Capítulo XII
ZAIDA le preguntó a Inés, parecía una chica bastante sincera y abierta, por si sabía algo de la anterior médica de la ONG. No conseguía entender por qué se habían tenido que traer al bebé a Sevilla. La explicación era bastante más sencilla de lo que le parecía, la asistencia médica no había podido atender a un bebé huérfano. Al principio, la camarera no supo que la anterior médica francesa había sido amenazada por preocuparse por el estado del niño. Le sugerían que los Náufragos del Mundo estaban dedicados al mundo y eran parte de algo mucho más importante incluso que estar vivos. Después vinieron las pintadas frente al pequeño hospital, los niños con mensajes privados de viva voz pidiéndole marcharse, el hombre siguiéndola por las calles y por último recibió una carta con la dirección de sus padres en Francia. Al final dormía en una de las camas del hospital para vigilar al enfermo. Nadie se percató de nada, incluso cuando lo contaba no la creían. Su última decisión fue la de llevarse el bebé e irse con él. Intentó enterarse de quiénes eran y por qué querían deshacerse del niño, pero fue cuando empezaron a seguirla, relataba la camarera ante la cara de estupefacción de Zaida. La misión de quien la acosaba era recuperar al niño a toda costa sin escándalos, bastaba con que lo llevasen a un hospital marroquí para hacerse con el control de la situación.
Zaida insistía a Inés con distintas preguntas sobre Marrakech, se reservaba para el final la más intrigante para ella desde que había llegado.
—¿Qué es o quienes son los Náufragos del Mundo?
—Bueno —responde Inés con una aplomado suspiro final—. ¿Y cómo sabes tú algo de ellos?
—Ya te he dicho que conocí al ingeniero en Sevilla. Había ido hasta allí para traerse de vuelta el bebé que la anterior médica se llevó. Decían que había sido abandonado con un papel diciendo que era un Náufrago del Mundo y que por eso había sido abandonado.
—La verdad es que sé lo justo, lo que se escucha por ahí. Son un grupo de gente importante que se reúne no se sabe para qué. Si te metes con ellos puedes tener muchos problemas. Pero si te digo la verdad, no sé si es un rumor o es cierto, yo no he visto nunca nada. Recuerdo que una vez le pregunté a un amigo, la verdad, porque me enteré que la chica francesa andaba preocupada con el tema, pero tampoco él sabía gran cosa. No sé, puede que sea una especie de leyenda urbana. Aunque si realmente quieres saber algo más deberías ir a ver a Marta Molina, tiene una librería unas calles más abajo. Conoce todos los cotilleos de por aquí y seguro que tendrá algún libro sobre el tema.
—Pues creo que voy a verla ahora mismo —sin pensárselo dos veces Zaida—. Estoy muy intrigada con el tema —sin querer decir preocupada—. Me despido de estos dos y voy, encantada.
Los dos chicos no pueden creer que se marche sin tomar una cerveza, Zaida se va con la excusa de resolver un asunto importante.
—Ya me contarás más cosas de París, Robert —para que entendiese que ya hablarían más profundamente del tema interrumpido—.
Salió a la calle en busca de una librería llamada Rayuela, sin percatarse, que un hombre la sigue y va tras ella. Al ir bajando las calles multitud de chicos jóvenes árabes la intentan parar y venderle de todo, al principio era amable, al llegar frente a la librería ya ni los mira cuando se le acercan y con gesto de su cabeza rechaza cualquier invitación. La tienda parece sacada de otro tiempo, todo está hecho de una preciosa madera de encina exportada de los bosques del Congo. Los libros están divididos según la lengua y el tema. Tras una enorme mesa se encuentra una chica muy pequeña con enormes gafas. Al principio la mira sin decir nada, luego responde al saludo en castellano que le hace Zaida nada más entrar. Las estanterías van desde el suelo al un techo alto, un mueble lleno de manuscritos hace de isla en mitad de la tienda.
—¿En que puedo ayudarle? —hablando en castellano directamente—.
