Capítulo LXVII

ÁNGELA pasó toda la noche junto a la muchacha. Zaida estaba plácidamente dormida y su sueño era tan profundo que no se movía. El sedante había hecho el efecto inmediato que se esperaba. La enfermera se desvelaba de vez en cuando y le cogía la mano para ver si se despertaba y notar de paso si tenía calor o frío bajo las sábanas. Siempre recordaba casos de pacientes, aquella noche sobre violaciones. La vez en que una muchacha, de un barrio obrero en Alemania, llegó con el ano y la vagina sangrando. Su padre alcohólico se había apostado a su hija con unos amigos en una partida de cartas. Cuando la muchacha de 20 años llegó a casa después de su trabajo en una fábrica cercana, la madre había salido, dos hombres de unos 50 años tenían que cobrarse la deuda de su padre y le dieron tal paliza que además la desfiguraron porque la chica intentó resistirse. Al final, todo se descubrió y metieron al padre en la cárcel, aunque la madre de la chica intentó suicidarse y ella tuvo que someterse a varias operaciones estéticas que nunca terminaron de arreglarle las marcas que la paliza le dejaron. La enfermera alemana evitaba pensar en aquello y otros casos, y rezaba porque las consecuencias de aquello no fueran de por vida.

 

Sergio durmió poco y mal. Se despertaba cada dos horas con la necesidad de expulsar en suspiros unos sentimientos que no alcanzaba a bautizar de ninguna forma. Sobre las siete de la mañana se decidió, ya era muy tarde como para seguir en la cama y fue a ver si Zaida se despertaba. Ángela dormía a su lado, le sujetaba la mano, roncaba un poco y ninguna de las dos parecía estar mal, una vez había escuchado algo de que cuando la gente quiere y es muy positiva se podía trasmitir aquello a otra persona y pensó que tal vez, a través de sus manos, la alemana le hubiese transmitido energía positiva como para que se recuperase. Luego se acordó de otra frase: “Todos los soldados en las trincheras son cristianos”. Sería capaz de hacer o de creer en cualquier cosa con tal de ver bien a la muchacha.

 

Pasaron varias horas hasta que la muchacha dio signos de vida y se despertaba poco a poco. Sergio y Ángela estaban muy atentos.

 

—¿Dónde estoy? —fueron las primeras palabras de Zaida al reanimarse—.

 

—Estás con nosotros, no te preocupes —respondió Ángela aliviada al ver que preguntaba por su situación y no estaba ida—.

 

—No quiero irme con ellos, no dejes que me cojan, todos están con ellos. —Hablando más bajito—, ¿tú también? Seguro que te han comprado para volverme loca, esto lo estáis grabando ¿verdad? —fue cuando Ángela y Sergio se miraron sin decir nada—.

 

—Nadie te está grabando —aclara Sergio— ni estamos con nadie, somos nosotros, tus amigos, ahora estás a salvo —mirando a Ángela—.

 

La enfermera alemana se levantó de inmediato y fue a hablar con la muchacha que la atendía para decirle que necesitaba de inmediato un medicamento fortísimo que se utilizaba en psiquiatría para dejar al paciente completamente adormilado y cuyo principal valor era que no permitía el pensamiento ni consciente ni subconsciente, durante sus efectos no se podía pensar ni daba tiempo al cerebro para relajarse y únicamente absorber información del exterior a través de sus sentidos. Esas horas había que evitar cualquier información errónea para que ella viese que aquellos pensamientos anteriores eran parte de una locura transitoria.

 

—Sergio, hay que medicarla para evitar esos pensamientos —apartándose de la enfermera—. Está claro que tiene un trastorno psicótico que hay que tratar ya. Si no es una causa hereditaria como la esquizofrenia, ni nada por el estilo, se pondrá bien dentro de poco.

 

—¿Pero qué le está pasando? —pregunta el chico preocupado—.

 

—Ahora mismo lo que le ha pasado es que ha tomado varias partes de la realidad que normalmente son confusas o falsas, las ha unido y al cerrar el círculo ha formado un mundo verdadero que es falso. Pero no está alejada del todo de la realidad porque ese nuevo mundo que cree que es cierto está en contacto con el verdadero, el exterior que tú y yo tenemos ahora por ejemplo, el problema es que ella sólo tomará las partes que le interesen para seguir alimentando su mundo interior falso.

