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Tharkad

Distrito de Donegal, Mancomunidad Federada

19 de diciembre de 3055

Allí solo, frente a la tumba de su madre, el príncipe Victor Ian Steiner-Davion se sentía intimidado por la infinidad de interpretaciones que la gente daba a todas sus acciones. Tanto la prensa como sus propios asesores considerarían el hecho de que hubiera ido solo como el deseo de un hijo devoto de llorar la muerte de su madre en privado. Muchos de los habitantes de su reino, que ocupaba un territorio de más de mil años luz, aceptarían ese juicio. También sabía que la mayoría de ellos vivían dentro de los límites del viejo reino de su padre, la Federación de Soles.

El pequeño príncipe se arrodilló sobre una pierna, ajeno al viento helado que le fustigaba la piel y caía con fuerza sobre la sábana blanca que cubría el cementerio. Se desabrochó los botones inferiores de su largo abrigo de lana gris y se quitó el sombrero. El viento estiraba su cabellera rubia rojiza mientras el contacto de los copos de nieve lo hacía estremecerse de frío.

La llama eterna que ardía en la base de la placa conmemorativa de su madre silbaba y se contorneaba, mezclándose con algún copo de nieve que se le aproximaba demasiado. El agua de la piedra que la rodeaba se volvía a ratos sólida y a ratos líquida, según si era el aire o el fuego el elemento que se unía a la danza.

Victor escarbó en la nieve que se amontonaba junto a la base de la placa con las manos protegidas por los guantes y la fue sacando a montones irregulares, como si la capa de hielo que se había formado fuera un puzzle partido en mil pedazos. El viento sacudía los copos de nieve más ligeros y dejaba que fuera su mano la encargada de retirar el pesado granizo. Al hacerlo, iba apilando la nieve al otro lado de la larga caja que había sacado del aerocoche.

Victor sabía que en algún lugar, donde la vista no le alcanzaba, algún periodista estaría capturando, digitalizando e incluso editando su imagen para que el universo pudiera tener una prueba de lo que Victor Steiner-Davion, príncipe de la Mancomunidad Federada, estaba haciendo. Sabía que los vídeos sensacionalistas podían interpretar esa acción como un desesperado intento de desenterrar a su madre o de ocultar pruebas reveladoras que pudiesen demostrar, más allá de la sombra de la duda, que su madre no había muerto en una explosión hacía ya seis meses. Sabía que no podía hacer nada por impedir los comentarios sobre su visita e intentaba buscar consuelo en la advertencia de su hermana Katherine: «No hay nada peor que la mala publicidad, Victor».

—No, Katherine, sí que lo hay —se dijo a sí mismo, firme en su negativa a conferir a su hermana el nombre de su abuela pese a que casi todos los habitantes del reino ya la llamaban Katrina—. Sí que hay algo tan malo como la mala publicidad, y Ryan Steiner lo dirige con una habilidad deplorable.

Victor dejó que su odio hacia Ryan lo exacerbase mientras seguía cavando en la nieve y descubría las palabras grabadas en la base de granito de la placa: «Melissa Steiner-Davion, devota mujer, estimada madre y caritativa monarca». Victor sonrió al leer las palabras que había leído en tantas ocasiones.

—Seguro que te habría gustado saber que te recuerdan así, madre.

El príncipe titubeó al darse cuenta de que quizá no debía hablar en voz alta con la mujer enterrada bajo la piedra y el hielo. En su corazón resultaba de lo más natural hablar así con su madre, pero no tardó mucho en advertir cómo ese susurro junto a la tumba de su madre podía ser utilizado en su contra. A la menor sospecha de ello, Ryan Steiner y sus aduladores elaborarían una red de mentiras que convertirían a Victor en un tonto supersticioso que consultaba a los fantasmas antes de tomar decisiones.

Victor se enfureció al pensarlo y estuvo a punto de dar un puñetazo a la piedra, pero en su lugar esbozó una sonrisa por haber sido capaz de contener sus impulsos. El viejo Victor habría dado rienda suelta a su enojo en aquel momento y aquel lugar. Los vídeos sensacionalistas, por su parte, habrían tergiversado completamente la historia y Ryan se habría encargado de convertir a Victor en un hijo lunático y desagradecido que clamaba contra la mujer a la que debía su vida.

