Capítulo XXXI
AL llegar hasta la recepción del hospital no tenía muy claro lo que diría, enseguida, cuando le preguntaron sobre su intención en el hospital, respondió que estaba tratando a Kamîl y necesitaba encontrar a su mujer y su hijo para saber si tenían su misma enfermedad contagiosa porque lo más probable es que si no se medicaban morirían. Pidió hablar con el jefe de virología y tras el primer impacto de estupefacción de la administrativa se fueron a una sala a esperar que viniese. Esperaron bastante poco, Zaida les había dicho que podía haber riesgo de contagio en todo el centro.
—Hola señorita. Me han llamado por un asunto grave a tratar con usted, vayamos a mi despacho. —junto a un asistente del hospital—.
—Mire, este caso es de extrema peligrosidad. Este hombre está buscando a su hijo y su mujer porque lo más probable es que tengan su enfermedad, su mujer por vía sexual y su hijo, quizás, por la leche que lo amamantó.
—¿Pero cómo no sabe dónde están?
—Mire, la verdad es que la chica era una prostituta, no quise decirlo antes porque podría haber problemas con la policía, pero usted sabe que los médicos debemos guardar en secreto los expedientes de nuestros pacientes. El pobre hombre no sabe ni el nombre de la chica, tan sólo conoce el de su hijo: Sâmed. También sabe que la chica sufrió un grave accidente porque su chulo intentó matarla tirándola de la ventana cuando estaba embarazada —la mayor parte de la historia se la inventó durante el trayecto en taxi hasta el hospital, incluso ella misma estaba orgullosa de una historia tan bien formulada para su fin—. El bebé sobrevivió, sé que estuvo en Sevilla porque yo lo encontré allí antes de volver a traérselo. Sé que la madre estuvo aquí, lo que no sé es si su hijo volvió de Sevilla o hasta aquí. Pero si encontramos a la madre encontraremos también a su hijo, su vida depende de que los encontremos a tiempo.
—Disculpe, ¿podría acreditar su labor? Vamos a tener que desvelarle una importante información de un paciente, en el caso de encontrar a la mujer y su hijo.
El médico pidió al adjunto que buscase si estaban tratando a una mujer que hubiese dado a luz recientemente y que tuviese un cuadro clínico de las características que Zaida decía, incluyendo el dato de un hijo llamado Sâmed. El peligro era que pudiese contagiar a los demás pacientes, además de ser una potencial víctima de la enfermedad.
—Mire, trabajo en una ONG como médica no hace mucho —mostrándole una acreditación que le había facilitado Olivié—.
—Conozco el sitio y su director. ¿Tiene su teléfono?
—Sí, claro. —pensando en que no había contado con eso—. Le marco el número.
Tras unos instantes.
—¿Puedo hablar con Olivié?
—No, ha salido, qué deseaba, soy la enfermera.
—En realidad quería saber si tienen ahí una médica llamada Zaida.
Zaida agudizó el oído, intentando escuchar y responder por ellos mentalmente, expectante
—Sí, claro, yo trabajo con ella, una morena española muy guapa, ¿qué hace ahí? —contestó la enfermera alemana—.
—Dice que tiene un paciente con un grave virus y necesita que le proporcionemos unos datos sobre una mujer, en caso de tenerla aquí.
—Pues no sé de qué paciente se trata, pero seguro que tiene una buena razón —sabiendo que no tenía ni idea de qué se trataba y que seguro se había metido en algún lío—. ¿Y con quién tengo el placer de hablar?
—Soy el jefe de virología del hospital Ibn Tofail.
—Pues encantada, si puedo ayudarle en algo más.
Zaida intuía que Ángela le estaba ayudando.
—No, espero poder ayudar a su colega en todo, mande un saludo a Olivié de mi parte, soy el doctor Moses. Nos conocemos de unos amigos comunes.
Colgó el teléfono sin la menor duda de la identidad de la chica. Conocía a Olivié porque quería pertenecer a los Náufragos del Mundo y había ido a una reunión con varios de sus miembros, entre ellos el director de la ONG, y tras tocar el tema de su grupo se había interesado mucho por llevarse muy bien con sus miembros para poder ingresar.
—¿Os importa esperar en la sala de espera mientras vemos si hay alguien con esas características? —se despidió el médico árabe—.
Esperaron una media hora hasta que una chica llegó a buscar a la médica pidiendo a su acompañante que permaneciese en la sala por la privacidad de la paciente. Había una mujer que había parido hacía un mes, aproximadamente, tenía distintas magulladuras y varias costillas fisuradas, fue allí donde la llevaron cuando la tiraron desde la ventana. Tras irse de allí con su bebé la policía la había vuelto a traer, deambulaba sola por las calles. Al estar casi recuperada de sus heridas, le estaban tratando una enfermedad mental, la policía y el médico especialista habían forzado su entrada en la planta de psiquiatría donde permanecía recluida La madre se llamaba Fatoma. En su ficha no ponía nada de que fuese prostituta, su marido fue una vez a verla y nunca más volvió, la enfermera decía que si era cierto que era prostituta ahora entendía por qué nunca más volvió a verla. La mujer aseguraba que un hombre muy importante podía matar a su bebé. En realidad no sabía que de vuelta de Sevilla, al bebé había estado allí unos días hasta que Asuntos Sociales se personaron allí con una familia inglesa de acogida temporal, mientras la madre se recuperaba.
