mucho con la muerte de Melissa, además de haber hecho muchas otras cosas para encabezar la lista negra de Victor. Como el derecho de Melissa al trono no había dado lugar a discusiones, Ryan se había comportado como un cachorro desprotegido cuando ella vivía. Sin embargo, con su muerte Ryan daba un paso más hacia el trono y podía exponer los argumentos por los que debía convertirse en rey o, al menos, en dirigente indiscutible de una Mancomunidad Federada independiente.

Los levantamientos separatistas en Skye y en la frontera de los Halcones de Jade acentuaban la gravedad de la amenaza que Ryan suponía para la Mancomunidad Federada y, a ojos del asesino, para la ambición improductiva de Ryan. Si Skye y la región fronteriza se separaban de la Mancomunidad Federada, Victor se vería obligado a congregar a las tropas para devolverlas al redil. No tendría elección porque la pérdida de ese sector espacial supondría la pérdida de una importante capacidad industrial y de una serie de mundos defendibles en la frontera de los Clanes. Además, Victor era el típico moralista que creería que su deber era proteger a los habitantes de esos mundos de la amenaza de los Clanes, aunque hacerlo comportase una conquista militar y una ley marcial.

Es obvio que la Federación de Skye de Ryan, o como fuera que la denominase, no resistiría la situación. Como los mundos de la isla de Skye estaban en medio de la Esfera Interior, Victor podía enviar fuerzas contra ellos desde ambos lados. Indudablemente, el Condominio Draconis, que había respaldado a los separatistas en una guerra civil de la Mancomunidad Federada, preferiría mantener el statu quo que tener a un aliado debilitado al otro lado de los Clanes. Además, el Condominio no tenía personal ni equipo para prestar a Ryan, ya que la única manera de que Theodore pudiera proporcionarle esa ayuda sería retirando las unidades de la larga frontera con la Mancomunidad Federada, es decir, dejando al Condominio abierto a cualquier ataque.

Del mismo modo, ni la Liga de Mundos Libres ni los Clanes podían apoyar a Ryan. Por otra parte, el asesino tenía serias dudas de que Ryan sobreviviese políticamente si su gente descubría que había pedido ayuda a la Liga de Mundos Libres o a los Clanes. La única esperanza de Ryan era que el levantamiento de Skye fomentase un levantamiento popular en la vieja Mancomunidad Lirana, que le caería de golpe en sus manos. Como el distrito de Donegal y la Marca de Periferia respaldarían a Victor, el milagro que Ryan necesitaba no ocurriría, reduciendo así su esfuerzo a una simple ayuda a las industrias funerarias.

Al parecer, Ryan valoraba la situación de otra manera. Con una confianza suprema en su habilidad para controlar o manipular los acontecimientos, seguía adelante en su empresa. Si los mundos de Skye tenían que abandonar la Mancomunidad Federada y Victor tenía que congregar a las tropas para sofocar la rebelión, puede que la Confederación Capelense acelerase las operaciones en la Marca de Sarna, los Fialcones de Jade llevasen a cabo más invasiones en la Mancomunidad y la Liga de Mundos Libres decidiese recuperar los planetas que había perdido durante la depredación lirana siglos atrás.

Victor no necesitaba asesinar a Ryan Steiner para acabar con la amenaza a la Mancomunidad Federada. Aunque tenía otras opciones, la única solución al problema de Ryan era dejar su destino en manos de un asesino. Con los nuevos discos y el potencial de información nueva que llegaba cada día para mantenerlo al día, el asesino sabía que podía hacer el trabajo, y que podía hacerlo espectacularmente.

Aquello resolvía el primer problema.

Su segundo problema era más profundo y requería un plan más exhaustivo. No albergaba esperanza alguna de que Victor diese las gracias al asesino por la muerte de Ryan y le dejase seguir su camino. Después de todo, él había asesinado a la madre del príncipe y podía apreciar la fuerte animadversión de Victor hacia él. Por supuesto, esa animadversión significaba que, después de que el asesino matase a Ryan, Victor mataría al asesino.

El segundo problema del asesino era que no quería morir.

Sonrió al sentarse frente al ordenador. Sirviéndose del ratón, echó un rápido vistazo a Ciudad de Solaris de un modo aparentemente aleatorio, girando de izquierda a derecha a medida que aparecían nuevas fotografías en la pantalla. Victor había acertado al ponerlo al día sobre Solaris porque había cambiado tanto en sólo tres meses que, de no haberlo hecho, el asesino nunca habría alcanzado su objetivo. La revisión y el estudio ayudaban y el asesino confiaba plenamente en sí mismo gracias a ello.

Conseguiría a su hombre.

Y conseguiría escapar.