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Nave de Descenso Zhangshi,

órbita de salto L3 Tetersen,

distrito de Donegal Mancomunidad Federada

24 de diciembre de 3055

Kai Allard-Liao hizo una gran reverencia cuando Omi Kurita entró en el salón comedor de su Nave de Descenso.

—Me alegro de que pudieras venir con tan poco tiempo de aviso.

Ella asintió con la cabeza.

—Y yo me alegro de que me invitaras a venir —dijo. Su larga cabellera negra le caía sobre los hombros del vestido de seda. Aunque la prenda se parecía al estilo chic de moda en muchos otros mundos de la Mancomunidad Federada, Kai sabía por el sutil diseño de los hilos que se entrelazaban sobre la tela azul cielo que el vestido había sido confeccionado en el Condominio Draconis. Si se toman la molestia de proporcionar a Omi vestuario de la ManFed para que visite uno de sus mundos, su misión debe de ser de vital importancia.

Omi observó la habitación con detenimiento. Sus paneles de color caoba oscuro y las piezas de latón perfectamente pulidas contrastaban con el ferroacero y la cerámica de la estructura de la nave. La decoración de la estancia también se adecuaba más al esplendor de épocas pasadas, como si se tratara de una cabina de los lujosos buques que surcaban los océanos terrestres hacía más de un milenio.

Su rostro se iluminó al pasar junto al pequeño abeto colocado en un rincón y decorado con luces.

—¿Un árbol de Navidad? Había oído hablar de ellos, pero la verdad es que nunca había visto uno.

Kai se encogió de hombros.

—Me temo que éste no es muy vistoso. Normalmente les colgamos guirnaldas y bolas, pero con las continuas bajadas a gravedad cero, las guirnaldas se enredan y las bolas se desprenden del árbol y se rompen al despegar.

La hija del coordinador soltó una suave carcajada.

—¿Y es ésa la razón por la que no tienes muérdago colgando del techo?

Kai se sonrojó, sorprendido de su propia reacción.

—Vaya, me temo que no tengo a nadie a quien besar.

Omi arqueó una ceja.

—¿Nadie?

En contra de su voluntad, se detuvo unos instantes y luego rió.

—A bordo de la Zhangshi, no —dijo Kai. Ni en ninguna, otra parte, pensó intentando disimular su dolor—. Por el momento no tengo compromisos, como se diría formalmente.

—Ya entiendo.

Kai adoptó una expresión de extrañeza.

—¿Sabes? Victor me habría hecho la misma pregunta. Y le habría contestado lo mismo.

Omi se ruborizó mientras tomaba asiento en el sofá de piel que había junto al árbol.

—El rechazo sería inútil y no haría honor a su preocupación por ti. No he hecho la pregunta por una curiosidad morbosa. Victor te respeta y sólo desea saber si eres feliz.

—Agradezco su preocupación más de lo que imaginas, como agradezco tu disposición a actuar como lazo de unión entre nosotros. De hecho, te debo algo más que la ceremonia de ayer. Creo que fue exquisita.

Kai se sentó en una silla delante de ella, alisándose las arrugas del pantalón al acomodarse.

—Me alegro de que podáis intercambiar mensajes. Nosotros también nos enviamos alguno, pero Victor está muy ocupado.

—Cierto, aunque él valora mucho las luchas que le dedicas. A menudo me habla de ellas y de tu gran habilidad —dijo Omi acomodándose en el sofá—. Por descontado, recuerdo la batalla simulada en la que tú y Phelan os matasteis mutuamente. Eres muy hábil, como lo demuestra claramente tu posesión del título.

—Soy muy afortunado —dijo mirándola a los ojos—, y por supuesto acepto tu petición de estar en mi cabina durante la defensa del título. Sin embargo, no tengo ningunas ganas de participar en tu destrucción.

Kai recogió una pequeña bolsa de plástico de la mesa que había junto a su silla y pulsó un botón rojo de ésta. El botón se iluminó al instante.

—Ahora estamos seguros en la habitación. Lo que digamos no saldrá de estas cuatro paredes. ¿Por qué te han enviado a Solaris? Te lo pregunto porque la tendencia cultural del Condominio a rivalizar con Solaris y con todo lo relacionado con él es un suicidio político.

