19

19

Nueva Avalon

Marca Crucis, Federación de Soles

1 de jumo de 3029

La imagen del rostro del Primus Julián Tiepolo desapareció de la pantalla de holovídeo en cuanto se hubo reproducido la última parte de su mensaje. Hanse Davion, que se hallaba de pie en la cabecera de la mesa, utilizó un mando a distancia para apagar el visor. Cada vez que escucho ese mensaje, tengo la impresión de que el Primus es una marioneta que se mueve de mala gana. El tira de nuestras cuerdas, pero ¿quién tira de las suyas? Miró a las otras cuatro personas reunidas a su alrededor.

—¿Algún comentario?

La mariscal de campo Yvonne Davion, que estaba sentada en el lado derecho de la mesa y en la silla más alejada del Príncipe, estaba tan irritada que parecía estar a punto de escupir fuego por la nariz.

—¡Por supuesto que no atacamos la subestación que aparece en su holovídeo! Los ’Mechs que la destruyeron tenían la insignia y los números de serie correspondientes al Quinto de Fusileros de Sirtis, pero, en aquellos momentos, esta unidad estaba ocupada incendiando un bosque. —La mujer de cabellos canos miró a las demás personas sentadas a la mesa y agregó—: Me atravería a decir que si hubiésemos atacado esa subestación, ningún operador de una cámara de holovídeo habría escapado de la zona con esa grabación.

Hanse sonrió sin doblez y lanzó una mirada a Quintus Allard.

—¿Por qué han decidido imponernos la Interdicción? —le preguntó.

—ComStar es una organización pacifista —respondió el Jefe de Inteligencia de Davion, arrellanándose en su asiento—. Tal vez consideren que una negativa a transmitir nuestros mensajes es un acto de desobediencia civil.

La mujer sentada junto a Quintus, mariscal del Tercero de Lanceros de Crucis, meneó la cabeza en desacuerdo.

—Si fuera ése su motivo, la Interdicción alcanzaría también a la Mancomunidad de Lira —arguyó.

—Cierto, mariscal Pedroza —dijo Quintus, sonriente—. Ello me lleva a pensar en otra razón. Que usted sepa, ¿han interferido nuestros avances con los asuntos de ComStar?

Jessie Pedroza sonrió como una niña descubierta robando un caramelo.

—De acuerdo a las medidas de seguridad que acordamos antes del inicio de la invasión, uno de nuestros primeros actos fue suprimir las comunicaciones civiles normales. No hemos destruido ningún equipo de ComStar, pero sí hemos acordonado algunas estaciones de ComStar y restringido el acceso a ellas a las personas que sabemos que no son agentes de Liao.

La cuarta persona sentada a la mesa, el coronel Nicholas Furth, se apresuró a asentir.

—Vimos que se producía lo mismo en el Pasillo Terráqueo cuando Kurita atacó nuestros planetas. A las autoridades civiles se les impidió utilizar las instalaciones de ComStar para transmitir mensajes a las tropas que acudían a la zona.

El Príncipe descansó un pie en la silla y apoyó el codo en la rodilla levantada.

—Debemos suponer, pues, que éste es el gambito de apertura de ComStar en la partida de ajedrez que quieren jugar. Tal vez crean que limitar nuestros recursos es un modo de calmar los ánimos, pero eso no nos importa en absoluto. Desde ahora, no podemos contar con los servicios de ComStar.

El Príncipe señaló una caja negra de metal situada frente a él sobre la mesa. Tenía una longitud y una anchura de un tercio de metro y sólo la mitad de alto. Carecía de todo adorno, a excepción de un teclado numérico en la cara superior y una ranura que se extendía de lado a lado.

—Mariscal Pedroza, coronel Furth…, esto es lo que llamaremos «Caja Negra», por razones bastante obvias. No puedo decirles exactamente qué es, pues yo mismo no entiendo su funcionamiento por completo, pero ha sido la fuente de los «faxes» que ustedes han recibido de mensajeros durante el curso de la guerra. Este dispositivo, junto con las otras cuatro docenas que existen aproximadamente en la Federación de Soles, eludirá las consecuencias más enojosas de la Interdicción.