Ya había tenido ocasión de sentir el malestar de tales mentiras cuando su hermana Katherine declaró que dejar el cuerpo despedazado por la bomba en la capilla ardiente era una falta a la dignidad y la belleza de su madre. Katherine, actuando según la advertencia de Victor de hacer lo que creyera más conveniente, había pedido que el funeral se celebrara con la mayor rapidez. De todos los hijos de Melissa, Victor había sido el único que no había podido asistir.

Ryan no tardó en inventar la historia de que Victor odiaba a su madre y que hasta podría haber participado en su asesinato. La respuesta inmediata y airada de Katherine desmintiendo tales declaraciones había conseguido disipar el daño, pero en la Mancomunidad Federada había quien se aferraba al malicioso mito como hiedra a la pared. Aunque Victor había crecido y estudiado en Tharkad, algunos opinaban que había traicionado a la mitad Steiner de su legado y que le habría encantado apoyar a un rival que hubiera vuelto a los valores tradicionales de la casa Steiner.

Exactamente el papel que tanto codicia Ryan. Victor respiró profundamente, dejando que el frío aire le secara la garganta y le hiciera sentir un fuerte dolor en los dientes. Ryan jugaba muy bien al juego de la política, pero con la ayuda de Katherine, Victor había aprendido un par de cosas que le habían permitido recuperar el terreno perdido. Era cierto que, aunque hubiese desperdiciado la oportunidad de visitar la tumba de su madre, el hecho de que ahora le ofreciese una plegaria mostrándole sus respetos podía darle cierta ventaja para debilitar la influencia de Ryan.

Victor se esforzó por deshacerse de sus preocupaciones políticas y recogió la caja que había traído consigo. El clima de Tharkad era tan impredecible que, incluso en lo que supuestamente era la mejor estación del año, el día podía estropearse. Algunos videntes decían que al sexto mes de la muerte de su madre vendría una ola de frío que demostraría que dios estaba enfadado y que el mundo acabaría en Navidad. El príncipe no creía en nada de esto y en su interior se alegraba de que las inclemencias del tiempo impidieran acercarse a todo el que quisiera espiarlo.

Abrió la caja y sonrió. Ya había previsto los caóticos cambios climáticos cuando planeó su visita al lugar de descanso de Melissa, el mismo día que los Demonios de Kell enterraban a sus difuntos a las afueras de Arc-Royal, hacía ahora dos meses. Pese a lo mucho que quería a su madre y lo mucho que lamentaba su pérdida, se arrepentía de no haber podido asistir personalmente para agradecer a los mercenarios su actuación en una misión que había salvado a la Esfera Interior de volver a verse involucrada en una guerra brutal contra los Clanes. Como la imagen era de vital importancia en los medios de comunicación, no había podido ir y había enviado a Katherine junto a su ayudante Galen Cox para que lo representasen en Arc-Royal.

Abrió la caja y retiró cuidadosamente una flor de cristal perfectamente tallado. De moda desde que su madre reveló su pasión por la extraña flor de mycosia, el simulacro había sido recortado y pulido hasta que su belleza alcanzó la de la genuina. El artesano que lo creó había recibido una preciosa suma de dinero y, al volverlo a examinar, Victor decidió recompensarlo todavía mejor.

Cada hoja y cada pétalo habían sido elaborados a partir de una holografía. Las hojas del tallo contenían imágenes de viejos amigos de Melissa, como Misha Auburn o sus primos, Morgan y Patrick Kell. Las amplias hojas idénticas que protegían el capullo mostraban retratos de todos los colores de sus padres, Katrina Steiner y Arthur Luvon. Cada uno de los cinco pétalos de la flor correspondía a un hijo, y en el centro se encontraba una holografía de la boda de Melissa con Hanse Davion.

Victor quiso decir algo, pero la garganta se lo impidió. Depositó con cuidado la flor de cristal en el suelo helado a los pies del obelisco conmemorativo de su madre y volvió a levantarse despacio. Cabizbajo, le dedicó una breve plegaria y se agachó a recoger el sombrero y la caja que había utilizado para transportar la flor. Luego se abrió paso entre la nieve en dirección al aerocoche que lo estaba esperando.