—Ya sé, Kai, por lo que acabas de decir y por lo que has dejado en el aire, que entiendes muy bien la situación. Mi padre, incluso antes de convertirse en coordinador del Condominio Draconis, había introducido una serie de reformas en el ejército. Esas reformas fomentaban la flexibilidad y un reblandecimiento de los estrictos códigos del ejército y de la cultura en general. El ideal feudal de confiar plenamente en un superior funcionaba bien cuando el mundo era todavía un lugar primitivo donde los nobles tenían educación suficiente para tomar decisiones.

El MechWarrior hizo un gesto de asentimiento.

—Terra superó ese tipo de gobierno en el siglo veinte, pero sufrió un retroceso cuando las vastas distancias y las duras condiciones que suponía la colonización del espacio requirieron autoridad local con fuertes vínculos con los mundos que habían quedado rezagados. Aun así, la mayoría de las naciones de la Esfera Interior han liberalizado sus gobiernos para permitir un mayor crecimiento y desarrollo.

»Todos excepto nosotros. Hace cuatro siglos y medio, Urizen Kurita, un antepasado mío, reinstituyó el código del bushido —explicó Omi con una sonrisa casi vergonzosa—. Consiguió una cultura fuerte y la utilizó para mantenernos unidos. Fue esto lo que permitió que el Condominio Draconis sobreviviera durante los siglos de guerras de sucesión tras el colapso de la Liga Estelar, y habríamos ocupado un buen lugar si los hombres que pensaban como Hanse Davion no hubiesen intervenido.

»En la Guerra de 3038 sus estrategias sacaron a la luz nuestras debilidades. Hacia el 3039, mi padre había cambiado suficientes cosas como para atacar de nuevo y demostrar a Hanse Davion que también estábamos preparados para las nuevas tácticas. Entonces llegaron los Clanes y nosotros descubrimos que nuestras tácticas no eran suficientemente nuevas o innovadoras. Teníamos que hacer más, y eso implicaba más cambios.

Omi tenía un don para utilizar eufemismos. Los Clanes —magníficos guerreros con BattleMechs superiores— habían desmembrado la Mancomunidad Federada y el Condominio Draconis, además de haber engullido por completo la República Libre de Rasalhague. El Condominio, al ser más pequeño que la Mancomunidad Federada, había sufrido grandes destrucciones e incluso había estado a punto de perder el mundo capital de Luthien. Las unidades que luchaban utilizando los métodos tradicionales del Condominio habían sido arrasadas, mientras que las nuevas estaban mucho más preparadas para enfrentarse a los Clanes.

Omi se mordió los labios antes de continuar.

—La gente del Condominio se siente orgullosa y, debido a las políticas anteriores, protegida y aislada de las formas de vida más duras de la Esfera Interior. Vuestros propagandistas dicen que es el precio de no tener una prensa libre, pero nosotros creemos que vale la pena proteger a la gente de los vídeos sensacionalistas con la política de noticias selectivas que empleamos.

—La prohibición de los vídeos sensacionalistas me parece bien, pero no puedo sancionar la mala información del público.

—No es mala información, Kai, sino desinformación. Saben lo que necesitan saber, pero los acontecimientos han sobrepasado nuestras restricciones. No podemos prohibirles las noticias sobre las conquistas de los Clanes. Como la gente lleva tanto tiempo escuchando historias sobre nuestra invulnerabilidad, esto es un duro golpe para ellos —explicó Omi mirando el abeto que había junto a ella—. Es parecido a que te digan que Santa Claus no existe.

—¿No existe? —preguntó Kai sorprendido antes de esbozar una leve sonrisa—. Perdona, es una vieja broma. Decías…

—El golpe a la moral del Condominio es peor de lo que puedes imaginar. Nuestra tradición militar, la tradición del guerrero, es el fundamento de nuestra sociedad. La derrota supone que nuestra fuerza es cuestionable. Si no somos invulnerables, la gente se pregunta cómo sabremos si somos honorables, cómo sabremos si somos civilizados y cómo sabremos si somos fieles a nuestro pasado.

