Sheldrake es un loco, por supuesto. ¿Rutas canalizadas? ¿Campos mórficos? ¡Todo es química! No sé por qué malgasto mi tiempo con este sinsentido. ¿La diferenciación celular estimulada por campo biológico no se puede detectar de manera directa? ¡Vamos! [Notas de laboratorio, 09/04/03]

Muy al interior de Nevada, en lo profundo del territorio vetado. Nilla había viajado más en una noche en la furgoneta del espacio desde que se había vuelto a despertar. Cientos de kilómetros. No había tráfico.

—¿Por qué nos dirigimos al este? Las cosas nos iban bien en Las Vegas. Teníamos un negocio —le dijo Mike a Mellowman una vez. Nilla no tenía otra cosa que hacer que escucharlos discutir entre ellos, eso y mirar las estrellas y la noche por la luna trasera de la furgoneta—. Teníamos algo de protección. Esta carretera lleva a… No lo sé, mierda. Al infierno en la Tierra.

—Aquí están los dragones —le dio la razón Mellowman—. Y algunas personas como los dragones. Alguna gente pagaría lo que fuera por echar un vistazo rápido a la cacha izquierda de un dragón. —Él se movió en la parte de atrás de la furgoneta y atravesó andando como un pato el campo visual de Nilla. Tenía los ojos rojos, casi brillantes, lo que tampoco era sorprendente teniendo en cuenta la proporción de humo de marihuana y oxígeno en el interior del vehículo.

—¿Adónde me estáis llevando? —preguntó Nilla con voz aguda.

Mellowman parecía haber dado con un nuevo método para lidiar con su oposición a morirse y consistía en ignorarla sin más.

—Además —dijo él, pero no a ella—. Las Vegas está en las últimas.

—¿De qué hablas? ¡La Cámara tiene a la gente a salvo!

—La Cámara —le replicó, con un tono cada vez más imperioso— está hecho para gilipollas como yo, y sé que me estoy quedando sin ideas. Cada día se pone enferma más gente, más de estas cosas están sueltas. No. Las Vegas está en las últimas. Si queremos que suceda algo, algo de verdad, la costa Este es el lugar en el que debemos estar. Quizá incluso más lejos. Apuesto a que nuestro espectáculo tendrá una calurosa acogida en Londres. ¿Alguna vez has estado en París? La Ciudad de la Luz. Te puedo llevar allí si te callas y haces lo que te digo.

—¿Tú crees que se detendrá aquí? ¿No crees que lo llevaremos a Europa con nosotros?

—Estoy haciendo lo que parece correcto. Sigo mis instintos. Eso es todo lo que tengo, lo que me ha traído hasta aquí y me ha permitido sobrevivir e incluso construir algo en un mundo que quiere matarme cada vez que me doy la vuelta. Y ¿sabes una cosa, Mike? Últimamente mis instintos me dicen que vaya al este y cómo hacerlo. Últimamente me dicen que viaje ligero. Tengo que deshacerme de los lastres. ¿Qué te parece eso? Te incluiré en mis planes porque tú sabes cómo preparar la mierda. Dando por sentado que vas a dejar de llevarme la contraria.

Se produjo una prolongada pausa antes de que Mike contestara.

—¿Quieres librarte de mí, eh? Así puedes quedarte solo con Termita —dijo él finalmente, como si hubiera renunciado a algo—. Bien, mierda, él hace lo que tú dices, sin duda. Es un conductor de cojones y cava tumbas más deprisa que nadie que conozco, pero no es muy dado a la conversación. Y ahí surge la cuestión de qué hará él cuando se te acaben los azucarillos. Crees que ahora está bromeando…

Mellowman se tumbó en uno de los colchones plegables.

—Supongo que en eso tienes razón. Ahora cállate. Quiero dormir. Mellowman quiere dormir.

—Claro. Por supuesto —dijo Mike. Nilla no podía verle la cara desde donde estaba sentada.

Tras eso, silencio, durante un buen rato. El sonido de las ruedas sobre el asfalto, que en realidad no es un sonido en absoluto cuando te acostumbras.

Nilla aguzó el oído y comenzó a oír el tintineo de las llaves del coche, o la respiración profunda de Mellowman. Él nunca roncaba, aunque de vez en cuando murmuraba algo oscuro y obsceno mientras dormía.

A ella no le estaba permitido dormir. No le estaba permitido ni siquiera distraerse. Parecía que fuera lo que fuese lo que el destino le deparaba no era amable.