—Tuteame, no puedes ser mucho más mayor que yo. Estaba buscando algo de información. Acabo de llegar a Marrakech para trabajar como voluntaria en la ONG Sosworld y hablando con la dueña del bar Cervantes me dijo que si quería saber algo de por aquí viniese a preguntarte a ti.
—Espero poder ayudarte, aunque Inés es muy exagerada, no soy tan cotilla como te habrá asegurado, dime.
—¿Qué sabes sobre los Náufragos del Mundo?
—¿Has tenido algún problema con alguno?
—¿Entonces existen de verdad?
—Pues claro, y desde hace mucho tiempo. Hay muy poco escrito sobre ellos y hay que remontarse muchos años atrás para saber algo de su historia. Yo tuve la gran suerte de conocer a uno de ellos, me dejó un libro sobre su historia y costumbres que tuve que devolverle, pero puedo contarte lo que leí. Sabes, no es tan difícil entrar. Hay varios requisitos: tener una posición influyente, poseer una gran fortuna o pasar una prueba de inteligencia. Evidentemente, hay rangos y escalafones, y está claro que alguien de un rango inferior puede que nunca llegue a conocer a los de rango superior, son muy celosos de su identidad.
—¿Pero son peligrosos?
—Mira, nadie es peligroso hasta que le molestan. Esta gente son un grupo masónico, no sé si sabes algo sobre masonería. En fin, aquí se trata de influenciar de algún modo en la sociedad; en su caso, a nivel económico. Imagínate si varias grandes fortunas quisiesen que el valor del aguacate aumentase y compran e invierten en él, médicos y científicos también dicen que es maravilloso e intelectuales y demás están de acuerdo, generaría un movimiento que provocaría que cuando el aguacate fuese la mejor fruta del mundo todos hubiesen salido ganando mucho dinero. Ellos creen que por encima de las religiones, de las fronteras o de las lenguas, el dinero y el bien mandan, porque sin llevarse bien y evitar guerras de qué vale tener dinero. Es la fraternidad lo que manda para ellos, hay que llevarse bien con todos, porque todos queremos ganar algo. Si lo piensas no es ninguna tontería, al final todo se trata de dinero y quien diga lo contrario miente.
—Mi profesión va mucho más allá del dinero.
—¿Seguro?
—Soy médica y estoy ejerciendo de voluntaria.
—¿Por cuánto tiempo?
—Dos meses.
—Pues no sé yo si realmente, pero me vale. Aunque tienes buenos sentimientos no siempre vas a vivir de ellos.
—No, es cierto.
—Esta gente empezó hace mucho tiempo, su historia se remonta a los tiempos de Constantino, fue el emperador romano que fundó Bizancio, la actual Estambul en Turquía. En el año 313 legalizó la religión cristiana mediante el Edicto de Milán y mediante el Primer Concilio de Nicea en el 325 otorgó la legitimidad a la religión cristiana por primera vez en el Imperio Romano. Incluso luego dictó otros edictos en el 314 y 315 para atacar y aniquilar a las religiones paganas, incluso habiendo sido Roma un imperio pagano, pero es que su madre era de familia cristiana e influyó mucho en él. Pero a lo que iba, en aquella época con tantas guerras, a pesar todo, Constantino decide hacer un pacto con todos los grandes señores y reyezuelos que rodeaban Bizancio para mantener la paz, sobre todo con el pueblo persa. Durante 10 siglos sería greco-romana, resistiendo a quienes quisieron invadirla, esto fue debido a muchas cosas, sobre todo a la creación de una paz económica y comercial a través de un tratado secreto para pertenecer a los Náufragos del Mundo. Se supone que Constantino les puso ese nombre porque Bizancio estaba situada en el Bósforo, una región marítima a la que llegaban numerosos navegantes. Es curioso, pero al formar esta especie de asociación estaba luchando contra los paganos, aunque quienes pertenecían a este grupo tenían una especie de salvo conducto en cuanto a su religión; vamos, que lo más importante era el comercio para ganar dinero y no pelearse. De hecho, el símbolo que crearon fue utilizado durante mucho tiempo para identificarse entre ellos y fue el estandarte militar que Constantino puso a sus legiones antes de ganar la Batalla del Puente Milvio; el Crismón. Aunque en realidad la interpretación que él y los pertenecientes al actual grupo de Náufragos del Mundo era otra.
