Capítulo LV

—QUÉ guapo estás —afirmó sinceramente Zaida cuando Sergio ya estaba bajo el marco de la puerta de la entrada de su nuevo piso—.

 

—Igualmente —mirándola a los ojos sin apenas haberse fijado en su ropa—.

 

Le enseñó toda la casa, ante la cara de evidente asombro de Sergio le explicó que en su nuevo trabajo también venía incluido el increíble piso.

 

—Me quedo alucinado —concluyó Sergio—. Igualito que el mío. Pues ese trabajo tiene que ser muy bueno, ¿qué vas a hacer operaciones a corazón abierto? No sé, me parece que el rollo de ONG se te ha pasado un poco, y perdona si te lo digo así.

 

—No me juzgues tan pronto sin saber. He pasado mucho antes de decidir venirme aquí y dejar aquello.

 

—Soy todo oídos, seguro que es una historia muy interesante. Pero no te confundas, cada uno puede hacer lo que quiera. No veo mal que te enriquezcas si te da la gana y puedes con tu trabajo, lo único es que por aquí hace falta mucha gente que precisamente quiera lo contrario.

 

—No seamos tampoco hipócritas, está claro. Yo vine aquí para ayudar de forma desinteresada hasta que estuve tan mal en mi ONG que tuve que irme. Fue una casualidad, mi padre conocía a alguien de aquí y le pidió el favor de que me buscasen otra cosa para poder quedarme en Marruecos, no creas que yo busqué esto. Mi intención no era sacar dinero cuando llegué, pero con el cambio de trabajo también venía esto. Si te digo la verdad, me vine por un bebé que conocí en un hospital de Sevilla, créeme que ya no podía continuar en la ONG. No estoy orgullosa de estar en un piso tan lujoso cuando te asomas a la calle y ves la pobreza que hay. Es como vivir en un país distinto por estar en otro barrio. Es un ejemplo de como se distribuye la riqueza en el mundo, puedes estar justo a una manzana y tener de todo mientras en la otra hay gente que no tiene ni para comer. ¿Pero qué hago? ¿Renuncio al trabajo y al piso? Tendría que irme porque no tengo ni un duro.

 

—Vente a mi ONG, seguro que nos sería de mucha utilidad una médico con ganas, tendría que consultarlo. Te diré algo, entre nosotros, me parece a mí que no has estudiado una carrera que después de seis años o más sentado frente a unos libros, dedicando buena parte de tu juventud a formarte, en la que haya pocos médicos que decidan no enriquecerse cuando en vuestra profesión sería muy fácil.

 

—Bueno, hay de todo, además; un médico hace dinero porque trabaja un montón de horas y ve a miles de pacientes. A parte de los cirujanos, claro. Aunque una cosa sí que es cierta, después de la carrera, las prácticas y la especialidad, un montón de años, la mayoría va a querer ganar el dinero que ha invertido en su futuro, lo que por otro lado es totalmente normal.

 

—Supongo…

 

—¿Y por qué no quisiste estudiar nada?

 

—Tuve una infancia difícil…

 

—Venga, no te tires el rollo y cuéntame la verdad.

 

Sergio se puso serio.

 

—En serio, lo digo así pero es cierto. Mis padres se separaron y mi padre conoció a otra mujer e hizo una nueva familia. Mi madre ha limpiado muchas casas para poder vestirnos y alimentarnos.

 

—¿Cuántos hermanos sois?

 

—Dos, tengo una hermana que se llama Lucía y es dos años mayor que yo. Ella tampoco lo tuvo fácil, pero ha sabido ser muy feliz. Trabaja en un supermercado y está felizmente casada. Tiene una niña de meses que se llama Mara, va a ser una morenaza preciosa. Sabes, al final te das cuenta de que vivir una vida sencilla muestra lo fácil o lo difícil que es ser feliz. No hace falta mucho, creo. Tampoco quiero decirte con este que mi hermana o yo no quisiéramos haber estudiado, pero los dos tuvimos que ayudar muy pronto en casa llevando dinero, ni tampoco nos pusieron en la cabeza el hacerlo porque nuestra madre nunca estudió.

 

—No tengo ninguna intención de preguntarte por qué ninguna chica no ha querido tener algo serio contigo, me parece extraño, aunque sí tengo que confesarte que lo que no me extraña es que quisieran tener mucho sexo contigo porque eres muy atractivo.—dijo Zaida con cierta vergüenza, por primera vez—. Y no pienses mal, ya sé que quieres permanecer puro y casto a mi lado. ¿Cuánto tiempo crees que sería suficiente para poder, por lo menos, darnos un beso? -bromeando—.