Cuando estuvo cerca, un hombre alto salió de la puerta trasera de la limusina negra. Tras pasear la mirada por el cementerio, el hombre, con el largo abrigo negro desabrochado y la mano derecha libre para desenfundar la pistola, abrió la puerta al príncipe.

Victor sabía que hasta que no estuviera a cubierto en el coche no podría más que esbozar una leve sonrisa o hacer un breve saludo. Curaitis se había opuesto a su solitaria visita al cementerio y no cedió hasta que acordó con Victor que mantendría la zona bajo vigilancia durante las setenta y dos horas previas y que no permitiría la entrada a nadie durante las ocho horas anteriores. Estoy seguro de que esto no me dará ninguna popularidad entre los colegas de Curaitis del Departamento de Inteligencia, especialmente entre los que se han encargado de controlar la zona.

Victor se acomodó en el amplio asiento de atrás de la limusina, dejando a un lado la caja y desabrochándose el abrigo mientras Curaitis subía al coche y cerraba la puerta. El hombre, de pelo negro y estructura corpulenta, dio un golpecito en el vidrio antibalas que separaba el compartimiento de los pasajeros del asiento del conductor.

—Adelante.

El príncipe se hundió en el asiento mientras la turbina del aerocoche se ponía en marcha y elevaba el vehículo como si fuera transportado en un cojín de aire. Los copos de nieve revoloteaban alrededor como si se hubiese desatado una tormenta, pero la aceleración del momento permitió que el coche se deshiciera de la nube. Victor echó un vistazo al desolado campo de lápidas ordenadas y uniformes del cementerio nacional de Triad. Se preguntó si él también sería enterrado allí algún día junto a los otros Steiner que habían dirigido la Mancomunidad Lirana o su sucesora, la Mancomunidad Federada.

Curaitis, apoyado en el asiento retropropulsor lateral, también miraba en silencio por la ventana. Victor sabía que el hombre no diría nada a menos que le preguntase algo. No cabía la menor posibilidad de que Curaitis se comportase con tanta falta de deferencia o respeto hacia Victor y las personas que trabajaban para él. Si el agente de seguridad creía que Victor debía saber algo, no tardaría en decírselo, y si Victor pedía más información, puede que Curaitis le proporcionara más.

—¿Informe?

Curaitis se apretó el oído con la mano y asintió.

—Nuestros equipos encontraron a tres personas con cámaras de holovídeo y otros dos dispositivos de grabación por control remoto. Hemos identificado a dos de ellos, periodistas en busca de imágenes sensacionalistas. Los estamos controlando, pero todavía no los hemos detenido. La tercera persona es nueva, pero parece ser una estudiante de periodismo intentando conseguir imágenes para un proyecto semestral de la universidad de Tharkad. La tendremos vigilada hasta que podamos verificar su identidad, pero el informe preliminar ha resultado negativo.

—¿Qué hay de los dos dispositivos por control remoto?

—Uno pertenece a uno de los periodistas sensacionalistas y el otro todavía no ha sido identificado. También lo estamos investigando —explicó Curaitis frunciendo el entrecejo al ver que el aerocoche tomaba una curva demasiado cerrada—. Si nadie viene a recogerlo en los próximos dos días tendremos que intervenir.

Victor asintió con la cabeza y se quitó los guantes de piel negra.

—¿Algo de nuevo en el mundo de las buenas noticias?

Curaitis se encogió de hombros con cierta indiferencia.

—Peter presidió la reintroducción de la pantera de oro de Lyons en la llanura de la reserva pantanosa de Dordogne. Grupos de ecologistas y de cazadores deportistas han aplaudido la propuesta, que es probablemente la primera de la historia en la que ambos grupos se ponen de acuerdo.

El príncipe esbozó una amplia sonrisa.

—Eso son buenas noticias. ¿Peter se está adaptando?

—Es posible. Vuestro hermano sigue despreciando la idea de verse atrapado en un páramo como Lyons, pero lo soporta. Parece que su compañía de ’Mechs le tiene aprecio y, aunque son bastante novatos, el teniente general Gardner ha dicho que vuestro hermano es un guerrero hábil cuya influencia empieza a hacerse notar entre su gente. También se lleva bien con la gente del lugar, y la forma en que intervino en las dos partes de la disputa sobre la pantera causó muy buena impresión, puesto que tiene contactos influyentes en ambos lados del asunto.

