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Nueva Avalon

Marca Crucis, Federación de Soles

16 de noviembre de 3029

Justin, sentado en la primera fila de bancos de la catedral de Notre Dame de Ciudad Avalon, levantó la mirada cuando el príncipe Hanse Davion ocupó su lugar ante el atril. Su corazón le latía desbocado en el pecho y pensó que no palpitaba tanto ni cuando esperaba el comienzo de un combate en Solaris. Sonrió por su propio nerviosismo y cogió de la mano a Candace.

—Gracias por su invocación, Eminencia —dijo el Príncipe al cardenal Maraschal.

Se volvió hacia la multitud que abarrotaba la catedral, ajustó la lamparilla del atril para que iluminara el texto de su discurso de forma más directa e inspiró hondo antes de comenzar.

—La guerra significa distintas cosas para distintas personas. Para los soldados que están en primera línea, la guerra son largos períodos de aburrimiento absoluto interrumpidos por momentos de implacable terror. Unas máquinas tan grandes como edificios recorren la superficie de un planeta destruyendo todo cuanto se les opone. Las armas que utilizan disponen de un poder aniquilador y las cicatrices que causan a la gente, los lugares y las cosas no curan jamás.

»Quienes se quedan en casa afrontan un desafío diferente. Su terror, aunque más sutil, es igualmente totalizador. ¿Acaso en la próxima llamada de visífono te dirán que ha muerto tu marido? Cuando examines tu correo electrónico, o recibas un mensaje de ComStar, ¿descubrirás que tu hijo o tu hija son devueltos a casa en un ataúd? O peor aún, ¿ese soldado que está en el umbral de tu casa te dirá que tu nieto ha desaparecido, pero las Fuerzas Armadas hacen cuanto está en sus manos por encontrarlo?

Mientras la enérgica voz del Príncipe resonaba en la iglesia, Justin miró a Candace y, más allá, al sonriente rostro de su hermano Tormana. Ambos creíamos que él había muerto en las primeras oleadas de la invasión. Nunca he visto tan feliz a Candace como cuando el Príncipe los reunió.

—A pesar de estas cargas que soportan quienes están en el frente o en sus casas —prosiguió Hanse Davion en tono elocuente—, podemos consolarnos con un dato: en todo momento sabemos quiénes somos y de qué formamos parte. No nos avergüenza mostrar este orgullo, pues refuerza nuestra confianza y nuestra fe en la sociedad que hemos forjado. Confirma que nuestra misión va por el camino correcto y da sentido a todos nuestros esfuerzos. Ver esta confianza y este orgullo reflejados en quienes nos rodean, es la mayor recompensa que podemos esperar y que nos sostiene incluso en los tiempos más oscuros.

Hanse pasó la hoja superior de su texto al fondo del montón.

—Esto no se aplica a una tercera clase de individuos que colaboran en el esfuerzo bélico. Estas personas han de renunciar a lo que son y a quienes son para cumplir con su cometido en la guerra. Para algunos, esto significa que deben crearse una nueva identidad para cumplir con su deber. Para otros, su labor consiste en convertirse en algo más de lo que jamás quisieron ser. La tensión que acarrea el vivir una vida dual destrozaría a cualquiera en una época feliz; pero en tiempo de guerra, la presión puede ser letal.

»Esta noche, estamos aquí reunidos para honrar a cuatro personas cuya contribución, singular y colectiva, a esta guerra desafía toda cuantificación, pero que no podemos pasar por alto. La primera de estas personas es Alex Mallory.

Justin miró hacia la derecha, donde Alex se había puesto en pie. Aquel hombre, delgado y rubio, se arregló su negro esmoquin y caminó hasta el frente del altar de la catedral, apoyándose de vez en cuando en un bastón negro. Aunque no podía hacer una genuflexión, se santiguó y, lleno de orgullo, se colocó junto al Príncipe.

Hanse abrió un estuche que estaba sobre el atril y sacó de su interior una medalla negra incrustada de diamantes con la misma forma que el sol del escudo de la Federación.

