Capítulo XXXVII

ZAIDA se volvió a la ONG, como siempre ya era demasiado tarde para cenar con todos, pero consiguió encontrar en la cocina algo de comida. Un poco de pan y mermelada con mantequilla estaría bien para calmar el hambre. Se fijó en que su padre le había hecho una llamada de teléfono para que ella lo llamase desde una cabina y no le saliese tan caro comunicarse. Era tarde, pero sabía que su padre estaría dormido frente al televisor, echado en su sofá preferido con una manta, las gafas hincadas en la cara y roncando. Nunca conseguía ver el final de ninguna película, pero conocía todos los principios de ellas.

 

—¿Papá?

 

—Sí, Zaida, ¿qué hora es?

 

—Las doce, ¿estabas dormido verdad?

 

—No —mintiendo descaradamente—.

 

—He visto que me habías llamado.

 

—Quería saber cómo estabas, tenía una sensación extraña. ¿Todo va bien?

 

—En realidad yo estoy bien, pero papá aquí suceden cosas un poco raras —sin querer alarmarlo mucho—. No tengo muy claro que esta ONG sea tan buena como parece, se traen un rollo un poco raro con los niños. Y ya ves, me gusta lo que hago y el pequeño hospital que tenemos. Somos muy pocos, pero hay buen ambiente —mintiendo para no preocuparlo más—. La verdad es que no sé si volverme, me fastidia porque tenía muchas ganas de quedarme aquí un tiempo, tal vez me busque un trabajo. A lo mejor mañana pregunto si me puedo ir a otro sitio.

 

—Mira amor, ¿recuerdas que tengo un amigo profesor de la Universidad en Marrakech? Ahora mismo le mando un correo electrónico para decirle si podría buscarte algo, creo que tiene un hijo de tu edad más o menos. Lo conozco de varios congresos, es muy amable y seguro que si puede hacer algo por ti lo hará.

 

—Déjalo papá, en serio, ya me buscaré algo. Además, todavía no he decidido que quiera irme de aquí. Simplemente lo estaba pensando, era una idea, nada más. No nos precipitemos, de verdad, si necesito tu ayuda te lo diré. ¿Y tú cómo estás?

 

—Bien, ya sabes, tu tía me trae algo de comer alguna vez que otra, casi siempre almuerzo en la Universidad. Estoy escribiendo un par de artículos para una revista y sigo con una investigación que estamos llevando en el departamento, nada muy interesante, tan aburrido como siempre. Me parece que aunque parezca mucho tú tienes que tener muchas más cosas que contar. Hija, ten cuidado en donde te metes y lo que haces.

 

Esa tarde, antes de acostarse a ver la tele, el padre de Zaida se había parado frente al cuarto de su hija, se asomó y se fijó en unas rallitas que había dibujadas en el armario, durante años habían servido para medirse y ver cuántos centímetros iba creciendo. Había tres tipos de marcas, las de Zaida, las de su mujer y las suyas. Visualizó muchas de las veces que había dibujado las rallitas, las de más abajo cuando la niña era pequeñísima, las del colegio, cuando también se pintaban ellos para que su hija comparase y supiese lo que le quedaba para alcanzarlos. Una vez que llegó a la altura de la madre se quedó muy satisfecha, era todavía una niña de apenas 12 años, con apenas 13 y medio ya había superado la altura del padre hasta llegar al 1,82 centímetros, nada mal para una chica sin tacones. Recordaba cuando en aquel momento, con 13 años y medio ya parecía una mujer y cómo llegó a la conclusión de que por mucho que midiese a su hija o cumpliese años siempre seguiría siendo su niña, le gustase o no a ella. Siempre había sido una niña muy buena, ¿cómo habían llegado hasta la actual situación? Un día intentó pintar la puerta de las marcas y su hija le dijo que de ninguna manera borraría las marcas de su fallecida madre. Una mañana se metió en el cuarto para ver su antigua marca y al volver a poner una regla para ver si por casualidad había crecido, se dio cuenta de que había menguado después de los años.

 

—Papá, no te preocupes, de verdad, si tengo algún problema te lo diré. Sabes, después de estar aquí me estoy dando cuenta de lo bien que se vive allí. Aquí la gente es muy pobre y la sanidad es pésima.

 

—Qué te creías hija mía, por eso no quería que fueses, te lo podías haber ahorrado. Ya sabes que precisamente yo conozco algo esa cultura —era profesor de árabe en la Universidad, había hecho numerosas estancias en Marruecos y otros países árabes—.

 

—¿Papá? ¿Qué sabes de los Náufragos del Mundo?

 

—¿Qué es eso? No tengo ni idea. ¿No te habrás metido en nada raro no?

 

—No, olvídalo, sólo era curiosidad, como tú conoces a gente muy importante.

 

—Como no me digas algo más sobre ellos no te puedo decir nada —intentando acordarse de algo aque tuviese ese nombre—. No sé, déjame un poco de tiempo y seguro que me entero de algo, pero así de primeras no me suenan de nada. ¿Qué sabes de ellos?

 

—La verdad es que casi nada, ya te digo, que son gente importante que quieren hacer dinero juntos. Pero vamos, que en realidad no sé nada.

 

 

 

El padre de Zaida colgó el teléfono y se quedó una indudable preocupación, algo pasaba. ¿Quiénes eran esos Náufragos? Acto seguido llamó a un miembro de su cofradía, si alguien entendía de agrupaciones era él.