—¿La gente empieza a calmarse o Ryan sigue organizando marchas de protesta?

—Las únicas protestas que hay son tenues y proceden de la comunidad religiosa de Bellerive.

Victor sacudió la cabeza.

—¿Siguen proclamando que soy el anticristo?

—Sí, con Peter como apóstol —volvió a contestar con indiferencia el agente de seguridad—. No hemos encontrado conexión alguna entre ellos y Ryan, pero estamos preparados para actuar si deciden hacer algo más que rezar por ambos.

—En este momento me conviene que recen. Tengo que fastidiar a Ryan y el hecho de que Peter tenga una buena relación con los habitantes de la isla de Skye es como una piedra en el zapato para Ryan.

—Puede que vos también tengáis una.

—¿Cuál?

La expresión de Curaitis se iluminó, apagando la intensidad de su mirada por una fracción de segundo.

—Cuando vuestra hermana y Galen Cox se desviaron hacia Ginestra para investigar sobre el desastre del terremoto, consiguieron una gran popularidad ayudando y consolando a la gente del lugar. Está claro que los vídeos sensacionalistas no tardaron en ir más allá en su relación, pero también la prensa de más credibilidad empezó a difundir la historia. Katherine elogió a Peter diciendo que él había sugerido que se desviasen, y su buena reputación como ayudante vuestro también jugó una parte importante. Como es de la isla de Skye y Katherine parece prendada de él, algunas fuerzas contrarias a Ryan han empezado a defender a Galen como rival vuestro. Hay incluso rumores de que estableció amistad con Ragnar Magnusson cuando entrenabais juntos en Outreach, con lo que su fama se ha extendido entre los rasalhaguianos exiliados en Skye.

Victor entrelazó las manos mientras hacía repicar los dedos. No sabía cuál de las dos noticias le gustaba más: si la de Galen convertido en un antídoto para Ryan o la de Galen y su hermana cada vez más involucrados en vídeos sensacionalistas. Imaginaba que aquello ocurriría e, incluso, Galen y él habían bromeado al respecto cuando Victor le pidió que escoltase a Katherine en Arc-Royal. El hecho de que Galen fuese ahora la espina clavada de Ryan era una sorpresa de la que Victor se alegraba enormemente.

—¿Las historias sobre Galen y mi hermana son sólo humo o parece que hay fuego?

La mirada de Curaitis se ensombreció mientras la limusina descendía la pendiente bajo el Triad.

—No se han acostado juntos, si os referís a eso.

El príncipe se quedó perplejo por un instante, mientras su sentido del honor familiar y una posible brecha en él batallaban con el afecto que sentía por Galen.

—Eso no me sorprende. Galen es un caballero y Katherine tiene la cabeza en su sitio. -Además, no me gustaría negarles la felicidad que Omi y yo todavía desconocemos, pensó el príncipe, tras lo cual prosiguió—: Francamente, prefiero no saber si quieren acostarse juntos. Lo que quiero saber es si se demuestran afecto.

Por vez primera desde que conocía a Curaitis, el agente de seguridad parecía estar perdido.

—Preguntadme si tal persona es asesina, Alteza, y os lo diré. Preguntadme si tal persona sería un buen agente (y Cox lo sería) y puedo responderos. Lo único que puedo decir es que no he recibido ningún informe sobre un romance en el campo de los agentes asignados para velar por su seguridad, pero esa gente tampoco está entrenada para advertir o cuantificar ese tipo de cosas. Los medios de comunicación no han captado ninguna muestra pública de afecto, pero aparte de eso no tengo ningún modo de contestar a vuestra pregunta.

Victor sonrió antes de estallar en una carcajada.

—Son pocos los hombres a los que aceptaría como cuñados, pero tener a uno que podría servir para debilitar la base de apoyo de Ryan en Skye… En fin, lo cierto es que sería algo especial. Si ve que empieza a surgir algo, hágamelo saber.

—Como deseéis, Alteza.

—Ah, y supongo, debido a su silencio al respecto, que el rumor sobre un pago al hombre que asesinó a mi madre no ha sido verificado, ¿no?

Curaitis sacudió la cabeza.