—Alex Mallory, conocido como Alexi Malenkov en la Confederación de Capela llegó a ser un miembro de confianza de la Maskirovka. Corriendo un gran riesgo, logró enviar una cantidad enorme de informes de inteligencia a la Federación de Soles. Fue gracias a sus esfuerzos que pudimos abortar el primer atentado que Maximilian Liao organizó contra el difunto coronel Pavel Ridzik. Por gratitud hacia nosotros, el coronel Ridzik firmó un tratado de paz con nosotros que salvó incontables vidas en el frente de Tikonov. Posteriormente, al ser descubierto por el enemigo, Alex soportó la tortura sin confesar ni un solo dato sobre sí mismo o sus colaboradores.

El Príncipe colgó la medalla del bolsillo del esmoquin de Alex.

—En reconocimiento a tus esfuerzos —prosiguió Hanse—, te condecoro con el Sol de Diamantes por tu servicio y dedicación a la Federación de Soles.

Hanse ofreció su mano a Alex y se las estrecharon con afecto. Alex, sonriente, fue a sentarse en una silla situada tras el Príncipe.

Hanse Davion miró a la siguiente persona homenajeada, invitándolo a acercarse al altar. Cuando Andrew Redburn, ataviado con el uniforme negro y dorado que había adoptado el Primero de Ulanos de Kathil, llegó ante él, el Príncipe sonrió jovialmente.

—Es raro encontrarlo en misa, aunque hoy tenemos la suerte de gozar de su presencia. Es un guerrero que no pregunta «¿por qué?» cuando se le da una orden. Este hombre, Andrew Redburn, condujo a sus tropas en media docena de las misiones más peligrosas que este conflicto nos ha planteado. Nunca suplicó un destino. Sólo salía a cumplir con su deber. Además, fue capaz de dejar a un lado sus sentimientos y odios personales para llevar a cabo la misión más peligrosa de todas: rescatar a dos agentes, de los que uno de ellos era el señor Mallory, de la misma capital de la Confederación de Capela.

El Príncipe abrió otro estuche. La luz centelleó en el disco solar de oro que formaba la cara posterior de la medalla. Superpuesta al disco había una espada de platino clavada en un yunque. El Príncipe la colgó en el negro uniforme de Ulano, junto al Sol de Oro que Andrew se había ganado dos años antes.

—Por tus servicios a la Federación de Soles, tengo el orgullo de condecorarte con nuestra medalla más gloriosa: la Medalla Excalibur. Desde este día, serás conocido como Caballero del Reino y se te otorgará una parcela de tierra en tu mundo natal de Firgrove.

Andrew, radiante de alegría, estrechó la mano del Príncipe y se puso, de pie, al lado de Alex.

—El tercer individuo a quien deseo honrar esta noche, ha solicitado repetidamente que no lo condecore —explicó Hanse, dejando que una sonrisa le alegrara el semblante—. Aunque agradezco y respeto su petición, no puedo concedérsela. Ello equivaldría a negarle el elogio y el agradecimiento, que ya se han demorado mucho tiempo, por los inapreciables servicios que ha prestado.

Hanse dirigió su mirada hacia la primera fila.

—Morgan Hasek-Davion, por favor, adelántate.

El alto y fuerte Morgan salió del banco delantero. Sus cabellos rojos le cubrían las hombreras de su guerrera de Ulano y casi tapaban por completo sus charreteras doradas. Lanzó una mirada a Kym Sorenson y subió los escalones del altar. Hizo una breve genuflexión y se puso junto a su tío.

—Cuando descubrimos el plan de Liao de atacar Kathil, un ataque que habría paralizado nuestra capacidad de reparar y construir Naves de Salto durante años, necesitaba un líder militar en quien pudiera confiar y que fuese capaz de detener aquel ataque. Sólo disponía de un puñado de tropas veteranas y muy poco tiempo para organizar la defensa. Morgan aceptó está misión de buena gana y, en el curso de una semana, logró llevar a cabo lo que se exigía de él.

»Y luego corrió un gran riesgo para llegar pronto a Sian y rescatar al agente que nos había avisado del ataque. Utilizando Naves de Descenso capturadas a Liao, convenció a una serie de capitanes de Naves de Salto de que su fuerza era lo que quedaba de la unidad que había atacado Kathil ¡y volvían a la Confederación de Capela llevando cautivo a Morgan Hasek-Davion! Sin preocuparse por el peligro, condujo a sus hombres a la capital de la Confederación de Capela y comprobó que todos, incluidos nuestros agentes, estaban a bordo de la Nave de Descenso antes de abandonar el campo de batalla.

