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Ciudad de Solaris, Solaris VII

Marca de Tamarind, Mancomunidad Federada

19 de enero de 3056

Aunque algo cansado y con los huesos entumecidos por el viaje a Ciudad de Solaris, Kai Allard-Liao esbozó una amplia sonrisa al ver a los tres hombres que lo esperaban en la sala de aterrizaje.

—Me sorprende que vuestro estricto superior os diera tiempo libre para venir aquí.

El mayor de los tres hizo una solemne reverencia y unos mechones de pelo blanco se le echaron hacia adelante.

—Tienes razón en casi todo. Lo que no sabes es que nuestro superior es tan permisivo que nos deja salir de la tienda cada vez que brilla el sol en Solaris.

Kai soltó una carcajada.

—¿Tan permisivo es, Fuh Teng? Parece mentira que no haya despedido a un criado tan leal como tú, siendo tan permisivo.

El viejo hombre sonrió de forma paternal.

—Es de gran gentileza y desconoce mis graves errores.

—Su padre le enseñó que apenas cometes errores y que nunca son graves —dijo Kai estrechando la mano del hombre y abrazándolo con fuerza. Gracias a la ayuda de Fuh Teng, Kai había convertido las agencias Cenotafio en una organización próspera y con grandes beneficios.

Sin embargo, pese al esfuerzo perseverante de Fuh Teng, las guerras de los Clanes habían perjudicado a Cenotafio. A diferencia de otras agencias, Cenotafio había permitido e incluso alentado a los luchadores que tenía contratados para que se enfrentaran a los Clanes. Gracias a esta política, la agencia contaba con la buena voluntad del gobierno de la Mancomunidad Federada, pero también había acabado con gran parte del talento de Cenotafio. Cuando se informó de la muerte de Justin Allard y de Kai durante la guerra, los aficionados a los ruedos de Solaris dieron por perdida la agencia.

Pero Kai no había muerto en la guerra. Combinando su energía con el conocimiento y la experiencia de Fuh Teng, lograron reconstruir la agencia. Ambos pensaban que los MechWarriors que habían hecho frente a los Clanes tenían una ventaja con respecto a los demás e iniciaron una política de contratación de veteranos de guerra, incluso de aquellos cuyo nombre no tenía reconocimiento en Solaris. Esto les permitió ganar más dinero con sus habilidades marciales que ejerciendo otro oficio en tiempos de paz.

Muchos de los ex combatientes que firmaron permanecieron en la agencia hasta conseguir el dinero necesario para volver a la vida civil y, luego, lo dejaron. Kai, que ya estaba concienciado, no se sorprendió en absoluto. Sin embargo se alegró mucho cuando algunos decidieron quedarse en Cenotafio por más tiempo. El segundo hombre al que Kai saludó era uno de estos luchadores.

—Vi el holovídeo de tu lucha con Jason Block, Larry. Un bonito combate con disparos de largo alcance.

El hombre de pelo castaño sonrió no sin cierta reticencia, como avergonzado por el elogio.

—Estar en el ruedo Steiner le dio ventaja. Es como un tiburón tras un pez desangrándose cuando el calor aumenta. La próxima vez, si es que la hay, quiero que sea en Boreal Reach con una tormenta de nieve huracanada.

—Funcionó para Tanya O’Bannon contra Bloch —dijo Kai estrechando la mano de Larry Acuff y dándole una palmadita en el hombro—. Y sí que habrá una próxima vez, cuenta con ello.

Kai se giró hacia el tercer hombre.

—Recibí tu mensaje al llegar, Keith. ¿Así que Ryan Steiner ha comprado Oonthrax?

Keith Smith sonrió mientras estrechaba la mano de Kai.

