Capítulo XXIII

DOS hombres árabes hablan por teléfono sobre la idoneidad de que Zaida pertenezca a los Náufragos del Mundo. La orden viene del Senado, así que no puede contradecirse, aunque discuten si es la forma de solucionar el conflicto o no. Tampoco ellos, al no pertenecer al Senado, saben realmente por qué hay que seguir a la chica y meterla a toda costa en la organización, pero lo hacen.

 

—¿Has llamado a Marta? —le interroga por teléfono un hombre a otro—.

 

—Todavía no ha terminado de hablar con ella. Estoy muy cerca, hace ya un buen rato que entró y sigo esperando a que salga.

 

—En cuanto lo haga ya sabes lo que tienes que hacer.

 

—Descuida. Aunque todavía no sé que ha hecho esta chica para que estemos tras ella.

 

—Vete a saber, tú haz lo que nos han mandado y ya está.

 

—¿Y cuando salga?

 

—No hace falta que la sigas. Deja que se vaya donde quiera, una vez que esté dentro no tendremos que estar siguiéndola todo el día.

 

—De todos modos creo que hay alguien más tras ella, pero no sé si es de los nuestros.

 

—Pues deberías enterarte.

 

—Te mantendré informado.

 

—¿Y con respecto a la madre del bebé ha hecho algo?

 

—Por ahora no. Aunque no sé hasta dónde le habrán contado. Olivié dice que él ha tenido la boca cerrada, pero cree que el ingeniero de la ONG está liado con ella y le ha podido contar algo. Ya veremos. A lo mejor ni siquiera se molesta en hacer nada, incluso si se entera de algo más.

 

—Probablemente ni se moleste, esta chica viene a divertirse y poco más, no tiene pinta de querer meterse en follones.