 

La tomó de la cabeza sin decir nada, lentamente fue rodeando su cuello hasta su nuca con una de sus manos, con la otra sujetó su cara con suavidad.

 

—Muy poco, demasiado poco. -sin realizar la última maniobra de acercamiento hasta sus labios—. No soy de piedra, una cosa es que no quiera acostarme contigo la primera noche y otra muy distinta que sea tan imbécil como para no besar a una chica tan hermosa con tú y hacerle que me firme un contrato asegurando que seré el único en sus pensamientos, al menos por una noche —firmó su mejor frase poética—.

 

Volvió a soltarla, alejando su cara de la boca de la chica, sentía un calor en su interior cada vez más intenso. El saber que no debía tener nada con Sergio le hacía estar cada vez más deseosa de tenerlo. Se habían sentado en un sillón blanco enorme frente al televisor apagado, Zaida se levantó y fue a poner algo de música para relajarse un poco y aliviar su tensión interna. Sergio también estaba nervioso, su tranquilidad externa impedía que la chica se diese cuenta de lo mal que lo estaba pasando. Si por él hubiese sido, se hubiera abalanzado sobre ella y le hubiese hecho el amor en el mismo sofá, ya hacía un buen rato. Sus anteriores experiencias le habían hecho empezar relaciones muy superficiales por darle tanta importancia al sexo y esta vez sentía que aquella chica era especial y se había hecho el firme propósito de intentar hacer las cosas bien desde el principio.

 

—¿Qué vas a poner? -preguntó él—.

 

—Creo que la radio, tengo la música guardada por ahí y además me apetece escuchar la música de aquí. Espera, a ver qué sintonizo.

 

Después de pasar por varios diales dio con una cadena moderna en la que sonaba un pop en árabe cuanto menos particular y mucho mejor de lo que ellos hubieran podido imaginar sobre la música del país.

 

—La verdad es que no está mal.— concluyó Sergio—.

 

—Sí, es raro pero suena bien.

 

—Bueno, ¿me puedes decir que te ha pasado para irte de tu ONG? Ha tenido que ser algo gordo. Venga, dime…

 

—¿La verdad? -pensando en ese preciso momento si podía fiarse o no de aquel completo desconocido y si visto lo visto no sabía quién era y qué quería realmente—. Para no tener que mentirte te contaré hasta donde puedo y luego te diré el porqué.

 

—Qué misteriosa, cuenta.

 

—Mira, yo me vine aquí, sobre todo, porque conocí a un niño en un hospital de Sevilla haciendo las prácticas de la última asignatura de la carrera. Un chico me enredó en esta aventura y me dejé llevar porque quería alejarme un poco de mi vida en Sevilla, lo había pasado muy mal con un chico y la relación con mi padre dejaba mucho que desear. El caso, me vine aquí y al final resulta que investigando un poco hay algo o alguien detrás de él que no quiere que siga haciendo preguntas.

 

—¿Has tenido algún problema?

 

—No, tranquilo. Si te digo la verdad no es que haya visto a nadie directamente o me hayan dicho algo, pero intuyo que sí que hay alguien detrás de todo. Pero creo que voy a dejar de preocuparme por cosas, quizás me traigan problemas.

 

—¿Aceptas un consejo de un desconocido?

 

—Depende…

 

—Estamos en un sitio donde la ley es muy parcial dependiendo de a quien conozcas y el dinero que tengas. No te metas en problemas por aquí, en nuestra ONG hay gente a los que le han buscado muchos problemas por culpa de rescatar a borrachos cuando el Corán prohíbe el alcohol. Este país tiene muchas cosas buenas, pero la ley y la justicia no son una de ellas. Créeme, aunque yo también hago lo que hago, si veo que la situación en muy crítica lo dejo estar. No tiene sentido terminar en la cárcel, allí no podré ayudar a nadie más, al igual que tú. No sé hasta que punto tienes razón y crees que estás haciendo algo buen, pero piensa en que si te metes en algo de lo que no puedas salir sola dejarás de poder hacer cosas por mucha gente. Tú eres médico y en tu caso esto se vería fácilmente multiplicado por muchos números. Al final tienes que mirar por ti y nada más, incluso más que otra gente, aunque no lo parezca. Somos voluntarios o como quieras llamarlo, pero una cosa es eso y otra es ser un mártir.

 

Zaida no tardó mucho en procesar la idea, asegurándose a si misma que la mejor cosa que podía hacer era dedicarse a lo suyo y dejar en paz a una gente a la que ya sabía que tenía que temer.

 

—¿Y tú? -preguntó ella—. ¿Hasta dónde piensas llegar por lo que estás luchando?

 

—Todavía no te he dicho por lo que lucho.