Le enseñó el dibujo de un Crismón, mediante las tres letras: p,X,I, se formaba en griego la palabra Cristo. Un símbolo utilizado por los cristianos hasta nuestros días sin saber su verdadero fin.
Fue Constantino quien inventó el signo en una revelación durante un sueño antes de la batalla decisiva del Puente Milvio el 20 de octubre de 312, en realidad se enfrentaban romanos contra romanos por el poder total de la zona y gracias al estandarte ganó.
—¿Pero qué tenía que ver el escudo para poder ganar la batalla? —pregunta la médica—.
—Constantino había hecho saber a los jefes de los ejércitos el acuerdo de libre comercio por encima de cualquier religión, al igual que a los soldados. Como te dije hay niveles, el caso es que comunicó a los diferentes niveles del movimiento. El ejercito de Constantino era la mitad que el otro y al final se dijo que era Dios quien les había ayudado a ganar la batalla, pero 70.000 hombres contra 170.000 no se puede explicar realmente más que diciendo que muchos de los hombres del ejército contrario decidieron dejarse ganar con la promesa de un imperio en el que podrían enriquecerse. Durante la batalla, del total de 140.000 hombres que murieron los que llevaban el crismón en sus banderas o bordados en sus trajes y grabados en sus cascos no lucharon entre ellos porque en mitad de la batalla todos se enfrentaron a quienes no lo llevaban.
—Pero a pesar de permitir las distintas religiones él instauró la cristiana como dominante de la zona, no tiene mucho sentido.
—Al contrario, él decía que había que permitir cualquier pueblo, pero que cada cual tenía derecho a ser de una religión concreta y decirlo. Era a través de la diversidad como se enriquecerían en ideas y sobre todo con dinero.
—No entiendo mucho de religión, aunque en Sevilla he visto muchos cristos, vírgenes e ingleses, como sabrás. Había visto el símbolo varias veces, aunque nunca me había preguntado por su significado. El caso es que es cristiano. ¿Por qué iban a aceptar las demás religiones y pueblos ése símbolo y no otro?
—Como te he dicho, fue algo accidental prácticamente. Se le ocurrió para que nadie sospechara porque significaba Cristo, que además era el fundador de la religión que quería imponer. El problema es que al utilizar el monograma, como se llama, los cristianos, no hubo forma después de saber que se trataba del grupo masónico o si era un cristiano el que lo estaba utilizando.
—¿Y qué hicieron?
—Lo pusieron en rojo sobre fondo negro y le dieron la vuelta a la p, no creas que te das cuenta a simple vista. Es un como si se reflejase el símbolo original en un espejo, es una reflejo de que era, al igual que ellos. Han cambiado muchas cosas, aunque en lo fundamental siguen siendo un grupo cultural y económico por encima de religiones. Tienen incluso un código ético por el que se rigen. No son peligrosos, ni un grupo raro.
—No estoy muy segura de eso.
—No creas todo lo que cuentan, hay quienes ven cosas donde no las hay. En realidad te he contado todo esto porque estamos interesados en que entres —al tiempo que Zaida comprende que está frente a una—, eres una chica con mucho futuro. Como ya te dije, sólo se entra de tres formas y tú estarás en una buena posición social en poco tiempo. No somos gente rara, como puedes ver todo está muy claro y no necesitamos ocultar nada. La única condición es ocultar a quienes no quieren que se sepa su identidad. Cosa que tampoco es tan difícil porque incluso los que estamos dentro no conocemos a los que están en niveles superiores, ten en cuenta que podemos llegar a ser muy influyentes. Aquí no hay ni truco ni trampa. Si estás dispuesta a saber más y enriquecerte intelectual y culturalmente serás bienvenida. Si no quieres o incluso si entras y no te gusta te puedes marchar cuando quieras sin más.