 

—¿No habrá algo de verdad? Créeme que yo ya estoy empezando a ver cosas raras, fui a su casa y habían tirado sus cosas a la basura, es como si la hubieran echado de allí.

 

—¿Por qué no me lo habías dicho?

 

—Estaba demasiado preocupado como para pensar en ello y sólo estaba pendiente de que se despertase.

 

—Bueno, eso ahora da igual, ya hablaremos, en realidad sí que tiene que haber algo de verdad porque esto viene de lejos, pero ahora nuestra principal preocupación es que vea el mundo exterior de una única forma, así que será mejor que no le digas nada y olvides lo que sabes, será lo mejor para ella porque si le dices algo podría tener una recaída. A partir de ahora habrá que intentar que esas cosas que ha vivido le parezcan completamente imaginadas. Sabes, creo que la han violado, ya sabes como vino. Pero incluso eso, por ahora, y mientras esté así, será mejor olvidarlo. Lo importante es que se ponga bien y ya tendremos tiempo de averiguar lo demás. Tus compañeros han llamado a la policía, pero les he dicho que será mejor que hablen con nosotros en vez de con ella y dentro de unos días ya veremos si está en condiciones de hablar… Ahora también sería importante que vuelva a su mundo de siempre, nada más inyectarla y empiece a hacerle efecto el medicamento que hable con su padre.

 

—Vale, voy a por el teléfono. Fíjate qué buena o qué mala suerte. Si no me hubiera conocido ni estuviéramos aquí dedicándonos a los borrachos y demás no hubiéramos podido ayudarla de verdad.

 

El muchacho fue a por el teléfono cuando la enfermera le pinchó la inyección. Al ver a la enfermera de la ONG de Sergio a la que no conocía se asustó por lo que iba a pincharle, así que tuvo que ser Ángela la que lo hizo, con reticencias y cara de confiar en ella a medias.

 

—Zaida, te he traído el teléfono para que llames a tu padre, hace unos días que no sabe nada de ti. —le sugirió el muchacho—.

 

—¿Mi padre? Es verdad —con un poco de sueño—.

 

—Ya he marcado. —el número de móvil—.

 

—¿Diga? —resonó la voz del padre al instante al ver el prefijo del extranjero—.

 

—Hola papá —con una voz apagada—.

 

—¿Qué te pasa hija, estás bien? Hoy mismo iba a comprarme un billete para ir a buscarte, me tenías preocupadísimo. ¿Por qué no me has llamado antes? Ni te imaginas lo mal que lo he pasado. He llamado 500 veces a mi amigo para que me dijese dónde estabas, pero dice que no tenía y que su hijo tampoco. —haciendo recordar a Zaida su última noche, pero con mucha dificultad porque la medicación empezaba a hacer efecto y era incapaz de acudir a la memoria con intensidad—.

 

—Pues no sé —tenía miedo de que el teléfono estuviera pinchado y pudieran hacerle algo a su padre, aunque otra vez tuvo que abandonar el pensamiento porque se diluyó en el esfuerzo, por la medicación—. No te preocupes, estoy bien. Te llamo para que sepas que estoy bien, —viendo el gesto de Sergio y Ángela diciéndole que cortase ya la comunicación al ver que tenía serias dificultades para hablar, un efecto secundario del fármaco—. Mira papá, otro día te llamo porque ahora me pillas muy mal, estoy bien, no te preocupes, un beso.

 

—¿Eso es todo? ¿Después de varios días y me llamas un minuto? Ya sé que eres mayorcita y todo lo que tú quieras, pero me parece que tendrías que venirte ya, me estás preocupando mucho. Y no me dices nada del hospital, de tu casa, de tus amigos, ¿con quién estás?

 

—Papá, no seas pesado —utilizando una frase bien aprendida durante años para cortalo y que la dejase tranquila, porque en realidad ya se le hacía muy difícil seguir con atención la conversación—. De verdad que ahora no puedo hablar, estoy bien, te prometo que otro día te llamo con más tiempo y te cuento todo.

 

—Haz lo que te dé la gana, ya verás como me presente allí. Y a ver si puedes cogerme el teléfono, si quieres te meto dinero, pero no vas a estar así sin dar señales de vida.

 

—Vale. Un beso, te quiero —desde su interior con un dolor inmenso por su situación—.

