Capítulo LIII

ZAIDA llama a Sergio por teléfono cuando se da cuenta de que ya tiene que haber terminado su hora de trabajo.

 

—¿Diga?

 

—Soy Zaida.

 

—Hola guapa.

 

—No quiero que pienses que soy una pesada. Estaba otra vez en mi casa y me he sentido un poco sola, ¿te importaría venirte un rato por aquí? Oye, que si tenías cosas que hacer no pasa nada, acabo de conocerte y ya te estoy poniendo en un compromiso.

 

—No sé.

 

Zaida lo nota dubitativo.

 

—Es una tontería, déjalo. ¿Qué tal te fue esta tarde?

 

—Espera mujer, no se trata de eso. Es que…

 

—Que no quieres que nos volvamos a ver.

 

—Espera mujer. Que no, que no se trata de eso.

 

—Estás con alguien.

 

—¿Me dejas que me explique?

 

—Vale, perdona, estoy nerviosa. Ya está, ya sabes que me gustas, si es que nunca aprendo, ahora seguro que sabes que me tienes ya no te voy a interesar.

 

—¿Otra vez? Párate un momento. Mira, me apetece ir, déjate de tonterías, prefiero gustarte porque tú también me gustas a mi —Zaida sonríe al otro lado del teléfono—. Lo único que te digo es que ya sabes mi política sobre el sexo, si voy no es para acostarnos, quiero que lo entiendas. Ya te lo expliqué, estoy muy quemado de relaciones que se basaron sólo en eso.

 

—Es que el sexo es muy importante.

 

—¿Cómo? Pero…

 

—Perdona —riéndose—. Era broma. ¿Entonces vas a venir? Te prometo ser buena —con un tono de picardía—.

 

—Dame tu dirección. Antes tengo que ir a mi casa para cambiarme, llevo todo el día sudando, cojo algo y cenamos allí.

 

—Yo compro algo, tú sólo ven. Muchas gracias, de verdad, me siento un poco rara estando de repente aquí sola.