—¿Realmente está loca? —intentaba indagar Zaida—.
—Lleva un mes aquí, casi seguro. Dice unas cosas muy raras. Lo peor es que cree haber salvado a su bebé de no sé qué personaje importante y que su verdadero padre no sabe que existe. Incluso que hay una gente que pretende matarla o volverla loca. Me han contado que el padre está abajo y que antes era prostituta, por lo que usted cuenta. Pobre chica.
—¿Podría hablar con ella?
—No lo creo, lo que haremos será las pruebas de la enfermedad y localizar a su hijo para cerciorarnos de si lo tiene o no.
—Qué pena, tenía varias preguntas que hacerle.
—Lo siento, me han pedido que le diga que su información será de mucha utilidad pero que al ser una paciente de este hospital seremos nosotros quien la atendamos como lo hemos hecho hasta ahora. Le acompañaré hasta la salida. Por cierto, con respecto al padre, si pretende hacerse las pruebas de paternidad no le será fácil porque ella estaba casada y se adjudicó el hijo a su padre legal. De hecho, ha sido él mismo quien alegando imposibilidad horaria hizo que una familia acoja a su hijo temporalmente. Como comprenderá tendríamos que someter al niño a una prueba de paternidad y ahora está en Inglaterra en un lugar que ni siquiera nosotros conocemos De hecho, vamos a tener que dar parte a Asuntos Sociales para que busquen al niño y le hagan las pruebas pertinente en Inglaterra. Vuelvo a agradecerle de parte del hospital su interés por la salud de sus pacientes.
Zaida se dirigió a la sala de espera buscando a Kâmil, le desbordaba la curiosidad y su tono de voz parecía el de una espía de la antigua Unión Soviética.
—Tenemos que hablar con ella.
—Zaida, no entiendo nada.
—Disimula y vente conmigo hacia la salida. Mira en el panel la planta de psiquiatría. Ya sabemos cómo se llama la chica, no puede ser tan difícil encontrarla.
Salieron del hospital y lo rodearon hasta encontrar una puerta trasera, por la que podrían entrar, dedicada a recibir los paquetes de comida y material de los camiones. Kamîl sabía que la policía era muy estricta en Marruecos y tenía mucho miedo a que los viesen.
—Vamos a dejarlo ahora Zaida, si nos pillan me voy a enterar. Tú eres extranjera y no te pasará nada.
—No puedo sin ti —mirando desesperada—, seguramente la mujer no hable nada más que árabe y sin traductor será como no haber encontrado nada. Si nos cogen diré que volvimos a entrar porque te pusiste mal y creí que debería pincharte una dosis de algún analgésico. Por favor, te recompensaré como quieras.
Había una rampa donde los camiones descargaban y una puerta por la que nadie parecía tener intención de salir durante un buen rato porque la cosa estaba bastante parada. Zaida probó a girar el pomo y la puerta se abrió. Había un largo pasillo con muchas puertas y un montacargas justo al final. Cada puerta que dejaban atrás les hacía sentirse cada vez más nerviosos. Fueron dejando atrás puerta a puerta hasta llegar al final del pasillo, apretaron el botón del montacargas, pero ya estaba encendido, momento en el que se abrió la puerta y dos chicos con mono salieron. Kamîl fue astuto y saludó de inmediato.
—Hola chicos, la cosa está bastante parada, vamos a ver si vemos al supervisor de planta, supuestamente nos tenían que haber traído una carga de tiritas, la médico me va a matar —mirando a Zaida—.
—Venga, si llega algo os avisamos, ¿de qué planta sois?
—Nos os preocupéis, ahora os llamamos nosotros cuando demos con el camión, gracias.
Zaida pulsó el botón de la quinta planta y el montacargas vio cerrarse sus puertas con las sonrisas de ambos despidiéndose de los chicos. Al ver como las puertas plateadas reflejaban sus rostros ambos suspiraron rezando porque nadie lo hubiese llamada hasta llegar arriba. En la cuarta planta, antes de llegar, el montacargas se abrió ante sus caras de pánico, nadie. Volvieron a pulsar nerviosos el botón de la quinta planta, segundos antes de cerrarse Zaida metió la mano entre las puertas, había visto un carro con batas de médico y decidió coger dos para disimular. No tardaron más tiempo del que el montacargas trató de cerrar sus puertas para volver a bloquearlas y montarse camino a la quinta planta.