—Todavía no es oficial, pero hay dinero moviéndose por toda la Mancomunidad Federada para sanear las deudas de Oonthrax y comprar una parte a los accionistas sin que nadie lo sepa. Steiner ha intentado ocultarlo, pero trabajan demasiado rápido para no dejar rastro —dijo el tech informático llevándose la mano al bolsillo izquierdo de su oscuro traje de salto—. Tengo los datos aquí, codificados y todo, pero supongo que el cambio de dirección será anunciado esta semana. He oído que quieren ponerle el nombre de Tigres de Skye.

Kai frunció el entrecejo al captar el sentido implícito de que Ryan Steiner comprase una agencia en Solaris. Al principio, la idea le había parecido estúpida porque la dirección de una agencia mantendría al duque alejado de sus sediciosas actividades contra la Mancomunidad Federada.

—¿Ryan se desplazará aquí para dirigirla o se convertirá en otro propietario fantasma?

Keith se encogió de hombros.

—No mientras el juguete sea nuevo. Su Nave de Descenso personal partió de Porrima el primer día del año y estará aquí antes de tu defensa del título. Puede que hasta llegue a tiempo para anunciarlo.

—Será divertido —dijo Kai mordisqueándose el labio inferior con expresión distraída—. Para comprar la agencia tendrá que presentar la propuesta ante la Junta de Propietarios. Tal vez no la acepten.

Fuh Teng sacudió la cabeza y condujo al cuarteto por el largo pasillo que llevaba al garaje.

—No es muy probable. Ryan ya era copropietario de la agencia. Lo único que está haciendo ahora es aumentar sus acciones. Así que por muy bien que expongas tus argumentos en contra, no creo que los propietarios se pongan de tu parte para impedir que Ryan tome el poder.

Kai asintió con la cabeza.

—Si yo expusiera mis argumentos en contra, votarían a favor sólo para fastidiarme.

A diferencia de su padre, Kai había conseguido el título de campeón y se había quedado en Solaris para atender los asuntos de Cenotafio. Casi inmediatamente, había empezado a atacar algunas de las prácticas comerciales más comunes. Pensaba que los contratos para los luchadores que arriesgaban sus vidas en los ruedos eran poco más que acuerdos de servidumbre involuntaria, principalmente porque el yakuza y otras fuerzas del crimen organizado habían echado por tierra todos los intentos de los guerreros de Solaris de crear una unión. Las cooperativas formadas por MechWarriors independientes ofrecían mejores tratos a sus propietarios-luchadores, pero los propietarios de las agencias consiguieron acceso a las reservas de los ruedos de elite de clase 5 y la única manera de que las cooperativas consiguiesen luchadores para los combates era pagando exorbitantes cuotas de reserva que no eran más que sobornos.

Kai había iniciado entonces una serie de reformas en la estructura de Cenotafio que pusieron fin a la Edad Oscura de Solaris. Gracias a la preocupación de Fuh Teng por desarrollar un sistema alimentador, Cenotafio disponía de luchadores de calidad para todos los niveles de juegos en Solaris, quienes acabaron convirtiéndose en campeones «locales» de Solaris. Mediante la incorporación de guerreros que se habían enfrentado a los Clanes, Cenotafio logró crear una sólida carrera para sus miembros de toda la Mancomunidad Federada. El hecho de que algunos de estos luchadores hubiesen sido prisioneros de guerra sólo aumentó su popularidad. Larry Acuff se convirtió en uno de ellos tras haber sobrevivido en un campo de prisioneros de Alyina.

Todo esto creó una demanda de luchadores de Cenotafio en los contratos de lucha, una demanda que impedía a los otros propietarios tratar la agencia como una cooperativa gigante y dejarlos fuera. Probablemente habrían pasado de apoyar el crimen organizado a destruir Cenotafio, pero gracias a la amistad de Kai con Victor Davion y Hohiro, el hijo de Theodore Kurita, se acordó una retribución en caso de que esos grupos empezasen a jugar sucio. Además, Kai era el heredero al trono de Saint Ivés, una nación soberana con ejército propio. Y por si eso fuera poco, Kai podía contar con su tío Daniel Allard, que dirigía la mayor unidad mercenaria: los Demonios de Kell.

