Marte es una bola de nieve, Venus un caldero hirviente de ácido sulfúrico. En cualquier lugar del universo encontramos rocas estériles y polvo, pero aquí no… La Tierra es especial, un caso especial. La hipótesis de Lovelock es de todo menos demostrada. La vida se autorregula, pero ¿a través de qué agencia o proceso? El campo morfogenético… el campo es real, es real y puede ser manipulado. Esto es lo que creo, ahora. No tengo elección. [Notas de laboratorio, 15/02/04]

—¿Qué demonios estás haciendo aquí?

Mael Mag Och levantó las manos fingiendo exasperación.

—Salvar tu pellejo, muchacha. Te has metido en un problemilla, ¿no? Ese tipo corpulento, el de la vacuna, iba a romperte la cabeza. Así que hice lo único que podía hacer, que era traerte aquí. Ahora estoy haciendo todo lo que puedo para sacarte de este lugar. Demuéstrame un poco de cariño, muchacha. Muéstrale a tu mejor amigo del ancho y oscuro mundo un poco de amor, ¿eh?

—Casi había conseguido salir de aquí hablando. Lo habría logrado si me hubieras dado la oportunidad. —Nilla tiró de la cadena que la ataba a la pared, pero no cedía en absoluto. Intentó cerrar la mano, uniendo el meñique al pulgar, pero no le pasaba a través del grillete que tenía alrededor de la muñeca—. Ahora probablemente me dispararán porque darán por hecho que yo soy quien ha cortado la luz.

Mael Mag Och bajó las piernas de la mesa y se puso en pie. Caminó hasta detrás de la barra mientras hablaba con ella.

—Estoy aquí para rescatarte, muchacha, pero no es la única razón por la que he venido a tu lado en esta fría y húmeda prisión. Este lunático reprimido soldado tuyo está en contra de nosotros. Y es listo.

—¿Le tienes miedo? —preguntó Nilla. Era imposible. Pero si fuera cierto…

Mael se rió. Pasó la mano por la barra como si la estuviera limpiando con un trapo.

—No es una amenaza. Nuestra victoria está asegurada. Podría retrasar mis planes unas cuantas semanas, tal vez, si se esforzara de veras.

Nilla tiró del grillete. Comenzó a salir, pero parecía que también se iba a llevar la piel de su mano. «Dios, eso sería una mierda», pensó ella. Cuando estabas muerto tenías que tener cuidado con esas cosas.

—¿Y cómo has hecho esto? ¿Está Dick por ahí tirando paneles eléctricos con la cara?

—Dick está cerca, pero no, muchacha, esto ha sido un trabajo interno.

Ella se sentó e intentó relajarse. Se había escapado antes. En el hospital, cuando pensaba que todavía estaba viva, se había librado de cuatro puntos de inmovilización. Miró el grillete. Lo estudió. Quizá… quizá si giraba la mano de esta manera y a la vez tiraba con cuidado, así…

—¿Un trabajo interno? ¿Has sido capaz de infiltrar a un muerto en este sitio?

—Oh, no, muchacha, aunque hubiera sido un placer hacer algo así. Pero quizá no todos mis buenos sirvientes están muertos, ¿eh? Al menos éste no lo estaba hasta hace unos momentos.

—Odio cuando te pones tan críptico —le dijo Nilla, entrecerrando los ojos. El grillete cayó al suelo con un estruendo. Era libre.