Capítulo XXVII
CUANDO KAMÎL llegó a su barrio se encontró con su vecino, el chico que le vendía las alfombras.
—Ya me han dicho que estás con otra extranjera Kamîl, tú si que sabes pasarlo bien, seguro que folla como una zorra.
—Sí, ya sabes que todas estas extranjeras son una buenas putas que además te pagan las comidas, a ver lo que me dura esta. ¿Tienes las alfombras?
Al otra lado de la calle alguien observa a Kamîl atentamente, el chico se da cuenta de que alguien vigila, un árabe de mediana edad con una cicatriz en el cuello, vestido con pantalón de pinzas y camisa granate.
—Hay un tío ahí que nos está mirando.
—¿Será de la policía? ¿Dónde tienes las alfombras?
—No te preocupes por eso, este tío no es policía.
Dirigiéndose con descaro y ningún miedo al desconocido, el muchacho de las alfombras le grita.
—¡Y tú qué miras! ¿Te gustamos?
El hombre tampoco se retiene y va directo hacia ellos tomando por el brazo a Kamîl.
—Cuidado con las malas compañías, vente conmigo para hablar los dos solos.
—¿Y tú quién eres?
—Alguien con mucho dinero.
Kamîl hizo un gesto al otro chico y se fue con él.
—¿Qué quieres?—preguntó directo Kamîl—.
—¿Quién es la chica extranjera con la estabas esta tarde?—con unos cuantos billetes en la mano—.
—Un extranjera con ganas de follar.
—¿Te ha hablado de política o de algo raro?
—De nada, sólo quiere divertirse un poco y contar la historia cuando vuelva a su país.
—Ya te buscaré si te necesito, te pagaré bien si me cuentas todo.
—Cuando quieras, ¿pero eres de la policía?
—No, pero no te importa tampoco. Recuerda, no has hablado conmigo.
—Bueno, si me das algo más de dinero quizás me acuerde de algo que te interese.
Sacó más dinero.
—Habla.
—Dice que quiere buscar un hospital, pero no me he enterado de qué quiere buscar, no sé, es médica, querrá algo para su trabajo.
—Bueno, ten mi teléfono y cuéntame todo, te recompensaremos bien.
—¿La chica ha hecho algo?
—Llámame.
—¡Con tanto dinero! Seguro.