Ninguno de los mayores propietarios de agencias se planteaba la posibilidad de utilizar la violencia contra Kai y Cenotafio.

Con una fundación casi inexpugnable, Kai empezó a aumentar la paga de sus luchadores. Les hacía contratos cortos para que pudieran luchar, conseguir algo de dinero y retirarse a otro planeta si lo deseaban. Los otros propietarios suponían que Kai estaba perdiendo dinero a pasos agigantados y que pronto se daría cuenta del error de su forma de actuar. En realidad, Cenotafio perdía muy poco dinero gracias a la buena administración de la agencia por parte de Fuh Teng.

Entonces, a principios de 3054, Kai consiguió una serie de sorprendentes victorias que recordaban a las luchas que había protagonizado su padre en su carrera hacia el título en 3027. Se comprometió a hacer dos luchas a la semana, utilizando su propio dinero para doblar las cantidades ofrecidas. Empezó con Glenn Edenhoffer de las agencias Oonthrax, que por aquel entonces era el número veinte de Solaris y pujaba por ascender. En tres meses se había enfrentado y derrotado a los veinte mejores guerreros de Solaris. Por lo tanto, el torneo de campeones de finales de año no fue más que una formalidad para otorgar a Kai el título oficial de campeón.

Aunque el título le dio unas ganancias sin precedentes, él las utilizó en pequeñas dosis. Kai seguía teniendo la intención de reformar el sistema de Solaris y adaptarlo a los hombres y mujeres que arriesgaban sus vidas en las luchas, pero sabía que los salarios cada vez más elevados destrozarían los juegos de Solaris. La única forma de avanzar sobre aquella cuerda floja era expandir el mercado de los juegos, que a su vez aumentaría los beneficios de los propietarios.

Exponer su idea a los otros propietarios era difícil y había desencadenado una guerra continua entre ellos. Pero Kai tenía un arma secreta: la increíble habilidad de Keith Smith para infiltrarse en los sistemas informáticos de las otras agencias. Con su ayuda, Kai había conseguido los datos financieros necesarios para localizar y destruir cualquier tipo de resistencia a sus ideas. Este método le permitió ejercer presión sobre los otros propietarios en caso de que intentaran obstaculizarle o impedirle el paso.

Por el momento Kai había conseguido, hasta cierto punto, llevar los asuntos a su manera, pero la llegada de Ryan Steiner podía desbaratar su meticuloso plan. Ciudad de Solaris no era más que un lugar político y una parte considerable de la población complementaba sus ingresos al servicio de las diversas organizaciones de Inteligencia de la Esfera Interior. Sin embargo, la política del Mundo de Juegos apenas operaba sobre los niveles de poder interestelares. De hecho, Kai era de algún modo el mejor lobo de la manada debido a sus vínculos con Victor y Saint Ivés. Ryan, por su parte, tenía una sólida base de poder, además de más años de práctica en el mundo de la política, y parecía gustarle mucho.

Y yo no tengo nada de eso. Kai sacudió la cabeza.

—Keith, ¿sabes si Taman Malthus y sus Elementales tienen permiso para asistir a la defensa de mi título?

—Los mismos movimientos de tropas que te retuvieron han puesto muy difícil la creación de un circuito de mandos de naves desde el territorio de los Halcones de Jade a Solaris, pero esperamos que las cosas mejoren.

—Bien. Mantenme informado de los problemas logísticos. ¿Qué hay de las autorizaciones políticas para el viaje?

—Básicamente, un sinfín de «estamos en ello». Él gobierno de la Mancomunidad Federada está dispuesto a permitir la presencia de una misión diplomática de los Halcones de Jade en la lucha, pero sólo porque la petición llegó a través del gobierno de la Comunidad de Saint Ivés. ComStar, que ya la ha aprobado, está estancada. También corre el rumor de que el il-Khan dará el visto bueno al viaje, pero la Liga de Mundos Libres se muestra reticente a tener miembros de los Clanes tan próximos a su frontera. El punto más conflictivo, sin embargo, son las reglas de combate. Todo el mundo está de acuerdo en que los Clanes se defiendan en caso de ser atacados, pero ComStar y los Halcones de Jade están deliberando sobre la posibilidad de un ataque.