Oyó a Mike acercarse hasta ella sin problema cuando llegó el momento. Cuando estuvo seguro de que Mellowman estaba totalmente dormido, se dirigió a ella con un susurro seco.

—Sé que estás muerta. No muerta. Pero también sé que no eres como los demás. ¿Qué demonios eres? —No parecía esperar una respuesta directa de ella. Quizá pensaba que ella se negaría a facilitarle ese tipo de información. Aunque si lo hubiera sabido, se lo habría contado todo.

—Tienes amigos en las altas esferas, tengo que concederte eso. Salir de la tumba de esa manera… Tiene que haber algún motivo importante. O alguna amenaza seria. Alguien te quiere de verdad si pueden hacer desistir a Rick de una emoción así. ¿Te importaría contármelo?

Ella negó, con cuidado, para no dislocarse los huesos del cuello. La vibración de la furgoneta en movimiento le hacía sentirse como si fuera a desintegrarse en pedazos en cualquier momento.

—No sé —dijo ella—. Está ese tipo, está muerto, pero me aprecia. Su nombre es Mael Mag Och. Dijo que intentaría ayudarme. Eso es todo cuanto sé. Él me habla…, envía sus pensamientos a mi cabeza, es como telepatía, y me dijo que intentaría ayudarme.

Mike se sentó y la miró a la cara.

—¿Mael Mag Och? ¿Qué clase de nombre es ése? —Él se agachó más—. ¿Tú crees que… quiero decir, sabes qué tipo de trato está haciendo con nosotros?

Nilla entornó los ojos.

—Oh, él nunca haría un trato contigo. Tú eres el que hace la vacuna. Estás tratando de detenernos.

La cara de Mike se arrugó en una mueca.

—¿La vacuna? No, eso no es… bueno, supongo que no lo sabes. —Dirigió la mirada al bote de pastillas rojas—. Esta cosa sólo es placebo. Cápsulas de azúcar. —La miró a los ojos buscando comprensión—. Es inútil, no hace nada. Todo esto es un timo que se le ocurrió a Rick. Yo soy licenciado en química medioambiental, sé cómo hacerlas. Eso y lo que mantiene a Termita más o menos sano. Fue idea de Rick vender la vacuna a la gente. Al principio lo calificaba como un experimento psicológico, quería ver si volver de entre los muertos era una idea que la gente tenía en la cabeza. O eso o me ha estado tomando el pelo desde el principio. Escucha, necesito alejarme de él. Tú tienes que largarte. Quizá podríamos hacer nuestro propio acuerdo. Tal vez podamos ayudarnos mutuamente.

Ella no tenía la fuerza suficiente para volverse invisible. Ni para estar sentada durante mucho tiempo. No era capaz de imaginar en qué modo podía ayudarlo a él, pero sabía que ésta era su gran oportunidad, su única posibilidad de huir de Mellowman y la furgoneta del espacio. Mael Mag Och nunca haría un trato con un ser humano vivo, por supuesto, pero si ella mentía, si se inventaba algo…

Al final tampoco tenía energía para pensar una mentira convincente.

—Yo… yo lo intentaré —dijo ella al rato, en voz muy baja.

La cara de Mike se heló, inexpresiva y fría.

—Te recomiendo que lo intentes con todas tus fuerzas. Rick no es como el resto de la gente. Está loco de remate.

Se arrastró de vuelta por el suelo de la furgoneta y no le dirigió la palabra durante el resto de la noche.

Por la mañana, con la luz blanca entrando a través de la ventanilla de la furgoneta, machacándola con su calor, la furgoneta redujo la velocidad y salió de la carretera. Nilla notó como daba botes, se sacudía y la tiraba de un lado a otro, como si fuera una muñeca de trapo, antes de frenar. Cuando la puerta se abrió y pudo volver a ver el exterior de nuevo, estaba ante la entrada de una cueva. Había carteles advirtiendo la peligrosidad por todas partes: CUEVA JUKEBOX. PROHIBIDO EL PASO. Una puerta de barrotes de hierro atada con cadenas y un enorme candado cubrían la entrada.

Mellowman se estiró y gruñó mientras se levantaba de su estrecha cama. Salió de la furgoneta y se metió la mano por delante de los pantalones como si estuviera tocándose. Cuando al fin sacó la mano tenía una llave de acero que encajaba en el candado a la perfección. Abrió la puerta y la furgoneta entró marcha atrás en la oscuridad de color naranja apagado de la cueva. Nilla se dio cuenta de que ésta debía ser su destinación.

La oscuridad recayó sobre ella cuando la furgoneta se metió más adentro.