Ciudad de Solaris, Solaris VII

Marca de Tamarind, Mancomunidad Federada

El asesino se alegró de que los hombres de seguridad los llevaran a él y a su equipo directamente a la casa de seguridad. Le dieron el equipo sin comprobarlo previamente, un error que el hombre de la mirada de hielo no debería haber cometido. El asesino no sabía dónde estaba ese hombre, pero le gustaba que no estuviera. Aquel hombre no estaría sentado observando los monitores conectados a las cámaras que seguían al asesino constantemente. Ahora estaría aquí, probablemente viendo cómo me preparo para salir corriendo.

El asesino abrió primero la maleta que contenía el rifle. El arma se había desmontado y colocado cuidadosamente en los bolsillos de goma espumosa del interior. Todo estaba como lo había dejado la última vez. El aroma a cera abrillantadora le indicó que Sergei Chou había limpiado el arma tras colocar la munición.

Sacó un par de guantes blancos de la maleta y observó a los dos hombres de seguridad, que lo vigilaban dentro de la estancia.

—Es una Loftgren Suprema, modelo uno cincuenta. Yo la modifiqué, amañé el gatillo y arreglé el interior para que estuviera en perfecto equilibrio. Es un rifle de siete milímetros doce punto siete, capaz de alcanzar un objetivo a dos kilómetros de distancia. Como tengo que disparar a un hombre que vive en una zona de Silesia cada vez más aburguesada, necesitaré esta distancia. También necesito que reserven la habitación ocho cero siete del hotel «Puño armado» por mí.

La expresión de sorpresa en los rostros de los hombres indicó al asesino que ni siquiera sabían el nombre del objetivo. Sabía que se había pasado, pero, como el hombre de la mirada de hielo no estaba para dirigirlos, alguien tenía que tomar el mando. Determinar su objetivo había sido fácil: Katrina se había ido del mundo y Victor se había decantado a favor de Tormano, asignándole a su hermano Peter como oficial de contacto. Aquello significaba que Ryan Steiner era el único objetivo posible. La complicidad de Ryan en la explosión que mató a Galen Cox era bastante obvia.

El asesino sacó el informe de balística de la maleta y lo colocó en la mesa. A continuación sacó el cargador y lo cerró. Contó las balas que había en el cargador una a una y las depositó también sobre la mesa. La primera tenía una línea negra y gruesa en la funda, y la segunda una verde. La siguiente bala contenía rayas doradas y rosas y las de la cuarta eran plateadas, rojas y escarlatas. La última tenía rayas azules y blancas.

Al asesino le habría gustado sonreír, ya que las balas le decían todo lo que necesitaba saber, pero se contuvo por los hombres de seguridad. Se giró hacia el informe de balística.

—Las balas que pedí para la misión han sido diseñadas para buques, cargadas de zueco y capaces de atravesar una armadura. El objetivo estará en un despacho, detrás de una ventana que según ustedes está hecha a prueba de balas. De hecho, hay mucha gente que cree que el cristal puede detener una bala, pero no es cierto.

Levantó la bala negra.

—Una bala de este peso, disparada con un rifle, contiene la energía cinética necesaria para solucionar el problema del cristal y mantener la potencia suficiente para eliminar el objetivo.

El asesino señaló el gráfico de la primera página del informe.

—Miren aquí. Las balas negras tienen una trayectoria de alcance medio de más de veinticuatro centímetros a una distancia de doscientos cincuenta metros. Esto es lo más sencillo que uno puede encontrar, pero la precisión disminuye a los quinientos metros, lo cual no es muy bueno.

Página tras página, siguió leyendo todo el informe, impresionando a los hombres con hechos y cifras que obviamente no entendían. Lo único que le importaba era comprobar que los gráficos seguían el mismo orden en el informe que las balas del cargador.

—Como el armero preparó cuatro de cada configuración, tengo cuatro balas del tipo que quiera —prosiguió el asesino levantando la mirada y sonriendo—. Creo que la bala plateada, roja y escarlata es la que quiero utilizar, ¿no creen?

La levantó y uno de los hombres se acercó para quitársela, pero el asesino apartó la mano.

—No, no, señores, ustedes no llevan guantes. Dudo que a su príncipe le gustase ver las huellas dactilares de los agentes del Departamento de Inteligencia en las balas que mataron a Ryan Steiner. Muy mala idea.

El hombre se sonrojó mientras el otro reía, lo que hizo sonreír también al asesino. En aquel momento se dio cuenta de que aquélla era la primera vez que dejaba que sus víctimas lo vieran preparar la causa de sus muertes.

—Sí, será la tricolor.

Un tercer hombre entró en la habitación.

—Recoja su equipaje. Tenemos la habitación que quiere.

El asesino levantó la vista con expectación.

—¿Está todo listo?

—Sí —contestó el hombre asintiendo con la cabeza—. Esta noche, el duque Ryan Steiner morirá.