Kai hizo un gesto de asentimiento.

—Durante mi estancia en Alyina hubo un terremoto. No fue muy peligroso, tal vez de un cinco en la escala Richter, pero el suelo llegó a moverse. Nunca había sentido algo así, y me hizo darme cuenta de que daba por supuesto que la tierra que piso se mantendría siempre sólida y estable. El hecho de que no fuera así hace que todavía ahora me despierte de vez en cuando con un sudor frío.

—Sí, es una traición fundamental de confianza. En tu caso, fue la realidad la que te traicionó. En el Condominio, la gente se pregunta si es la cultura la que los ha traicionado. Es muy inquietante.

—Ya me imagino.

—Mi padre es consciente de que se deben hacer más cambios en el Condominio. No podemos ni abandonaremos el bushido porque forma los ligamentos y los tendones que mantienen unida a nuestra sociedad. Es una decisión difícil, ya que el samurai que ayuda a definir todo el sistema ha sido desacreditado. De no haber contado con la ayuda de los Dragones mercenarios de los Lobos, habríamos perdido Luthien. Como nuestra cultura tiene tan mal considerados a los mercenarios, pese al rescate de Luthien, aquello supuso un golpe aún más fuerte a nuestro honor.

Kai sonrió al darse cuenta hacia dónde se dirigía.

—Los ronin de Solaris no han sido desacreditados de forma sustancial. Las copias piratas de sus luchas los han convertido en héroes. Son como fugitivos que se niegan a aceptar en una sociedad que exige la conformidad, y observarlos es una forma segura de rebelión en una comunidad que necesita desesperadamente una válvula de escape para aliviar la presión.

»Se cree que podemos servirnos de ellos y de sus proezas para difundir entre nuestra gente la idea de sobreponerse a la derrota para volver a la lucha. El Ejército Congregado del Condominio Draconis seguirá siendo el pináculo del bushido en nuestro país, pero el ronin permitirá que la gente crea en héroes similares a vuestro Robin Hood. De hecho, esto está relacionado con nuestras leyendas históricas y puede utilizarse para difundir confianza e, incluso, distracción mientras nos preparamos para otra guerra con los Clanes.

Kai estaba impresionado con Omi y su control sobre la situación del país. El Condominio apenas permitía que las mujeres ejercieran algún papel fuera de las tareas tradicionales y domésticas. Aunque sabía que era imposible restringir la libertad de Omi, sus viajes a mundos fuera del Condominio no conocían precedentes en la historia kuritana. No le cabía la menor duda de que el plan de utilizar Solaris como una herramienta para reconstruir su nación tenía sus orígenes en ella y su disposición a actuar al respecto arriesgándolo todo demostraba el alcance de su compromiso.

Victor le había explicado la historia de cómo los Décimos Guardias Liranos habían recibido la misión de rescatar a Hohiro Kurita, hermano de Omi y heredero al trono de los Dragones, del mundo ocupado por los Clanes de Teniente. Omi había propuesto pedir a la unidad de Victor que se encargase del rescate, y su padre le había permitido hacerlo con la condición de que rompiese todo tipo de contacto con Victor tras el envío de la petición. Ella aceptó la condición e informó a Victor de ello en el mensaje en el que le pedía ayuda para Hohiro. Pese a lo mucho que le dolía, mantuvo su parte del trato hasta que Takashi Kurita, su abuelo y el coordinador previo a su padre, la condonó en gratitud por el rescate de Hohiro.

—Traer las luchas de Solaris a tu nación es una apuesta atrevida, Omi. Puede que lo que traigan consigo no sean sólo historias capaces de desbordar la imaginación de tu gente.

Levantó la cabeza con serenidad.

—¿Sí?

Kai asintió con la cabeza.

—No me cabe la menor duda de que tu padre acogerá el hecho de que las luchas de Solaris incluyan una amplia gama de tácticas y planes poco ortodoxos, al menos para los tradicionalistas kuritanos. Si enseña a la gente a tomarse en serio las iniciativas conseguirá la flexibilidad que sus tropas necesitan para derrotar a los Clanes.