 

—¿Por qué luchas? -sonriendo—.

 

—Por mí.

 

—¿Entonces eres un egoísta? ¿Haces esto por quedar bien o algo así?

 

—No, soy realista. Intento que lo que hago me cale tanto que me convierta para siempre en alguien que piense en los demás. Pero para ello soy yo el que ha de cambiar de verdad. No se trata ni siquiera de ayudar al resto a través de una ONG en Marruecos, por ejemplo, es una actitud que debería perdurar en mi para siempre y esto quizás sea un buen aprendizaje. No creo que me dedique toda mi vida a esto, ya sabes; me gustaría comprarme una casa, como buen español, tener familia y quizás hasta un perro. En cualquiera de los casos, haga lo que haga, sí que me gustaría seguir ayudando a los demás siempre. La gente no se da cuenta de que para ayudar a otros y al mundo hay que hacerlo desde tu entorno cercano, empezando por la mujer mayor que llega con las compras al portal y le ayudas a subir las bolsas.

 

—¿Y qué quieres hacer después? No sé, tampoco he estudiado nada. Supongo que me dedicaré a un oficio de los de toda la vida. Además, mi familia tampoco tiene recursos como para ayudarme. Este viaje lo tendré que hacer solo.

 

—Qué poético -quitándole un poco de hierro al tema—.

 

—No creas, no tengo ningún tipo de drama familiar insuperable, pero ya sabes que hay gente que tiene más recursos que otros.

 

—¿Y no te gustaría seguir estudiando?

 

—Qué pregunta… por ahora sólo quiero seguir estudiándote a ti.

 

Se miraron, era el momento, Zaida esperó a que se inclinase hacia ella para besarla pero no lo hizo. “Ha perdido su primera oportunidad”, pensó.

 

—Eso me gusta. Creo que si te aplicas quizás puedas incluso doctorarte porque te advierto que me siento muy atraída por un chico tan interesante como tú.

 

—Vaya, ahora no sé que decir.

 

—No digas nada -acercándose ella—.

 

Zaida lo besó suavemente durante unos segundos y se apartó un poco para ver su reacción positiva, se acercó él y siguió besándola. Ese calor intenso que se siente cuando deseas que ocurra algo más invadió el cuerpo de la chica de arriba abajo. Mientras se morreaban empezaron a acariciarse y sus bellos se erizaban cuando sus manos acariciaban su piel. Entreabrían los ojos para no perderse nada, aunque los dos pensasen que el otro lo estaba haciendo porque besar mirando era signo de no estar enamorado. Zaida se soltó la coleta que llevaba hecha y Sergio introdujo sus manos en la cabellera. Se empezaron a dar besos en el cuello y a trabajar las distintas zonas erógenas del trapecio y las orejas con besos, mordiscos y chupetones. Se besaban las muñecas hasta que Zaida sintió un enorme calor, se quitó la camiseta dispuesta a entregarse. Sergio acariciaba su pecho, hacía un rato que había perdido completamente el control sobre sus deseos y el animal que llevaba dentro había pasado a controlar sus impulsos y reacciones. Mientras acariciaba sus turgentes senos el deseo de penetrarla se agolpada cada vez más en su cerebro martilleando sus manos en la insistencia de desnudarla por completo. Se quitó la camiseta y comenzó a comer los pezones de Zaida intercalando sus lametones con delicados mordiscos La chica palpó por encima del pantalón el pene de Sergio pensando en quitarle el pantalón para que no fuese a hacerle daño tal erección, y desde luego, por la gran cantidad de hormonas en sangre pidiéndole más. Lo empujó hacia atrás y sin previo aviso le abrió la cremallera de vaquero y sin pensárselo apartó el calzoncillo e introdujo el pene en su boca.

 

—No.

 

—¿Qué? -pensando en que tal vez no le gustaba las felaciones—.

 

—Joder, no, déjalo. —Sergio se incorporó—.

 

—¿He hecho algo que no te guste?

 

—No, no es eso.—levantándose mientras se volvía a vestir—.

 

—¿Pero qué te pasa? -alucinada—.

 

—No es por ti, de verdad. Si empezamos así al final todo se basará en los mismo, créeme. Seguro que tengo mil veces más ganas que tú de hacerte de todo, pero me gustas más que eso. Sé que hay algo mucho más importante entre nosotros y te puedo asegurar que no quiero estropearlo. -se acercó hasta la puerta—. Te doy un toque otro día.

 

—Me dejas flipada, haz lo que quieras. -bastante molesta—.

 

Nada más salir por la puerta la chica se acercó hasta la puerta y echó la llave dispuesta a solucionar con sus manos el enorme calentón que tenía.