Capítulo IL

DE camino hacia su nueva casa intentaba asimilar toda la información que los chicos le iban dando sobre la vida en Marrakech y su nuevo trabajo. Se trataba de un hospital privado para gente rica y tardaría una semana en ocupar su plaza, la vacante quedaría libre cuando se fuese otro médico, sería mejor puesto que el del médico que se marchaba. Era como generalista, le aseguraron que así tendría oportunidad de aprender mucho más. Si le daban el puesto del chico que se iba, traumatólogo, se quedaría sólo en eso. De médico generalista tendría casos de todo tipo, incluidos algunos de huesos.

 

A Zaida le pareció bien quedarse una semana sin hacer nada mientras visitaba la ciudad y hacía un poco de turismo. No iría sola a ninguna parte porque ellos eran unos especialistas en pasárselo bien, al ver el enorme mercedes en el que la llevaban comprendió que tenían que ser niños ricos y tendrían mucho tiempo y dinero como para permitirse pasárselo bien, por otro lado tampoco le disgustaba del todo, después de todo ella tampoco se había criado en el ambiente de un barrio obrero.

 

Omar, que iba delante junto a su amigo se giró para hablar con ella.

 

—Menudo viaje estás teniendo aquí. Estarás pensando de todo, pero tranquila, Marrakech es una ciudad preciosa con muy buena gente. Lo contrario no es Marrakech, te lo aseguro. Con nosotros vas a conocer a mucha gente interesante, a partir de ahora somos nosotros quienes vamos a cuidar de ti. Te dejaremos en tu casa para que te relajes y ya verás como mañana ves las cosas de otra forma. Hay teléfono, incluso podrás llamar a tu padre. Mañana, cuando estés mucho más relajada te llevaremos a que veas el hospital, ¿verdad Rayhan? —mirando el conductor—.

 

—Pues claro, —respondió su amigo—. Con nosotros te lo vas a pasar muy bien además. Nos han encargado que te cuidemos. Mira, te vas a ir a tu casa y te das un buen baño, mañana te enseño el sitio y te presentó a tus nuevos jefes. Pero no te preocupes, mañana lo verás todo de otra forma.

 

Le explicaron que sus padres pertenecían al mismo grupo de amigos desde hacía tiempo. El padre de Rayhan, además de profesor en la universidad también tenía distintos negocios. El padre de Omar invertía en bolsa y negocios textiles.

 

—¿Y vosotros a qué os dedicáis? —se interesó Zaida—.

 

—Nosotros nos dedicamos a vivir la vida —contestó Omar entre risas—. Llevamos parte de los negocios de nuestros padres, el día de mañana todo será nuestro y estamos aprendiendo el oficio, aunque me parece que este y yo vamos a montar algo pronto. Hace tiempo que tenemos en mente una empresa de exportación, pero todavía estamos esperando algunos cambios en la situación de nuestro país.

 

—Mira, ya estamos en la casa —afirmó el conductor—.

 

Era un piso en una buena zona, el edificio tenía pocas plantas y en general el barrio parecía bueno. La ayudaron a subir sus maletas, le dieron las llaves y le enseñaron su casa. Tenía dos habitaciones, una cocina y dos baños, uno de ellos con bañera, además de un amplio salón con balcón. Todo el piso estaba amueblado. La cocina era roja, moderna, le llamó mucho la atención, estaba combinada con partes en blanco. El resto de los muebles eran muy modernos y casi todo en blanco con líneas muy definidas. Había muy poca decoración, la suficiente. Los chicos le confirmaron que una decoradora había amueblado el piso. Los dos dormitorios eran muy perecidos, pero en el de matrimonio, en vez de dos camas, había una enorme cama de matrimonio y un baño. La casa tenía lo necesario, microondas, equipo de música, televisión vía satélite. Cuando se vio allí le volvieron los recuerdos de su antigua casa y consideró que había una distancia tan abismal entre las dos que no se podían comparar. También supo que no viviría las mismas experiencias en un sitio así que todas las cosas buenas que también había sentido en la ONG, guardó esa sensación durante unos instantes en su mente y la envolvió con una fecha y una situación, como una película o una foto para nunca poder olvidarlo.

 

Los muchachos tardaron poco en marcharse, tras explicarle cómo iba el gas, algún electrodoméstico y dónde estaban las cosas, pero le pidieron revolver un poco todo y si no encontraba algo que los llamase por teléfono. Al irse, lo primero que hizo fue llamar a su padre para decirle que todo iba bien. El padre se salió de una de sus clase de historia árabe para hablar con ella, no pudieron hablar mucho rato.

 

—¿Todo bien? Me pillas en clase.

 

—Si papá, ya estoy instalada, todo genial, luego te llamo y te cuento mejor. Un beso, te quiero.

 

Supo al instante que su hija estaba bien porque ya hacía mucho tiempo, tanto que no podía recordarlo, que no le decía que lo quería.

 

—Yo también princesa. Hasta luego.

