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Horas después, Henri Benoit estaba en el lavabo de la sala de espera de primera clase de LAX. El primer tramo del vuelo había sido un placer, y esperaba lo mismo en su viaje a Bangkok.
Se lavó las manos, examinó su nueva personalidad en el espejo, la de un empresario suizo oriundo de Ginebra. Su cabello rubio platino era corto, la montura de carey de sus gafas le daba un aire erudito, y vestía un traje de cinco mil dólares con finos zapatos ingleses.
Había enviado algunas tomas de los últimos momentos de los McDaniels a los Mirones, sabiendo que al día siguiente habría muchos euros más en su cuenta bancaria de Ginebra.
Salió del lavabo, se dirigió a la zona principal de la sala, apoyó el maletín a su lado y se distendió en un mullido sillón gris. Por la televisión pasaban las últimas noticias, un especial, y la locutora Gloria Roja describía un crimen que, según decía, suscitaba «horror e indignación».
«El cuerpo de una joven decapitada se halló en una cabaña alquilada en una playa de Maui —dijo Roja—. Fuentes cercanas al Departamento de Policía dicen que la víctima había fallecido varios días atrás».
Roja se volvió hacia la gran pantalla que tenía detrás y presentó a una reportera local, Kai McBride, que informaba desde Maui.
«Esta mañana —dijo McBride a la cámara—, la señorita Maura Aluna, propietaria de este camping playero, encontró la cabeza y el cuerpo decapitado de una joven. La señorita Aluna reveló a la policía que había alquilado la cabaña telefónicamente y que la tarjeta de crédito del cliente estaba aprobada. En cualquier momento, esperamos declaraciones del teniente Jackson, de la policía de Kihei».
McBride se apartó brevemente de la cámara.
«Gloria —dijo—, el teniente Jackson está saliendo de la cabaña».
McBride echó a correr seguida por el cámara y la imagen bailó.
«Teniente Jackson —llamó McBride—, ¿puede concedernos un minuto?».
El cámara enfocó al teniente.
«De momento no tengo ninguna información para la prensa».
«Una sola pregunta, teniente».
Henri se inclinó en el asiento de la sala de espera, cautivado por la dramática escena que se proyectaba en la gran pantalla. Estaba presenciando el final del juego en tiempo real. Era demasiado bueno para ser cierto. Luego descargaría esa emisión del sitio web de la emisora y la incluiría en su vídeo. Tenía toda la saga hawaiana, principio, nudo y estupendo final. Y ahora, este epílogo.
Henry sofocó el impulso de decirle al hombre que estaba a dos asientos: «Mire a ese poli, por favor. Ese teniente Jackson. Tiene la piel verde. Creo que va a vomitar».
En pantalla, la reportera insistió.
«Teniente Jackson, ¿es Kim? ¿El cuerpo que ha encontrado pertenece a la supermodelo Kim McDaniels?».
«Sin comentarios. Estamos en medio de una investigación. ¿Quiere apagar esa cosa? Nunca hacemos comentarios sobre una investigación en curso, McBride, y usted lo sabe».
Kai McBride giró hacia la cámara.
«Me arriesgaré a sacar una conclusión y diré que la renuencia del teniente Jackson ha sido una confirmación, Gloria. Ahora todos esperamos una identificación que corrobore que la víctima era Kim McDaniels. Aquí Kai McBride, desde Maui».