Capítulo XIX

DESPUÉS de una agotadora mañana la enfermera y Zaida se quedaron a solas por unos instantes. Era la hora de comer y tenían que ir junto a los demás. La médica no podía más, se había pasado las horas mirándola sin decir nada, sin atreverse a preguntarle, si seguía así sería un suplicio. Tenía que mitigar su preocupación y salir de dudas. Era el momento de ser directa y preguntarle por las adopciones y por el chico de color. Era la novia del jefe y tenía que saber mucho más de lo que parecía.

 

Ángela era simpática, aunque en realidad no hablaba de ella. El los días que habían estado trabajando sólo hablaban de los pacientes y la ONG, lo que a Zaida le había parecido un poco raro al principio luego creyó que debía ser la diferencia de carácter de la gente del norte de Europa.

 

—¿Tienes un momento antes de que vayamos a comer? —inició la conversación Zaida—.

 

—Claro, dime.

 

—Mira, voy a ser sincera contigo, desde que he llegado no dejo de darle vueltas a lo del bebé que llegó a Sevilla. Por cierto, ¿vosotros tramitáis adopciones? Como hay tantos niños pobres y sin familia por aquí.

 

—¿Estás pensando en adoptar alguno?—riéndose—.

 

—No, sólo tenía curiosidad. Es que recuerdo que vino una pareja y se llevó a uno.

 

—A ver, lo del bebé, supongo que ya te lo habrán contado, la gente no sabe estar callada aquí. No te preocupes, la verdad es que yo trabajaba con la chica y nunca vi nada raro, ella decía que estaba recibiendo presiones y demás pero no, yo no podría decir que viese nada. Con respecto a lo de las adopciones, todavía es un poco pronto para hablar de temas tan complicados, aunque a veces hemos tenido algún tipo de petición que tratamos siempre con el Gobierno de Marruecos. Nosotros no podríamos hacer nada sin su autorización, pero sólo en casos verdaderamente extremos. Y sí, alguna vez hemos intervenido, como en la de aquellos dos señores. Si no dijimos nada es porque la identidad de quien es adoptado y de quien lo hace deben permanecer ocultas, no queremos que luego nadie venga preguntando por nadie una vez que se han realizado todos los trámites, supongo que lo entiendes. Es algo que llevamos en la más absoluta discreción.

 

—¿Y aquellos dos hombres?

 

—Chica, precisamente un matrimonio gay de ingleses con mucho dinero. Aunque su ficha completa la tiene Olivié y Asuntos Sociales de Marrakech. Mira, no ocultamos nada ni hay nada raro aquí, sólo viniste en un momento un poco especial, nunca habíamos tenido ningún tipo de problema. Además, Olivié tiene muy buenos amigos por aquí y siempre nos asesoran muy bien.

 

—¿Y qué piensas que le ha podido pasar a Robert Duran? Joder, la otra noche lo vi y ahora está desaparecido.

 

—No te vayas a preocupar demasiado, seguro que anda en algún lío. Y para que te tranquilices, sé que os vistes ayer en un bar. Olivié me contó que Robert tenía algún tipo de problema con alguien por un tema de drogas, pero no me ha contado nada más, me dijo que con la policía preguntando serían mejor no contarme nada, pero iba a intentar arreglarlo él mismo. No tiene ganas de que termine en la cárcel. Tú verás como lo soluciona y vuelve a aparecer.

 

—Ah, me quedo más tranquila. Y una última cosa, ¿qué haces en realidad aquí? Seré sincera, yo quería escapar del ex que me dejó y de mi vida en Sevilla con mi padre. No sé si me equivoco, pero todos aquí parecen estar escapando de algo.

 

—No creas, hay quienes están aquí porque realmente quieren ayudar y cambiar las cosas. Yo no estoy aquí por nada, simplemente quise dejar una vida estresada en un mundo hecho para trabajar y ya está. Quiero sentir que mi trabajo tiene algún sentido, por eso me vine. Igual que Patrique o los maestros, Rémy y Marianne, que están dando clase a los niños sordos. Igual que tú, te viniste, como dices, un poco por escapar, pero también por ayudar.