29
Yo estaba sentado en una silla de plástico junto a Barbara McDaniels cuando oí que se abría la puerta del extremo de aquella sala larga y estrecha. Levon se levantó abruptamente y se plantó delante del policía casi antes de que cerrara la puerta.
Era corpulento, treintañero, de espeso pelo negro y tez marrón. Parecía una mezcla de Jimmy Smits con Ben Affleck, y también de dios surfista isleño. De americana y corbata, llevaba una placa enganchada en el cinturón; dorada, lo cual significaba que era detective.
Barbara y yo nos acercamos y Levon nos presentó al teniente Jackson.
—¿Cuál es su relación con los McDaniels? —me preguntó Jackson.
—Amigo de la familia —respondió Barbara.
—Trabajo para el L.A. Times —dije al mismo tiempo.
Jackson soltó una risotada y me escrutó.
—¿Conoce a Kim? —preguntó.
—No.
—¿Tiene alguna información sobre su paradero?
—No.
—¿Usted conocía a estos señores? ¿O acaba de conocerlos?
—Acabamos de conocernos.
—Interesante —dijo Jackson con una sonrisa burlona. Se volvió hacia los McDaniels—. ¿Ustedes entienden que el trabajo de este hombre consiste en vender periódicos?
—Lo sabemos —dijo Levon.
—Bien. Sólo quiero prevenirles que todo lo que le digan irá directamente a la primera plana del L.A. Times. Por mi parte, no me gusta su presencia. Señor Hawkins, tome asiento. Lo llamaré si lo necesito.
—Teniente —intervino Barbara—, mi esposo y yo hemos hablado de esto y de hecho confiamos en Ben. Él cuenta con la influencia del L.A. Times. Podría lograr mucho más que nosotros por nuestra cuenta.
Jackson resopló pero pareció asentir.
—Cualquier cosa que salga de mi boca —me advirtió— tiene que ser aprobada por mí antes de que se publique, ¿entiende?
Asentí.
El despacho de Jackson estaba en un rincón al fondo del edificio, tenía una ventana y un ruidoso aire acondicionado; había numerosas notas en las paredes azules, cerca del teléfono.
Jackson invitó a los McDaniels a sentarse y yo me apoyé en la jamba mientras él abría una libreta y anotaba los datos básicos. Luego pasó a las preguntas importantes, partiendo, me pareció, de la premisa de que Kim era una chica ligera de cascos, cuestionando sus hábitos nocturnos y preguntando sobre los hombres de su vida y el uso de drogas… …Barbara le respondió que su hija era una estudiante con excelentes calificaciones. Que había apadrinado a un bebé ecuatoriano a través de la Christian Children's Fund. Que era una chica muy responsable y que era inaudito que no hubiera devuelto las llamadas.
Jackson escuchó con cara de aburrimiento.
—Ya, estoy seguro de que es un ángel —dijo al fin—. Todavía no he visto el día en que alguien venga aquí para admitir que su hija es una drogadicta o una pelandusca.
Levon se puso de pie y Jackson también se levantó, pero Levon le soltó un puñetazo en un hombro que lo lanzó contra la pared, que tembló con estrépito. Placas y fotos cayeron al suelo, lo que cabía esperar tras recibir el impacto de noventa kilos.
Jackson era más robusto y más joven, pero Levon era pura adrenalina. Sin más, cogió a Jackson por las solapas y le dio un empellón. La cabeza de Jackson resonó contra la pared. Se aferró al brazo de su silla, que se volcó, y él cayó por tercera vez.
Fue una escena estremecedora aun antes de que Levon diera el toque final.
—Maldita sea —le espetó a Jackson—, esto me ha hecho sentir bien, hijo de perra.