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Nave de Descenso Zarevo, destino Shiloh
Liga de Mundos Libres
27 de abril de 3056
Desde donde estaba Peter, el ruido de fondo de las tres redes holovisuales de Shiloh se mezclaba en un sonido incongruente con la intensidad de la discusión en la habitación preparada de la Zarevo. No cabía duda de la decepción que se desprendía del tono de voz de los tres soldados que transmitían información negativa sobre los Asaltantes de Harloc. En una situación normal, los soldados se alegrarían de saber que el enemigo está concentrado en su base, pero todos queríamos atacar con fuerza y destrozarlos en una batalla contundente y decisiva. Echó un vistazo a la orden de ataque contra los Asaltantes de Skye que aparecía en la pantalla holográfica y se preguntó dónde debían de estar. Es como si supieran que vamos.
La idea inicial de los Cosacos era aterrizar con las Naves de Descenso en las llanuras de Chatham y desplegar ambos regimientos al sur, en dirección a la última zona en la que se sabía que habían operado los Asaltantes. Los primeros datos de Shiloh parecían normales y situaban a los Asaltantes cerca de la zona de aterrizaje deseada. Pero, de repente, dejó de llegar información sobre los Asaltantes.
Por lo que pudieron deducir de los datos que recibían de Shiloh, las únicas fuerzas que se enfrentarían a ellos en el planeta eran los Terceros Lanceros Sirios. Nikolai Khorsakov los había despedido porque los Lanceros no tenían posibilidad alguna de derribar a una unidad mercenaria de elite con el entrenamiento de los Cosacos.
—No puedo creer que se hayan desvanecido como una casa de papel en un tornado, Alteza, pero lo cierto es que no les tengo respeto alguno.
Aunque Peter pensaba que aquel comentario era tan tonto como sincero, tuvo que dar la razón al viejo líder mercenario. Aunque constituían una presa codiciada, los Asaltantes de Harloc no suponían una gran amenaza. La unidad era demasiado nueva para saber lo que era una batalla, de modo que la única manera de que desafiaran al enemigo era si Sun-Tzu sacaba a los luchadores de elite de todas sus otras unidades y los incorporaba a ésta, lo cual no era muy probable.
Para Peter, Wu Kang Kuo era la clave del puzzle. Khorsakov menospreciaba la experiencia de Wu, pero Peter creía que el oficial capelense era lo bastante listo para preparar una trampa. Obviamente, Wu discutiría el aterrizaje, ya que cualquier comandante sabía que aquél era el momento más vulnerable para una unidad de ’Mechs. Para él se trataba de saber cuándo, y no si Wu entablaría combate con ellos, pero no se veía capaz de convencer a los Cosacos de su punto de vista.
Peter dio una palmada a Nikolai en el hombro.
—Coronel Khorsakov, creo que nuestro enemigo saldrá cuando aterricemos y no antes. Si no recuerdo mal, teníamos indicios de que su base principal está a sesenta kilómetros al sur por el suroeste de nuestro LZ —dijo Peter con una leve sonrisa provocada por el entusiasmo de entrar en combate—. ¿Deberíamos aterrizar más cerca e invitarlos a salir?
El mercenario sonrió gentilmente.
—Todavía disponemos de dos días para planear nuestro aterrizaje. Ahora debo preparar los planes de contingencia.
—Bien —dijo Peter al tiempo que bostezaba y estiraba los brazos—. Un viaje demasiado largo con demasiada expectación. Creo que intentaré dormir. Despiérteme, si ocurre algo.
—Como desee, Alteza. Dulces sueños.
Peter esbozó una amplia sonrisa y saludó al hombre enérgicamente.
—Todos sobre nuestra batalla… Sí, serán dulces sueños.