»Sin embargo, lo más importante es que tu gente ya no estará aislada del resto de la Esfera Interior. Sólo con televisar todas las luchas y mostrar aquellas en las que uno de vuestros ronin consiguió una victoria honorable y aplastante, la gente empezaría a interesarse por otros luchadores. Estás abriendo una caja de Pandora que dará a tu gente una pista sobre el lugar que ocupa en el universo.

—No editaremos ningún combate —dijo Omi sin mucho entusiasmo—. Nuestra gente verá lo que puede verse en la Comunidad de Saint Ivés o en la Mancomunidad Federada.

—¿Incluyendo los anuncios?

—Ningún gobierno rechazaría pagos lucrativos como los que se ofrecen por su retransmisión.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Kai.

—Vaya, empiezo a ver el problema. La flexibilidad, la debilitación de la rigidez militar, la promoción de contratos y la introducción de anuncios de productos comerciales pueden ayudar a tu padre y a su decisión de reformar el Condominio. Sin embargo, a ojos de los tradicionalistas puros es muy peligroso.

—Además, como soy yo la que lo propongo y lo ejecuto, lo ven como una mera fantasía de mujer. Para ellos eso es sinónimo de fracaso, de modo que no tomarán medidas para asegurarse de que funciona.

—Y si fracasa, fue la fantasía de una mujer —concluyó Kai sacudiendo la cabeza—. De hecho, para ellos ya eres cuestionable debido a tu relación con Victor, y creen que puedes ser sacrificada sin ninguna repercusión política para tu padre o tu hermano. Sin embargo, a ojos de la gente, tu celebridad te brinda una buena oportunidad para hacer algo antes de que alguien intente cortarte las alas.

—Es una lástima que seas luchador de Solaris, Kai Allard-Liao. Tu forma de entender la política es intuitiva y acertada.

Kai levantó la mano.

—La política es algo que quiero evitar a toda costa. Precisamente fui a Solaris para escapar de la política —dijo al tiempo que observaba un resplandor en los ojos de ella. En aquel instante, la voz mecánica que resonó por toda la Nave de Descenso le impidió seguir hablando.

Kai palpó el cojín de la silla y extrajo ambos extremos de un arnés de seguridad. Se lo ató a la cintura mientras Omi hacía lo mismo con el cinturón de contención del sofá. El guerrero se echó hacia atrás y colocó las manos sobre los brazos acolchados.

Sonó otro pitido mientras la Nave de Salto se preparaba para salir de Tetersen. En un abrir y cerrar de ojos, la propulsión de salto Kearny-Fuchida dibujó un campo de desplazamiento alrededor de la Nave de Salto y todas las naves de Descenso se amarraron a sus brazos de acoplamiento. Cuando el campo alcanzó la estabilidad, la nave fue instantáneamente transportada a una distancia de treinta años luz.

Al menos Kai sabía que el salto era instantáneo. Sus observaciones subjetivas no eran de ninguna ayuda porque, para él, el mundo empezó a detenerse hasta tal punto que sus pensamientos necesitaban una eternidad para fluir. El árbol de Navidad parecía estar creciendo descontroladamente, rasgando la burbuja de realidad definida por las paredes del salón. Se desvaneció por el agujero que se había abierto en el techo y a continuación todos los elementos de la habitación se estiraron y siguieron al árbol, entre ellos el propio Kai.

No sintió ningún dolor cuando sus piernas se arremolinaron y se elevaron hasta introducirse en el agujero negro. Por un instante tuvo la desconcertante sensación de que le habían dado la vuelta, sensación que desapareció de repente cuando el universo apareció ante él como un molde utilizado para arrojarlo de nuevo. Sintió una presión intensa que fue disminuyendo hasta que las nuevas constelaciones que brillaban al otro lado de la ventanilla de su cabina le indicaron que nada había cambiado.

—Debemos de estar en Thuban. Dejaremos dos Naves de Descenso, recogeremos otra y nos pondremos en camino —explicó Kai advirtiendo la curiosidad que desprendía la mirada de Omi—. ¿He dicho algo mal?

Ella sacudió la cabeza.

—Era una reminiscencia de mis pensamientos antes del salto. La guerra te ha cambiado enormemente.

Aquel comentario le sorprendió.