 

—Y yo a ti, llámame, de verdad eh… Llámame mañana.

 

—Vale, un beso, te llamo.

 

—Te quiero cariño —con una tremenda preocupación que le había angustiado las últimas mañanas y noches en los días pasados, varias veces se había parado frente a agencias de viaje imaginando que tuviese que ir a rescatarla de cualquier cosa—.

 

 

 

Zaida se volvió a quedar dormida poco después de hablar con su padre, la conversación le sirvió para descentrar su atención de todo lo pasado y la medicación actuaba duramente sobre su memoria a largo plazo. Sólo pudo preguntarles de nuevo dónde estaba y le contestaron que en la ONG de Sergio porque había sufrido un desmayo, prefirieron no darle más explicaciones que tampoco hubiese entendido en aquel momento.

 

—¿Y ahora? —preguntó Sergio cuando la muchacha se volvió a dormir—.

 

—Ahora —argumentó Ángela—, se volverá a despertar dentro de unas horas con mucha hambre. Otro de los efectos secundarios es que tendrá muchas ganas de comer. Durante varios días estará tan cansada mentalmente que cuando piense en sumar dos más dos y llegue al segundo dos se le habrá olvidado qué estaba haciendo. Se trata de que no utilice su memoria para acordarse de la paranoilla anterior y sólo vea el mundo de forma tan simple que no pueda hacerse ningún tipo de historia. Estos medicamentos sólo sirven para quien tiene una enfermedad mental producida de forma puntual, si no fuera así volvería a tenerla porque la generaría de forma espontánea a la primera de cambio.

 

—Vaya mierda, esto es increíble. Y encima teniendo que mentir al padre.

 

—Es por el bien de los dos. Imagínate que te llamasen desde otro país y te contasen la mitad de lo ha sucedido. El pobre hombre se querría morir y seguro que Zaida sale de esta. Estoy completamente convencida. Por ahora dejémosla dormir, pero tú y yo tendríamos que tener una conversación en otra parte sobre todo esto. ¿Hay algún sitio por aquí donde podamos estar tranquilos?

 

 

 

Se fueron hasta una habitación de la ONG donde no había nadie. La enfermera le contó que su ex pareja pertenecía a un grupo de gente poderosa, por eso se había ido, tras cumplir ciertas expectativas de las que no estaba muy segura, le había ofrecido un buen puesto en Francia. La anterior chica en el puesto de Zaida había tenido algún tipo de problema, también se marchó e incluso tal vez hubiesen estado vendiendo niños a extranjeros allí, aunque no era capaz de probarlo pero impulsó la marcha de Zaida. El niño por el que la médico había terminado allí tenía algo que ver con aquella organización, pero no sabía de qué forma. La muchacha intentó enterarse de más cosas por su cuenta y empezó a tener algún tipo de problema. Estaba segura, los dos chicos árabes del nuevo trabajo formaban parte de esta organización económica, no se andaba con tonterías a la hora de conseguir sus metas económicas.

 

—Lo mejor que podemos hacer por ella es que cuanto esté más recuperada salga de aquí volando. Menos mal que has encontrado su pasaporte. A mi me da que ha seguido indagando y que la han querido quitar de en medio. Tal vez hayan querido volverla loca para que no sepa qué es verdad y qué mentira.

 

—Una especie de lavado de cerebro.

 

—Tal vez. Lo que me da que pensar que se acercó tanto a la verdad que tal vez se quemó.

 

Sergio la miró con indecisión.

 

—No sabía si enseñarte esto o no. Mira —mostrándole un botón con algo grabado—.

 

—¿Qué es?

 

—Parece un número de teléfono de una cabina pública de Marrakech Pero después de todo lo que me has contado no sé si llamar.

 

—¿Dónde estaba?

 

—Por lo visto tenía puesto una especie de harapo, el botón venía como grapado al interior, fue lo que le llamó la atención a la chica que se lo quitó, al fijarse vio que había un número escrito. Te lo juro, esto parece de película de espías. Ya no sé qué pensar.

 

—¿Quieres un consejo de amiga? No llames, no sigas el juego, en cuanto Zaida esté bien, dentro de unos días, si de verdad eres su amigo, sácala del país y llévala a Sevilla con su padre. Yo no puedo salir del país por motivos personales, pero si quieres te puedo acompañar hasta el barco o el aeropuerto.