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Sistema estelar de Sian
Comunidad de Sian, Confederación de Capela
22 de octubre de 3029
Andrew Redburn miraba abstraído por el ventanal de la Nave de Descenso y casi dio un brinco hasta el techo cuando Morgan Hasek-Davion le dio una fuerte palmada en la espalda.
—¡Maldición, Morgan! ¡No me hagas estas cosas!
El corpulento MechWarrior le sonrió con afecto.
—Lo siento, Andy. No quería asustarte. —Apoyó su enorme diestra en el hombro izquierdo de Andrew y añadió—: Has estado preocupado desde que saltamos a Sian y comenzamos a adentrarnos en el sistema estelar.
Andrew contempló el segundo planeta que orbitaba alrededor de la estrella llamada Sian. Aún se encontraba a dos días de viaje, pese a que la nave había llegado a un punto de salto no estándar y volaba a poco más de 2G, y aquel planeta no era más que una bola blanca en la distancia. Tú estás allí, Justin. Lo presiento. ¿Ya has adivinado lo que estamos haciendo, o te vamos a engañar esta vez?
—No me hagáis caso, Alteza —dijo, con una sonrisa forzada—. No estoy preocupado por nuestro plan. Es perfecto. Al parecer, están convencidos de que somos los restos del Cuarto de Rangers de Tau Ceti, que regresa triunfante con el heredero del príncipe Hanse a bordo. —Su sonrisa se volvió más sincera—. Estoy ansioso por ver la cara de Maximilian Liao cuando se abran las compuertas de nuestra Nave de Descenso y desembarquemos un batallón listo para combatir. El Primero de Ulanos de Kathil se va a ganar una excelente reputación.
—Sí, creo que tienes razón. Nuestra Nave de Salto recargará el propulsor K-F con su motor de iones para preparar el viaje de regreso. Lo único que debemos hacer es encontrar al agente de Hanse y sacarlo de allí.
Andrew, con el ceño fruncido, dio la espalda al ventanal.
—No me gusta esto de no saber quién es el agente.
—Eso es inevitable —contestó Morgan—. Sólo tiene que decimos la contraseña. Dispone de media hora para ponerse en contacto con nosotros. Si supiéramos quién es, podríamos revelar esa información a los capelenses en caso de ser capturados. Hemos de encontrar al agente, darle el paquete que ayer nos entregó el oficial de enlace de Inteligencia y cubrir su marcha.
—¿Y si ya lo han capturado y no acude a nuestro encuentro?
Morgan frunció el entrecejo.
—En tal caso, supongo que tendremos que destruir el palacio hasta encontrarlo… Andy, tengo el presentimiento de que no es eso lo que te preocupa. Leo la inquietud en tu expresión como si fueras un libro abierto. Estás proyectando tus emociones como proyectabas el puño en nuestro primer combate de boxeo en el Salón de los Guerreros.
—Es obvio, ¿no? —Andrew suspiró hondo—. En algún lugar de Sian, voy a toparme con Justin Xiang. Sé que, si lo veo, tendré que matarlo. Sé que es nuestro enemigo y todavía me avergüenzo al pensar en la facilidad con que me venció en Bethel; pero todavía hay una parte de mí que…
Morgan levantó una mano para hacer callar a Andrew.
—Entiendo lo que sientes. Estás irritado con él, pero no tanto por ser el enemigo, sino por que crees que te traicionó, El te enseñó muchas cosas mientras estuviste bajo su mano en el batallón de adiestramiento de Kittery, y estuviste de su parte durante el juicio por traición. Sin embargo, él intento que fueras asesinado en Kittery y te derrotó en la batalla de ’Mechs de Bethel. Una parte de ti quiere luchar con él y vencerlo, pero existe otra parte que no quiere perder la amistad que sentías hacia él.
Andrew vio una expresión de tristeza en la mirada de Morgan.
—Sí, tu resumen ha sido casi perfecto. ¿Cómo lo has sabido?
Morgan cruzó los brazos sobre su ancho pecho y se apoyó en el casco de la Nave de Descenso.
—Cuando era niño mi padre me enseñó a jugar al ajedrez. Solíamos jugar una vez a la semana o así y aquellas partidas llegaron a ser muy importantes para mí. No importaban los problemas que mi padre debería afrontar en la corte; siempre estaba dispuesto a jugar nuestra partida. Me animaba y me decía que, cuando pudiera vencerlo por fin, me convertiría en un hombre. No obstante, a pesar de todos mis intentos, jamás le podía ganar y me sentía inferior a él por mis fracasos.
Morgan apartó la mirada y sus ojos de color malaquita se fijaron en un punto situado más allá del caparazón metálico de la nave.
—Finalmente, cuando cumplí los catorce años, empecé a estudiar ajedrez. Se convirtió en una auténtica obsesión y era lo bastante intensa como para que mis tutores condescendieran a mis deseos. En aquel tiempo, mi padre fue llamado a Nueva Avalon y no jugamos durante tres meses. Pero, cuando regresó, lo primero que hicimos fue sentarnos ante un tablero.
Morgan guardó unos segundos de silencio. Expresiones de dolor y confusión pasaron fugazmente por su rostro.
—La verdad es que no hubo contienda. En su ausencia yo había aprendido mucho y le gané antes de que yo mismo me diera cuenta. Cuando exclamé: «¡Jaque mate!», esperaba que rae felicitaría y me valoraría de una manera nueva, como un adulto.
—¿Qué sucedió?
Morgan meneó con tristeza la cabeza.
—Tiró las piezas y el tablero de la mesa de un manotazo y exigió que le dijera quién conspiraba conmigo para humillarlo. Me agarró del brazo y me miró las orejas por si llevaba puesto un auricular. Era incapaz de creer que un mocoso pudiese vencerlo.
»No he jugado más al ajedrez desde entonces —prosiguió el León de Davion, devolviendo la mirada a Andrew—. Incluso la idea de jugar me recuerda lo que me costó aquella última partida: perder la confianza que existía entre mi padre y yo. Durante años, pensé que yo había hecho algo malo. Lo derroté y él me odiaba por ello. Con el tiempo, comprendí que aquel conflicto se habría producido de una forma u otra, sin que importara lo que él o yo hubiéramos hecho al respecto. Mi padre se había convertido en una persona distinta y yo debía tratarlo de acuerdo a ello.
Andrew reflexionó durante unos momentos y asintió con expresión sombría.
—Lo que quieres decir es que Justin es responsable de los cambios producidos en su vida. Yo he de procurar mantener el pasado en el pasado, porque obcecarme en él sólo me acarreará la muerte en el presente.
—Eso es —dijo Morgan, y sonrió—. No sé qué clase de recepción nos espera allá abajo, pero no quiero que nadie piense en otra cosa que no sea nuestra misión. Hemos de salvar a nuestro hombre y salir de allí.
—Salvar a nuestro hombre y salir. Totalmente de acuerdo —asintió Andrew. Eso significa, Justin Xiang, que busco a un hombre distinto de los demás. Cuando haya saldado mi cuenta contigo, consideraré que he cumplido mi misión.