Tras asustarse bastante al darse cuenta de estar metida de lleno en la boca del lobo, Zaida se marcha a toda prisa con excusas sin sentido. Al encontrarse en la calle con la promesa todavía caliente en su boca de si cambiaba de opinión volver, echó a andar sin mirar atrás bastante asustada. Dos calles más abajo, y todavía con el miedo metido en el cuerpo, un chico árabe la aborda diciéndole que no puede marcharse de allí sin hacerse un tatuaje de henna. Estaba tan desbordada que necesitaba sentarse, fue por lo que cedió a hacerse el tatuaje en la mano. El chico árabe la sentó y en un español rudimentario le pidió calma mientras le hacía el dibujo.
—¿Cómo te llamas?
—Zaida.
—Tu nombre es casi tan bonito como tú. Qué suerte he tenido de tener frente a mí a una chica tan hermosa, pero pareces nerviosa. No hay nada por lo que preocuparse tanto.
Le preguntó qué hacía allí, le aconsejó tener cuidado con estar hasta tarde en la Medina.
—¿Crees en las líneas de las manos? —manteniendo la mirada en sus ojos hasta que no pudo seguir mirándolo—.
—Según el día, pero no soy de las personas que creen en el destino, no podría dedicarme a la medicina. Bueno, tampoco es cierto, supongo que habrá quienes digan que si un médico salva una vida es parte del destino. No sé, ¡no me hagas que te que parezca una filósofa de tres al cuarto! Lo tuyo es dibujar la mano ¿no? —con una risa vergonzosa—, pues venga que no tengo toda la tarde—.
—El tiempo no es nuestro, Alá es quien dice qué es de quien.
—Bueno… Ahora eres tú el filósofo-riéndose de nuevo—.
—En tu mano puedo ver que eres una mujer muy fuerte, pero sin pasado. Es como si no hubieses vivido la vida con la fuerza que querías. Pero no me lo explico, ¿por qué?
—¿Es lo que le dices a todas las chicas que se sientan en tu silla para hacerse un tatuaje? —mientras el chico seguía afanado pintando líneas en su mano. El leve cosquilleo que causaba el pincel en el dorso de su mano, los dedos alargados y fuertes del árabe tocando su palma la ponían cada vez más nerviosa.
—No, para nada. He tenido alguna novia, pero no duró mucho tiempo. No es fácil entender mi cultura, la gente sólo ve a los árabes como terroristas o gente con malas intenciones. Las extranjeras nos tienen miedo, aunque no todo el mundo es igual.
—Pues yo no pienso como todos los demás.
—Mira —mojando de nuevo su pincel para volver a realizar otro trazo y erizar la piel a Zaida—, sólo soy un chico pobre que se gana la vida en la Medina con mis tradiciones familiares. Aprendí de mis abuelos, luego de me mis padres.
—Podrías dedicarte a la pintura-mirando la cantidad de preciosas líneas marrones que adornaban su mano—.
—No, lo que yo hago es parte de mi pueblo. Eso de pintar cuadros no tiene nada que ver con nosotros. Ya sé que en Europa se hace, mi tradición dice que los cuadros somos nosotros.
—Preciosos lienzos, la verdad. Y lo mejor es que se borran, ¿verdad? —fijándose en su tatuaje de henna—.
—No temas, se te borrará dentro de unos días, cuando te hayas lavado la manos varias veces.
—¿Tienes mucha familia?
—Somos nueve hermanos, aunque ya han muerto dos. Aquí los hospitales no son muy buenos cuando no tienes dinero, sobrevive el más fuerte. Es por eso que mi raza es tan dura. —Lo siento. Yo soy hija única, pero hace unos años perdí a mi madre. Sé lo que es perder a un ser querido.
—Lo siento también, seguro que tu madre fue tan guapa como tú.
—Déjalo ya, al final me voy a creer que lo dices por decir.
—Es cierto, pero yo no me refiero a que seas guapa por fuera, eso ya se ve, eres guapa por dentro. Tienes una mirada que te hace distinta.
—¿Distinta?
—Sí, que no miras a la gente por lo que parecen, sino por lo que son. Me gusta —señalando la mano mientras alternaba su mirada sobre los ojos de Zaida—. Ya está casi terminado.
—¿Ahora me cobrarás como una obra de arte?