Ambos militares observaron la máquina con atención. El Príncipe la levantó en vilo para que pudiesen ver la ranura en la parte inferior, por la que se introducía papel, y la giró para mostrarles los diversos enchufes de alimentación y de conexión a ordenador que llevaba incorporados.

—Lo que sí puedo contarles de estas cajas, señoras y caballeros, es que nos permitirán enviar y recibir mensajes entre sistemas estelares. Los mensajes se transmiten de manera mucho más lenta que por las comunicaciones por hiperpulsación de ComStar, pero podremos superarlos en distancias cortas porque ComStar suele enviar los mensajes por lotes. Es una característica que abarata los costos y que impresionó a los liranos que examinaron estas cajas por primera vez.

—¿A qué velocidad se transmiten los mensajes? —inquirió Jessie Pedroza.

El Príncipe frunció el entrecejo por unos instantes.

—Los mensajes cronometrados marcan una velocidad de una hora por año luz recorrido. El mayor problema radica en que sólo pueden transmitirse datos simples a través de estos equipos. Los textos y los gráficos sencillos también se transmiten de manera satisfactoria, pero cosas más complicadas como datos de vídeo o audio llegan muy distorsionados.

Hanse inspiró hondo antes de proseguir.

—Ustedes han recibido de manos de nuestros mensajeros los comunicados transmitidos por estas máquinas. El cuerpo de mensajeros fue creado por el MIIO de Quintus, pero vamos a instalar estas cajas en sus propios cuarteles generales. El dispositivo sigue siendo material de alto secreto, pero tendrán acceso directo desde ahora, ya que se ha dictado la Interdicción.

»Es imprescindible que ninguno de estos aparatos sea robado por el enemigo. Tampoco debe filtrarse el menor rumor sobre su existencia. ComStar lo consideraría como una amenaza directa a su poder y esta Interdicción sugiere que cualquier reacción suya sería hostil. Los hombres de Quintus se encargarán de la seguridad de nuestros centros de comunicaciones; de todos modos, en el caso de que algún cuartel general sea tomado por fuerzas enemigas, deben procurar que la Caja Negra sea destruida.

El Príncipe sonrió y miró a Quintus Allard.

—¿Cómo afecta la Interdicción a nuestros sistemas de espionaje?

—Nos perjudica mucho. ComStar conoce nuestros agentes activos, pues han estado usando sus servicios para enviarnos mensajes. Ese flujo de información será detenido de forma inmediata. Podemos activar agentes «tapados» enviando naves a un sistema y efectuando una transmisión al planeta en donde se encuentran. Posiblemente podríamos obtener informaciones controlando las transmisiones públicas, pero las cosas se complicarían bastante. La Confederación es una sociedad tan oprimida que la única información emitida por los medios de comunicación es la que el propio Liao desea que se divulgue.

Yvonne dio una palmada a Quintus en el brazo derecho.

—¿Qué hay de nuestros hombres infiltrados en la Maskirovka? ¿Pueden mandar órdenes a los agentes establecidos en nuestras posesiones, para informarnos de próximos acontecimientos?

—Es posible —contestó Quintus, encogiéndose de hombros—, y espero alguna idea de nuestros agentes más ingeniosos. Sin embargo, por el momento creo que lo mejor que podemos esperar es que haya algún desvío de información importante en el círculo de Liao, para que Max cometa algunos errores. Si ocurre algo relevante, como la decisión de Liao de matar a Ridzik a principios de este año, estoy seguro de que Alexi encontrará la manera de hacernos llegar la información. Estaremos sobre aviso.

»Lo que más me preocupa —añadió— es la forma en que la Interdicción afectará nuestras comunicaciones con los elementos subversivos que hemos estado fomentando en la Liga de Mundos Libres. En estos momentos, sus actividades están manteniendo atado de pies y manos a Janos Marik, pero los suministros se acabarán pronto. Ahora que ComStar ya no transferirá el dinero, no podemos seguir apoyándolos. Y, si desaparecen, Casa Marik tendrá las manos libres para intervenir en la guerra.

La mueca de Jessie Pedroza indicó a Hanse que no tenía ningún deseo de enfrentarse también a la Liga de Mundos Libres.

—¿En qué piensa, mariscal Pedroza?