—Al investigarlo no llegamos a ninguna conclusión, y nuestros agentes de Inteligencia que van tras Ryan no han podido establecer relación alguna.

—¡Maldita sea! Esperaba haber descubierto por fin el arma asesina para poder probar que fue él quien dio la orden de asesinar a mi madre —exclamó Victor cerrando el puño con fuerza—. No puedo creer que Ryan consiguiese acabar con ella sin cometer ningún error en todo el proceso.

—No sabemos si lo cometió, Alteza. Sólo sabemos que todavía no lo hemos descubierto —dijo el corpulento hombre con las manos flexionadas mientras el aerocoche entraba en la zona de aparcamiento y aterrizaba lentamente en el subterráneo del palacio—. Es arrogante y se cree invulnerable, pero un día resbalará y lo atraparemos.

Victor asintió con la cabeza. Y entonces haré que lo mate el asesino que contrató para matar a mi madre.

—Muy bien. Manténgame… —dijo Victor bajando el tono de voz mientras Curaitis volvía a apretarse el oído—. ¿Qué pasa?

Curaitis sacudió la cabeza.

—La estudiante del holovídeo está libre de culpa. La soltaremos.

—No, espere.

—¿Alteza?

Creo que incluso Katherine halagaría la forma en que voy a llevar este asunto.

Victor sonrió satisfecho.

—Quería imágenes para un proyecto escolar, ¿correcto?

Curaitis asintió.

—Muy bien. Haga que su gente la traiga aquí con su equipo. Concederle una entrevista es lo mínimo que puedo hacer para compensar las molestias causadas, ¿no cree? Me hará ganar puntos dentro de la comunidad periodística y el sector educativo —dijo Victor encogiéndose de hombros—. Al menos eso espero. Parece no gustarle la idea. ¿Qué pasa?

—Concertar la reunión será sencillo, pero para ello tendrá que aplazar la cita con el enviado de Tormano Liao.

Victor murmuró algo. Su padre había apoyado a Tormano Liao y a su movimiento por una Capela Libre porque la operación había ayudado a distraer la atención paranoica de Romano Liao. Con la intervención de Ryan en la isla de Skye y el efecto devastador de la guerra de los Clanes en la economía de la Mancomunidad Federada, Victor se había visto obligado a recortar fondos para Capela Libre. Con el acuerdo de aprobar una nueva legislación, el general de estados también había accedido a aplazar un nuevo impuesto de apropiación hasta el segundo cuarto del año siguiente.

—Sólo con pensar que tendré a Karla Hsing asediándome sobre el recorte de los fondos me dan ganas de pasar todo el asunto a Ryan —dijo el príncipe frunciendo el entrecejo—. Disponga de alguno de los de Asuntos Exteriores para deshacerse de ella y sugerirle que mi paciencia, como el tesoro público, no es ilimitada. Cuando se acabe una, también lo hará la otra.

—Contad con ello.

—Tormano no se da cuenta de que no es más que un viejo demonio de guerra y que sus quejas no son lo que eran cuando estaba su hermana —dijo el príncipe estremeciéndose—. Me gustaría que Tormano se retirase y convenciese a Kai para ocupar su puesto. De este modo, Capela Libre tendría un dirigente fuerte con el que negociar.

—Yo diría que Tormano estaría encantado de que Kai lo sucediera al frente de Capela Libre. Es Kai el que parece tener reticencias.

—Kai es más sensato que la mayoría —dijo Victor mientras sonreía al recordar a su amigo—. Entonces ya tenemos resuelto lo de Hsing, ¿verdad?

—Como deseéis, señor. Estáis aprendiendo a jugar al juego político —dijo Curaitis con una sacudida de cabeza—. Mi función es velar por su seguridad, pero Victor Davion, el distante líder militar, era más fácil de salvaguardar que el príncipe Victor, el político.

—Ahí está el error, Curaitis. Mi función es mantener la Mancomunidad Federada con vida, y para hacerlo tengo que ser tanto un político como un soldado —dijo Victor con una sonrisa en los labios—. Pero no se preocupe. Ambos odiamos nuestras nuevas funciones.

Curaitis asintió.

—Pero las haremos de todos modos.

—Así debe ser, agente Curaitis, así debe ser.