Hanse extrajo un sobre de un bolsillo de su chaqueta.

—Además, Morgan soportó un increíble sentimiento de frustración hasta que le asigné la misión de Kathil. A causa de condición de heredero mío, yo rehusé todas sus peticiones de ir al frente. Y, de hecho, si me hubiera explicado su plan para llegar pronto a Sian, probablemente también se lo habría rechazado.

Hanse entregó el sobre a Morgan y, con un asentimiento de cabeza, lo invitó a abrirlo.

—Como rehusarías cualquier recompensa que yo te concediese, y aunque serás miembro de la Orden de Davion a final de año, ahora te doy esto.

Morgan abrió el sobre y desdobló la nota de papel amarillento que había en su interior. Sus verdes ojos examinaron rápidamente el texto impreso en ella. Su sonrisa se amplió al leerlo de nuevo y lanzó una carcajada de felicidad.

—¿Es cierto? ¿De verdad, Hanse? —le preguntó, agarrándolo por los hombros.

El Príncipe asintió y abrazó a Morgan. Cuando se separaron, Morgan lo saludó al estilo militar y el Príncipe respondió con gesto marcial. Con una amplia sonrisa, Hanse se volvió hacia la multitud mientras Morgan ocupaba su lugar con los otros dos hombres condecorados.

—Ese sobre —les explicó— contiene un mensaje que me ha sido enviado a través del embajador lirano. Al parecer, durante su estancia secreta en los pasados meses de junio y julio, mi esposa ha concebido un hijo.

Una estruendosa ovación estalló de manera espontánea entre la multitud. Justin sintió que el corazón le daba un brinco. ¡Hanse tendrá un heredero! Miró por encima del hombro a su padre y le guiñó el ojo. Quintus Allard asintió y sonrió satisfecho.

El Príncipe aguardó a que decrecieran un poco los aplausos y alzó la diestra para acallarlos.

—Aunque es una noticia gozosa, y aunque espero ilusionado la llegada de otro Davion a los Estados Sucesores, hay una última persona a quien deseo felicitar esta noche. De algún modo, esto es una especie de nacimiento, o un renacimiento, y sólo podemos describirlo como el producto de una labor terriblemente difícil.

»Hace cuatro años emprendimos la tarea de preparar a un agente a quien pudiéramos utilizar para que filtrase información, información creíble, a los liaoitas. Su trabajo, que había sido lento y meticuloso, había comenzado a dar sus frutos. Había establecido una serie de contactos con agentes de Liao en Kittery y aparecía ante el enemigo como un desertor en potencia. Por desgracia, hace tres años, perdió una mano en una emboscada de las fuerzas de Liao y las personas que investigaron el incidente desentrañaron la red de contactos que había creado.

El Príncipe miró a Quintus Allard y prosiguió:

—En aquellos días, sólo el propio agente, el ministro de Inteligencia, Información y Operaciones, y yo mismo, estábamos al corriente de los preparativos. Como habían empezado a filtrarse las noticias de la posible traición de nuestro agente, nos vimos ante el dilema de abandonar la operación o utilizar aquella información hostil para hacerlo aún más atractivo para la Confederación de Capela. —El Príncipe hizo una seña a Justin—. Por favor, acércate.

Cuando Justin se incorporó, se alzaron murmullos entre los asistentes a la ceremonia. Justin miró a la gente y percibió su confusión. La última noticia que tuvieron de mí es que era una persona que sólo merecía desprecio. Yo era el mestizo que había regresado a su naturaleza más baja. Me podían odiar sin problemas, pero ahora recibo honores. Esbozó una sonrisa mientras se dirigía al altar. No me extraña que estén confundidos… Yo también lo estoy. Hizo una genuflexión y caminó hasta el lugar donde lo esperaba el Príncipe.