 

—Perdona que te llame a estas horas José Carlos.

 

—Hombre, mi buen hermano de cofradía el ilustre catedrático de árabe Don Pedro Atencia. ¿A qué debo el honor? No nos reunimos hasta el próximo martes para decidir qué flores llevará nuestra Virgen. Este año va a quedar mejor que ninguno, ya verás las muestras de flores que nos van a traer.

 

—No tiene nada que ver con la cofradía, déjate de Semana Santa que no estoy para fiestas. No sé si te lo había dicho, mi hija.

 

—La médico.

 

—Sí, mi única hija, Zaida.

 

—Buena pieza, la doctora Zaida Atencia, llegará lejos.

 

—¿Me dejas seguir y que te explique? —se escucha un licencio—. Bueno, se fue hace muy poco a Marrakech a una ONG para trabajar de médico y de repente me llama preguntándome por un grupo de gente que se llaman los Náufragos del Mundo. No me ha dicho qué pasa pero seguro que se ha metido en un lío, ya sabes cómo son los críos.

 

—Qué me vas a contar, tengo las dos niñas en Londres haciendo no sé que.

 

—Bueno, a ver si te puedes enterar de quienes o qué es.

 

—Los Náufragos del Mundo dices. Le preguntaré al hermano mayor, ahora mismo lo llamo.

 

Nada más colgar, dos minutos después, sin tiempo a coger nada de la nevera, todavía ensimismado en los prácticamente desiertos estantes sin comida, al sonar el teléfono no piensa que pueda tratarse de la respuesta.

 

—¿Pedro?

 

—Sí ¿quién es?

 

—Soy Juan Teodoro, el hermano mayor. Me acaban de llamar para contarme que tu hija se ha enterado o tiene tratos con los Náufragos del Mundo.

 

—Lo sabía, ¿son una secta no? —completamente desanimado—.

 

-No, son un grupo de gente muy poderosa, pero a nivel estratosférico. Ya sabes, aquello que dicen de los Amos y Dueños del Mundo.

 

—¿Algo así como los Iluminatis?

 

—Para nada, eso es ciencia ficción. Si te digo la verdad no se sabe quiénes son exactamente, pero son un grupo masónico, algo parecido a una logia o incluso a una cofradía pero a niveles altísimos y sin componente religioso. Lo que quieren es controlar a la sociedad tanto económica, política y culturalmente, pero no te sé decir más. Lo único que sé de ellos es que algunas veces tienen reuniones con logias masónicas españolas, bueno, con sus representantes, ya te digo que son gente importantísimas, incluso creo que se reunieron hace poco con el presidente de las cofradías, ya sabes, para alargar su brazo todo lo que puedan, pero no sé decirte exactamente. Se hace llamar el Club Bilderberg, pero todos saben que es una tapadera de los Náufragos del Mundo, bueno, todos no, en realidad no lo sabe casi nadie, sin me hubiesen dicho el Club Bilderberg no te lo habría contado, pero al decirme Náufragos del Mundo, su verdadero nombre fuera de las masas, me ha preocupado. Dile a tu hija que tenga cuidado porque esa gente no da nada por nada. Pero tú no te preocupes, a ver si van a meter a tu hija de neurocirujana en el mejor hospital de New York o de España. Lo que tienes que enterarte es cómo se está relacionando con ellos, no te creas que se hacen visibles a cualquiera por que sí. Mira, si tienes Internet podrás encontrar cosas sobre el Club Bilderberg, aparecen cientos de cosas, están relacionados con cientos de logias masónicas e incluso tienen una página Web, pero ya te digo que en realidad es una tapadera, como una especie de cortina de humo. Son un grupo de gente muy importante que se reúnen una vez al año en hoteles de lujo para dirigir el mundo, dicen que políticos en activo de distintas ideologías, empresarios, pero ya te digo que si ves la página créetelo a medias porque la utilizan un poco como cortina de humo.

 

—¿Gente importante como quienes?

 

—Desde la Vicepresidenta de España hasta el Presidente de Estados Unidos, un poco de todo y de los mejores. Pero ya te digo que la verdad de quiénes son y lo que hacen lo sabrán ellos. Se rumorea que son los que verdaderamente manejan el mundo. Y por favor, Pedro, si te estoy contando esto es porque somos hermanos y la relación que nos une… Esto que estoy diciendo del Club este lo sabe mucha gente, no es un secreto, lo de los Náufragos del Mundo sí, si te digo la verdad, yo fui el que acompañó al presidente de las cofradías a la reunión con ellos porque lo habían propuesto como miembro pero tenía un poco de miedo, somos amigos desde la infancia, igual que nosotros, es nuestro barrio. El caso, fue allí donde le contaron lo de la tapadera y cuando salió me lo contó, más que nada por el susto que llevaba en lo alto, porque después lo he vuelto a ver mucho y nunca más me ha contado nada, incluso le pregunté y me dijo que habían desaparecido, pero seguro que forma parte ya de ellos.

 

—Joder, menuda historia. Parece una película de espías.

 

—Pues sí, pero no lo es, es tan cierto como que nuestra cofradía existe. En cualquiera de los casos, harías bien en controlar los movimientos de tu hija. Si la han contactado no será por casualidad.

 

Nada más terminar la conversación envió un email a su buen amigo de Marrakech pidiéndole que se hiciese cargo de su hija con la esperanza de poder vigilarla en la distancia.