Capítulo LXXVI

LA escena de la cama no la vivió igual todo el mundo, habían traído a Marta y al sastre. Varios hombres se acercaron hasta la cama desnudos, pero nadie la tocó, el efecto de las drogas hizo el resto en la cabeza de Zaida. La consigna era rodearla, reírse, mirarla, humillarla sin tocarla, nadie lo hizo, excepto cuando le introdujeron un consolador por el recto, aunque ella tampoco lo vio. Los dos muchachos árabes también estaban allí. Un psiquiatra dirigía la operación. Un sonido muy bajo viajaba por la habitación, era el sonido que podrían meter subliminalmente en una canción, en un anuncio de televisión. El fin era relacionar el sonido con la sublimación por si algún día necesitaban manipularla. Aunque los resultados eran siempre muy buenos, en muy pocos casos había sujetos que se recuperaban sin haber conseguido reprogramar su cerebro. Marta no estaba contenta, ella reía obligada, su cara decía no estar de acuerdo con ello, lloró, pero no podía hacer nada…