—El propio Justin Allard tomó la decisión de continuar con la operación —añadió Hanse—. Por las pruebas acumuladas en su contra y el modo en que nos veríamos obligados a presentar la situación, sabía que sería degradado, ridiculizado y odiado. Como sólo su padre y yo conocíamos la verdad, sabía que no podía esperar ayuda de nadie a quien hubiera llamado amigo en el pasado. Puesto que le habíamos dado las identidades de varios agentes en los lugares donde esperábamos que fuera, sabía que tendría que suicidarse si era capturado. Y, si moría en la operación, sabía que su nombre no sería limpiado jamás y se uniría a los de Judas y Stefan el Usurpador en los anales de los grandes traidores de la Historia.

»Gracias a sus esfuerzos, pudimos localizar y tapar una brecha en nuestro sistema de seguridad. Gracias a sus esfuerzos, Casa Liao malgastó tiempo y recursos en un proyecto de investigación y desarrollo que perjudicó en gran medida su esfuerzo bélico. Gracias a él, descubrimos el plan de la incursión en Kathil. Gracias a él y a su influencia, la Comunidad de St. Ivés se ha independizado de la Confederación de Capela y ha entrado en una alianza con la Federación de Soles.

»La última vez que la mayoría de ustedes recuerdan habernos visto juntos, yo lo despojé de su rango, su honor y su nombre. Por todos los servicios que ha prestado a la Federación de Soles, tengo la satisfacción de devolverle las tres cosas, pero hay aún otra acción por la que lo hago. Cuando nos envió el mensaje en el que nos avisaba de la incursión en Kathil, nos pidió que lo sacáramos de Sian. Cuando Morgan llegó con su Nave de Descenso, lo único que debía hacer Justin era identificarse y habría sido puesto a salvo. Sin embargo, fue a los calabozos situados bajo el palacio de Liao y liberó a Alex Mallory. Por este acto valiente y desinteresado, te doy la bienvenida de nuevo a la Federación de Soles, comandante Justin Xiang Allard.

Justin estrechó la poderosa mano de Hanse con idéntica fuerza y afecto.

—No sabéis lo bien que suenan esas palabras en vuestra garganta.

—Y tú no sabes cuántas veces he temido que no tendría nunca la ocasión de decirlas. —El Príncipe se soltó la mano y sacó de un estuche una medalla idéntica a la que había otorgado a Andrew Redburn—. Aunque es un galardón totalmente insuficiente, te condecoro con la Medalla Excalibur como muestra de la gratitud que esta nación siente hacia ti. Y, en las ceremonias que se realizarán a finales de año, ingresarás en la Orden de Davion junto con Morgan.

Justin aguardó a que el Príncipe le colgara la medalla del pecho y le chocó la mano de nuevo. Se retiró con los demás premiados y los felicitó por sus premios. Luego se volvió para escuchar la parte final del discurso del Príncipe.

—Nuestra guerra contra la Confederación de Capela casi ha terminado. La conquista no ha sido total, pero nunca fue ésa nuestra intención. Nuestro propósito tenía dos partes. La primera era eliminar la capacidad de la Confederación de Capela de crear los materiales necesarios para guerrear contra nosotros. Aparte de algunas instalaciones menores que quedan en la Comunidad de Sian, hemos tenido éxito.

»La segunda mitad de nuestro propósito era liberar a un pueblo que ha estado oprimido durante demasiado tiempo. Esta no es una tarea que pueda llevarse a cabo en cuestión de meses, ni siquiera años. Nuestro éxito en esta área será valorado tras el paso de varias generaciones, pero estoy seguro de que será un éxito lo que valorarán.

Hanse se volvió hacia los cuatro hombres que se hallaban detrás de él y miró con expresión satisfecha a la multitud.

—La guerra, para estas cuatro personas, ya ha terminado; pero nuestros enemigos deberían tener muy en cuenta lo que han conseguido. Y no por la tremenda audacia de los planes, ni por la brillantez de la táctica… Aunque todos han exhibido esas virtudes. Deberían examinar a estos hombres para comprender que un pueblo educado en libertad y al que se le da la oportunidad de hacer lo que prefiera, ¡es un pueblo que hará cualquier cosa, sin que importe lo humillante o dolorosa que pueda ser, para asegurarse de que su modo de vivir perdure por toda la eternidad!