—Si lo es o no lo decides tú, de todos modos no pensaba cobrarte. Además, ya está terminado, puedes irte cuando quieras.
—No gracias, dime cuanto es.
—No me hagas parecer más pobre de lo que soy. Esto lo hago también por dar mi cultura a los demás.
—Mira, no te ofendas, ten estas monedas y déjate de tonterías que trabajas para algo, ni las cuento, ahí te las dejo, si no las quieres las tiras al suelo. Nos vemos pronto, a lo mejor vuelvo a pasar por aquí.
—Creo que no lo harás, pero hasta siempre.
Mientras se iba se dio la vuelta y gritó desde lejos.
—¿Cómo te llamas?
—Te lo diré si vuelves.
Más calmada retomó el camino hacia la casa, se le había olvidado un poco el asunto de los masones y las historias de la chica de la librería, aunque pronto volvieron a aflorar sin darse cuenta. Recordaba el ofrecimiento para entrar y, como le había dicho el chico del tatuaje, nunca había vivido realmente su propia vida. Al llegar a la ONG pensó de nuevo en que quizás ahora estaba empezando a tomar el timón de su vida. Subió hasta la cocina y la cena estaba preparada, pero todos habían terminado y la sala estaba vacía. Cogió un plato y se echó el cous cous de verdura, tenía buena pinta y aspecto de llenar poco, cogió algo de pan, una tarrina de mantequilla y se fue a su cuarto. Cenó deprisa y en silencio, deseaba tener una radio o algo para entretenerse como una televisión, la única que había estaba en el salón y no tenía muchas ganas de hablar con nadie. Al terminar volvió a llevar el plato a la cocina, Patrique la sorprendió al entrar.
—¿Qué hace por aquí el intrépido ingeniero?
—Esperar a que la preciosa nueva médica me invite a pasar la noche en su cama. ¿Y el dibujo de la mano? Ya te han convencido en la Medina, ¡eh!
—Pues sí, por probar, como contigo —sacando su lado más frío—. Eres muy predecible y yo cada vez más frívola, pero a quién le importa. Vente a mi cuarto —besándolo apasionadamente—.
Antes de salir de la cocina ya se había arrodillado y volvía a tener su pene en la boca, a pesar que no fuese lo que al chico le gustaba. Le excitaba que los pudiesen pillar, así que no lo dudó y hasta que no tuvo el semen del chico en su boca no paró.
—Vente a mi cuarto, quiero preguntarte algo.
—Ahora puedes preguntarme lo que tu quieras preciosa. Aunque todavía me queda algo que hacer por ti.
—Eso ya lo veremos después.
Al entrar en el cuarto Zaida cerro la puerta sigilosamente para interrogarle al abrigo de oídos ajenos.
—¿Por qué os llevasteis al bebé árabe realmente? ¿La médica que estaba aquí se tuvo que ir por que la estaban amenazando?
—¿Quién te ha dicho eso? Es completamente falso.
—¿Estás seguro? Sinceramente, no te diré quien, pero me han contado que fue así.
—Zaida,—con mirada de arrepentimiento— no te lo quise contar para no asustarte. No sabemos si fue así en realidad porque nunca vimos nada directamente. Todas la creímos, pero en realidad ya te digo que no vimos nada. ¿Pero quién te lo ha contado? Habíamos dicho que lo mejor sería no ponerte nerviosa con algo que no tenía nada que ver contigo.
—¿Podría estar en peligro? ¿Quiénes son esa gente?
—No, no tiene nada que ver contigo. Pensamos que son un grupo de gente con mucho dinero e influencia, pero que nosotros sepamos no son violentos, por lo que sabemos se dedican a ganar dinero y ya está. Lo del bebé ha sido circunstancial. Incluso el director estuvo moviéndose para saber qué pasaba. Averiguó lo que te he dicho, poco más. Le llegaron a decir que alguien había querido incriminar a un grupo de gente buena que se dedica a ganar dinero y poco más. Creo que incluso le ofrecieron meterse para asegurarse de que no había nada raro en ellos.
—¿Y se metió?
—Pues no creo.