—Nos cambió a todos, Omi.

—Cierto, aunque a ti te ha afectado de una forma más interesante.

—¿Cómo?

Ella sonrió.

—Recuerdo cuando estabas en Outreach. Eras tu crítico más severo. Victor lo comentaba a menudo. Si el Kai de Outreach hubiera entablado aquella conversación conmigo, todos los análisis habrían sido suavizados mediante el uso de condicionales. Lo habrías expuesto todo empleando las conclusiones más salvajes e improbables que jamás se hubieran podido extraer de un hecho.

Tiene razón. Kai se miró las manos.

—La guerra me cambió —dijo. Se detuvo tras estas palabras, porque lo que había pasado en Alyina sólo lo sabía él. Ni siquiera se lo había explicado a Victor, posiblemente porque sabía que no habría tolerado la opinión que su amigo le habría dado. Por otra parte, Victor le habría permitido cualquier cosa, porque ofrecía una lealtad incondicional a todo aquel que se ganaba su simpatía.

—En Alyina intervine cuando creía que los Clanes iban a matar a Victor. Como consecuencia, acabé atrapado allí.

Los ojos azules de Omi se llenaron de compasión.

—Gracias a lo que hiciste en Alyina, Victor logró escapar de los Clanes y pudo rescatar a mi hermano.

—Nadie más podría haberlo hecho —dijo Kai enrojeciendo al advertir el gesto de asentimiento de ella—. Salvó a Hohiro. Eso lo dice todo.

—Tú sobreviviste seis meses solo en un planeta ocupado por los Clanes y los ayudaste a devolvérselo a ComStar. No es una hazaña cualquiera.

—No estaba solo, sino que me ayudaron. Los Clanes me habrían matado. El coronel estelar Taman Malthus lo habría hecho si ComStar no hubiese interferido en nuestra lucha —dijo mientras sentía una punzada de dolor en el pecho que le recordaba las heridas que había sufrido en manos de los Elementales del Clan mientras intentaba escapar de Alyina—. Sin embargo, tienes razón sobre el hecho de que aprendí algo sobre mí en Alyina. Un amigo me dijo que me había puesto el listón tan alto que no me daba cuenta de cuáles eran realmente mis dones especiales. Malthus y los otros Elementales también lo vieron. Sus esfuerzos me han ayudado a tener más confianza en mí mismo.

—Tu amigo era muy intuitivo —dijo Omi sonriendo con dulzura—. Él también debía de ser muy especial para hacerte ver lo que tu familia y tus superiores no consiguieron.

Kai asintió con la cabeza.

—Sí, mi amiga era muy especial —dijo. Al instante, Omi lo miró a la espera de una explicación, pero Kai optó por el silencio. Confío en ti, Omi, pero no estoy seguro de confiar en mí mismo para discutir sobre Deirdre Lear, pensó, tras lo cual añadió—: Vine a Solaris por ella, para averiguar lo especial que soy.

Omi hizo un leve gesto de asentimiento.

—Puede que tu campeonato te dé la respuesta. Tu amiga debe de estar orgullosa.

—Lo dudo. Odia la lucha, especialmente las de Solaris —dijo encogiéndose de hombros—. Perdimos el contacto cuando me fui de Alyina. De eso hace ya casi tres años y medio.

La mirada de Omi le indicó que se daba cuenta de lo incómodo que se sentía.

—Tu invitación a cenar decía que servirías una comida tradicional navideña. ¿Me está permitido preguntar qué es?

Gracias por tu comprensión, Omi.

—Bueno, una gran cantidad de manjares exquisitos —dijo Kai tirando de la placa de cierre de su cinturón de contención y desatándose de la silla—. Muchos de ellos no pueden describirse, así que ni siquiera lo intentaré. Creo que lo mejor es que pasemos a la galería y lo experimentes por ti misma.

Le ofreció el brazo y Omi pasó la mano por debajo.

—Feliz Navidad, Kai Allard-Liao. Que el espíritu de la Navidad permanezca para siempre en tu corazón.

—Te deseo lo mismo, Omi Kurita —dijo esforzándose por sonreír. Y a ti también, Deirdre Lear. Especialmente a ti.