Keith sacudió la cabeza.

—Tú tuviste que hacer amistad con miembros de los Clanes que consideraban el sarcasmo como una brecha del honor.

Kai se encogió de hombros.

—No creo que ninguno de ellos sea muy receptivo al humor a costa suya.

Larry levantó la cabeza.

——Hablando de poco sentido del humor —susurró.

Kai miró al otro lado del pasillo y vio un grupo de hombres altos, fuertes y silenciosos vestidos con los trajes oscuros de cuello alto blanco y las gafas de sol que su tío exigía a sus hombres de seguridad. El cansancio por el largo viaje volvió a apoderarse de él. Esto es lo que me faltaba.

Justo detrás de los hombres venía Tormano Liao, con el aspecto de hombre ocupado pero contento de haber encontrado tiempo para saludar a su sobrino. El hombre, de menor estatura que Kai pero con una fuerza virulenta, hizo caso omiso a la falange de hombres de seguridad y aceleró el paso.

—Me alegro de ver que ha soportado bien el viaje.

Zao, bofu —dijo Kai haciendo una solemne reverencia, posición que mantuvo durante varios segundos—. El viaje ha sido menos agotador que el funeral. Ofrecí sus condolencias, como sé que habría deseado.

—Estoy en deuda con usted.

Kai notó el deseo de Tormano de atraparlo en una red de conversación que lo mantendría separado de sus amigos y culminaría en otro recital de todos los esfuerzos de Capela Libre para destronar a Sun-Tzu. Sin tiempo ni ganas de soportarlo, decidió interrumpir a su tío antes de que pudiera empezar.

—Me alegro de verlo aquí, tío. Supongo que estaba trabajando y ha conseguido escaparse cuando ha oído que venía.

Tormano mantenía los ojos medio cerrados y una animada expresión en la cara.

—De hecho, he venido expresamente para darle la bienvenida a Solaris. Pensaba que podríamos pasar algún tiempo juntos, tal vez para cenar. Debe de tener hambre.

Casi inconscientemente, Kai echó un vistazo a su cronómetro.

—Perdone que lo interrumpa, señor, pero llegamos tarde aúna reunión.

Mientras que Kai estuvo a punto de estremecerse al oír el tono formal de Keith, Tormano aceptó su supeditación sin sospechar nada.

—Gracias, señor Smith. Si los señores Acuff, Fuh Teng y usted me conceden un momento, todavía podremos hacerla.

Sus tres compañeros se alejaron por el pasillo y los hombres de seguridad de Tormano se giraron para observarlos como si fueran asesinos en serie. Kai sacudió la cabeza.

—De haberlo sabido, tío, podría haberle hecho un hueco en mi agenda. He estado fuera mucho tiempo y hay asuntos que debo atender.

Tormano apoyó una mano en el antebrazo de Kai con delicadeza.

—Lo entiendo. Mi antiguo secretario se habría ocupado de ese detalle, pero ya no está conmigo.

—Oí que tenía un trato con Sun-Tzu.

—Sí, pero fue un intento fallido. Fue descubierto y confesó inmediatamente. Encontramos su controlador y tenemos a otro romaniaco bajo vigilancia —explicó Tormano con una fría sonrisa—. Usted ya sabe lo peligroso que es Sun-Tzu. Sin embargo, no es invencible y algún día caerá.

—No me cabe la menor duda, tío —dijo Kai al darse cuenta de que la conversación se encaminaba hacia territorio enemigo—. Pedí a mi contable que aportara dinero a alguna de las causas que usted financia, así que ya están cubiertas. Ya veré qué más puedo hacer cuando el combate haya pasado.

—Wu Deng Tang será un contrincante formidable —dijo Tormano en un áspero susurro—. Tiene que ganar esta lucha.

