Nave de Descenso Qianlian, destino Solaris VII

Marca de Tamarind, Mancomunidad Federada

Deirdre acarició el pelo de David, que se había quedado dormido en su regazo. Mientras lo cubría con la manta, deseó con todas sus fuerzas que el hombre que se sentaba delante bajase el tono de voz. En un acto de amabilidad, el hombre había conectado los auriculares al visor holográfico portátil pero, al parecer, las imágenes que obtenía de Solaris lo habían enfurecido.

Deirdre podía ver la luz reflejada del visualizador LCD en su rostro y, cuando le pareció que la pantalla había dejado de mostrar explosiones y otras imágenes bélicas, le dio una pequeña patada en la pierna.

—¿Podría bajar el volumen?

El hombre desplazó la mirada desde su pie hasta su cara, la volvió a bajar y frunció el entrecejo.

—¿Qué? —preguntó en voz alta antes de sonrojarse y quitarse los auriculares—. Perdone, ¿qué dice?

—¿Podría controlar su tono de voz? —volvió a preguntar Deirdre esbozando la sonrisa más amable que pudo—. Mi hijo está muy cansado y no quiero que se despierte.

—Claro —dijo el hombre devolviéndole la sonrisa—, pero apuesto a que a él también le gustaría ver esto. Hasta ahora, el combate está muy reñido.

Deirdre sacudió la cabeza.

—No le dejo ver luchas.

—Esto no es sólo una lucha, señora, es arte. Kai Allard-Liao está defendiendo su título. Esto es historia —dijo el hombre sacudiendo la cabeza—. Pilota el ’Mech de su padre en La Fábrica.

Deirdre cerró los ojos intentando contener las lágrimas.

—Por favor, señor, puede ir a ver si están dando la lucha en el salón. Mi hijo… Perdí a su padre por culpa de los Clanes y de la guerra.

El hombre asintió compasivo, aceptando la mentira.

—Lo siento. Claro, iré allí. De todos modos, esta pantalla es demasiado pequeña para poder ver algo.

—Gracias —dijo ella con una sonrisa en los labios que ocultaba lo mal que se sentía por haberle mentido. No fue hasta que se cerró la puerta cuando cayó en la cuenta de que había perdido a su Kai por culpa de los Clanes y de la guerra. Y porque soy estúpida.

Deirdre se giró para mirar a través de la pantalla visora y contempló el planeta al que se dirigían. Apretando el crista-lino plástico con la mano, se sorprendió a sí misma haciendo algo que nunca había creído que llegaría hacer. Con todo su corazón, rezó en silencio por la seguridad de Kai.