 

Deshizo la maleta y puso la ropa en el armario. Desde que había entrado a la casa ya tenía fichada la bañera. Aunque sabía que tenía que salir a comprar comida, antes decidió relajarse. Abrió el grifo y dejó correr el agua tirada en la cama sin pensar en nada, casi dormida, aunque todavía tenía demasiadas ideas circulando por su cabeza, como la visita a la librería de Marta. Tenía muy claro el estado de paz en el que se encontraba, y le gustaba, decidió dejar pasar unos días hasta volver a plantearse si iba o no a complicarse un poco más su vida con algo que ya no tenía ningún sentido. Al terminar de llenarse la bañera echó mucho gel de baño y se metió. El agua estaba tan caliente y la sensación era tan agradable… cerró los ojos y volvió a abrilos, se había dormido, al menos una media hora, porque el agua empezaba a estar más templada y tenía un poco de frío, sobre todo porque tenía el pelo mojado. Todavía tuvo tiempo de depilarse en el bañera. Se salió y dedicó una buena hora a secarse el pelo y echarse cremas, puso algo de música y una vez vestida recorrió el piso fijándose en cada mueble y rincón. Abriendo su agenda, encontró el número de teléfono de Sergio, el chico que había conocido el día anterior. No lo dudo mucho y decidió llamarlo desde su nuevo teléfono fijo.

 

—¿Sergio?

 

—¿Quién llama?

 

—Soy Zaida, la médica de la ONG en la que estuvisteis ayer.

 

—¿Qué tal? ¿Te ha llegado algún chico para nosotros?

 

—En realidad no, lo acabo de dejar. Ahora me voy a poner a trabajar en un hospital privado. En realidad te llamo porque quería comer contigo. No quiero que te sientas cohibido ni nada, pero me gustaría quedar contigo.

 

—Bueno, me pillas un poco… Pero sí, claro. ¿Dónde quedamos? —recordando la cara de la chica y que le había gustado aunque nunca la hubiese llamado para quedar su timidez y falta de confianza en si mismo le impedían pensar que ella estaría interesada en él—.

 

—Yo estoy libre, dime sitio, hora, y quedamos.

 

—Te parece bien en la puerta de tu ONG. Es que hoy no ando muy lejos de allí.

 

—¿Te parece si quedamos mejor al final de la calle? Acabo de irme esta mañana y me parecería muy violento encontrármelos otra vez ahora.

 

 

 

Había quedado una hora y media después, Sergio le contó a su compañera, la misma con la que había acudido a la ONG de Zaida, que al final lo había llamado, pero no para nada relacionado con alguien a quien pudiesen ayudar.

 

—Bueno, lo que quiere de todas maneras es echarte una mano —le dijo con una gran sonrisa su compañera—.

 

—Ya veremos, la verdad es que está muy buena. No sé que hace una chica así por aquí.

 

—Gracias por lo que me toca como mujer.

 

—No te enfades Alba, tu eres guapísima pero no eres mi tipo.

 

Fue al decirle eso y al saber que iba a quedar con otra mujer cuando se dio cuenta de que en el fondo, a pesar de la diferencia de edad de cinco años, le gustaba.

 

—¿Y habéis quedado ya?

 

—Sí, ahora para comer, casi al lado de su ONG. Por lo visto lo ha dejado para irse a un hospital. Ya te contaré.

 

—Qué bien, desde luego no pierde el tiempo —con un algo de odio contenido que creía que no sería más que el principio—. Pues nada, me alegro por ti, a disfrutar que también pasamos mucho tiempo solos por aquí.

 

—Pero si estamos todo el día juntos. A ver si ahora te crees que voy a casarme con ella directamente. ¿Te estás poniendo celosa? Tú tranquila, siempre serás mi compañera favorita.

 

—Compañera —reprodujo Alba casi susurrando—.

 

—¿Cómo dices?

 

—Como quieras. Que digas lo que te apetezca, encima que me preocupo por ti.

 

—Gracias mamá —en sentido hirónico—.

 

Alba tuvo una reacción casi alérgica a la palabra porque a pesar de pensar que había una diferencia de cinco años entre ambos, ahora se daba cuenta de que en el fondo le hubiese gustado que Sergio intentase algo con ella y casi seguro que después de resistirse un poco hubiese aceptado a lanzarse. Era el sitio propio para hacer cosas sin pensar mucho con la excusa del viaje y la situación. Se repitió a si misma, Alba Jurado es una mujer de 33 años que no se lía con niños.

 

—Pues yo creo que me voy a ir casi ya, me estoy empezando a poner nervioso.

 

Entonces se repitió a si misma. Alba Jurado es una chica estúpida y que no hace caso a lo que siente.

 

—Vale, le respondió. Nos vemos esta tarde aquí mismo para seguir con la zona, tenemos que visitar al hombre del callejón.

 

—Ok, aquí nos vemos. Deséame suerte.

 

—Déjame tranquila y vete —con una sonrisa entre forzada—.