—Ésa es exactamente mi intención —dijo Kai golpeando suavemente la mano que tenía sobre el brazo—. Me acompañará en la cabina, por supuesto.

—Sería un honor —dijo Tormano asintiendo hacia su sobrino con complacencia—. Tengo en mente celebrar una recepción por usted y Wu un mes antes de la lucha. Me han dicho que tal vez Katrina Steiner y Galen Cox estén aquí por ese entonces.

Y conseguir la influencia de Katrina no le vendría nada mal a tu causa, ¿no? Kai sonrió.

—Excelente. Estoy seguro de que a Omi Kurita le encantará volver a verlos.

Tormano parpadeó.

—¿La hija del coordinador vendrá a Solaris?

—La Taizai no está más de medio día por detrás de la Zhangshi —dijo Kai reprimiendo una carcajada ante la expresión de desconcierto de su tío—. Confío en que también la invitará a su recepción.

—Sí, sí, por supuesto.

Kai esbozó una inocente sonrisa.

—E imagino que tampoco querrá excluir a Ryan Steiner.

Aquella sugerencia parecía convenir más a Tormano.

—Por supuesto que no.

Así que ya sabías que Ryan Steiner comprará una agencia en Solaris. Tu red de Inteligencia no es tan mala después de todo.

—Bien.

Tormano apretó con suavidad el brazo de Kai.

Ganará esta lucha, Kai, y todos sus amigos se sentirán orgullosos de su victoria.

—Gracias por su confianza, tío —dijo Kai inclinándose de nuevo y retirando el brazo que su tío le tenía agarrado—. Por favor, llame a mi oficina y pida cita para cenar juntos algún día de esta semana. Desearía que pudiera ser ahora, pero…

—Vaya a su reunión. Lo entiendo —dijo Tormano inclinándose ante él—. Entonces, algún día de esta semana…

Kai se reunió con sus amigos en el garaje subterráneo. Habían recogido su equipaje en la aduana —tarea que facilitaban los dispositivos diplomáticos— y lo habían colocado en el maletero del alargado aerocoche Feicui. Keith Smith se sentó de espaldas al conductor y Larry Acuff se instaló junto a él. Kai y Fuh Teng ocuparon el asiento trasero, hundidos en la piel de felpa.

Fuh Teng apretó un botón que informaba al conductor, que era hijo de uno de sus sobrinos, de que ya estaban preparados para la marcha.

—¿Tu tío tiene alguna noticia importante?

—La verdad es que no. Sabía lo de Ryan Steiner.

Keith frunció el entrecejo.

—Volveré a comprobar nuestros sistemas, pero no creo que la información proceda de allí.

—No te preocupes por eso —dijo Kai estremeciéndose al recordar la conversación con Tormano—. Parece que quiere desesperadamente que derrote a Wu Deng Tang. Sería propio de él cometer alguna fraudulencia para asegurarse de que gano.

—¿Como qué? ¿Se asegurará de que esta vez utilices las dos manos? —dijo Larry riendo.

Kai sacudió la cabeza.

—No, es más probable que atente contra Wu. Informa de ello, Fuh Teng, y avísame si notas algo extraño. Asegúrate de que todo el mundo sabe que mi honor garantiza la seguridad de Wu. Keith, ¿puedes introducirte en los ordenadores de Tormano?

—Más rápido que tú derrotando a tus contrincantes —contestó al tiempo que Kai adoptaba una expresión sombría—. Tormano tiene gran cantidad de información fuera de la red, pero puede que si echo un vistazo encuentre bocetos de memorandos y anotaciones. Veré lo que puedo hacer.

—Bien —dijo Kai apoyándose en el respaldo mientras el aerocoche emergía del garaje y se adentraba en las calles de las Colinas Negras. En lo alto, las nubes habían vuelto a apoderarse del cielo cubriendo el día con un velo gris—. A pesar de la penumbra y el doble juego, se agradece estar en casa.