—Si Casa Marik lanza un ataque contra la antigua frontera entre Tikonov y Sarna, podríamos tener problemas —contestó, mientras se frotaba la barbilla—. Hemos pacificado esos planetas, es decir, sólo tenemos guarniciones formadas por milicianos. De hecho, en algunos planetas hemos confiado el mantenimiento del orden a milicias privadas. Las tropas de la Liga podrían realizar algunos avances, lo que implicaría que yo habría de retirar algunas fuerzas del frente y enviadas a aquella región. En tal caso, perderíamos la ventaja que ganamos al no tener que defendernos de las tropas de Ridzik gracias a nuestro acuerdo. ¡Diablos!, Ridzik podría incluso volverse ambicioso y liberar la mitad de Tikonov que nosotros ocupamos para regalársela a Casa Marik.

Yvonne se arrellanó en su asiento. Mostraba una amplia sonrisa y sus ojos chispeaban de malicia.

—Si así os parece, mi Príncipe, ¿no podríamos apremiar a Ridzik para que desgaje una región de la Liga de Mundos Libres, y forjar así aquel pasillo entre la Mancomunidad de Lira y la Federación de Soles que estudiamos al inicio de la invasión? Así, tendría a sus tropas entretenidas y la Liga tendría a alguien a quien odiar. Si las cosas salieran bien, incluso podrían matarlo en nuestro beneficio.

Hanse se sumó a las risas generalizadas. ¡Muy bien, Yvonne! Aquel que dijo: «Que haya nieve sobre el tejado, no quiere decir que no arda un fuego en la cabaña», debía de estar pensando en alguien como tú… o como Quintus.

—Una idea excelente, Yvonne: te felicito. Comunica de inmediato la idea y algún plan básico a Ardan Sortek. Estoy seguro de que le encantará transmitirlo a Pavel Ridzik.

El comentario del Príncipe desató una nueva oleada de risas. Todos los allí reunidos recordaban el anterior holovídeo, en el que Ardan Sortek había expresado cuáles eran sus sentimientos hacia el ex coronel liaoita, llamándolo «el minúsculo zar».

—Enviaré la información por el circuito de órdenes que hemos establecido con Tikonov —dijo Yvonne. Arrugó la frente por unos instantes y clavó su mirada en Hanse—. Creo que deberíamos tomar la decisión de requisar las Naves de Salto que tenemos en estado de reserva. Tal vez sea una medida chapucera, pero es importante establecer y mantener la comunicación entre nuestros soldados y sus familias: será bueno para la moral de las tropas.

Hanse meditó la propuesta. Si privo de más Naves de Salto al sector comercial, la actividad de los negocios será más lenta. Probablemente podremos mantener el tráfico de materias básicas, pero los transportes de mercancías de lujo sufrirán recortes. A algunas personas no les gustará nada; sin embargo, supongo que les molestaría más no recibir noticias de las personas que quieren. Lo primero causará descontento, pero lo segundo crearía miedo y resentimiento. Irguió la cabeza.

—¿Quintus?

—En un plazo de doce horas puedo dejar sobre vuestro escritorio un informe sobre las características de una red mínima de mantenimiento. Con esta red podríamos transportar cualquier mercancía, salvo las exóticas, suponiendo que los astilleros de Kathil sigan sacando naves del «dique seco» según el ritmo previsto. Puedo ordenar a mi gente que trabaje en coordinación con los subordinados de Yvonne, para crear un sistema que podría permitir el transporte comercial de correspondencia militar para acelerar las cosas.

La mariscal Pedroza carraspeó.

—Deseo añadir que apoyo la sugerencia de la mariscal de campo. Nuestros guerreros están pendientes de manera obsesiva de su correo personal. En más de una ocasión se me han presentado batallones enteros como voluntarios para transportar el correo de una zona de aterrizaje al frente.

—Muy bien —dijo el Príncipe—. Yvonne, reúne a tu gente con la de Quintus y formad esa red. —Se volvió hacia su ministro de Inteligencia y añadió—: Di a los hombres de Formas y Medios que, si hay espacio para algo que no sean artículos de primera necesidad en el programa de envíos, que son prioritarios los objetos de lujo de menor precio, poniendo el énfasis en productos de entretenimiento, ropa, cosméticos y otras cosas que compre el público para estar más contento. No quiero que se transporte un aerocoche Avanti, si pudiera sustituirse por un producto que beneficiaría a muchas personas.

—Como ordenéis, mi Príncipe —respondió Quintus con una amplia sonrisa.

Y ahora, la parte más difícil de esta reunión, pensó el Príncipe, y miró a los dos hombres sentados cerca de él.

—Por supuesto, ya conocen el desastre del Quinto de Fusileros de Sirtis en Sarna. Es cierto que aterrizaron en una posición defendida por la Caballería Blindada de McCarron. Los Fusileros no habían encontrado oposición y, a consecuencia de ello, fueron prácticamente diezmados. También habrán recibido noticias de que McCarron capturó al general Gordon Hartstone. Yo me he negado a negociar su rescate.

El Príncipe observó cuáles eran las reacciones de ambos hombres, pero éstos las mantuvieron ocultas.

—El Quinto de Fusileros de Sirtis presentaba un problema para mí, caballeros. Tenía pruebas que implicaban a su cuadro de oficiales en una conspiración dirigida contra mí. Tras la muerte de Michael Hasek-Davion, esperaba que los tres GRC de los Fusileros volverían al redil, por así decir. Sin embargo, el Quinto no se enmendó. El general Hartstone exigió, no solicitó, exigió, un destino en el que pudiese vengar al duque.

El Príncipe entornó sus gélidos ojos azules y prosiguió:

—Descubrí en la Marca Capelense un movimiento de apoyo a Hartstone para convertirlo en una especie de «señor de la guerra». Era poco menos que una traición disimulada como un movimiento patriótico. No podía exonerar al líder de los Fusileros, porque se habría fugado con la mayor parte de su unidad. Como no tenía ninguna otra alternativa razonable, le concedí el destino que quería.

»Averiguamos —continuó, señalando a Quintus Allard—, una vez que hubieron partido las Naves de Salto hacia Sarna, que la Caballería Blindada de McCarron se hallaba en aquel planeta. Si Hartstone hubiera aceptado nuestro plan de ataque original, podríamos haber impedido el baño de sangre. Pero Hartstone estaba haciendo castillos en el aire y ya imaginaba su glorioso regreso a la Marca Capelense. Por eso hizo viajar sus Naves de Descenso a una velocidad de 2,5 G. Así, llegó a Sarna con dos días de adelanto respecto a los regimientos mercenarios que lo acompañaban.

»Esa diferencia de tiempo dio dos días a la Caballería Blindada de McCarron para encargarse de ellos —añadió con un hondo suspiro—. Los hombres de McCarron estaban atrincherados y lanzaban todo lo que tenían contra los Fusileros. Recuperamos menos de un batallón de ’Mechs y sólo la mitad de ellos seguían operativos. Las pérdidas en tanques e infantería fueron aún peores. A pesar de todos nuestros esfuerzos, el Quinto de Fusileros de Sirtis ya no existe.

Se hizo el silencio en la sala. Todos los presentes se sentían sobrecogidos por la magnitud de la masacre que había destruido a todo un Grupo Regimental de Combate. A Hanse le ardían de ira las entrañas. ¡Maldito seas, Michael Hasek-Davion! ¿Por qué me obligaste a desperdiciar tanta gente? ¿Tan profundo era tu odio hacia mí? ¿Tan ciegos eran tus sueños de gloria?

La voz del Príncipe sonó fría y controlada, a pesar de la cólera que lo laceraba.

—Compréndanme, damas y caballeros, y asegúrense de que los oficiales que están bajo su mando me entiendan también. No puedo permitir que haya divisiones en la Federación de Soles. Habrá gloria suficiente para todos nosotros cuando haya acabado esta guerra. Por ahora, debemos permanecer unidos, o nuestros enemigos explotarán nuestras debilidades para destruimos. Por culpa de la Interdicción estamos medio ciegos, pero no acabados… a menos que haya más gente dispuesta a traicionarnos.

Hanse Davion se inclinó hacia adelante y su voz se redujo a un escalofriante susurro.

—En pocas palabras: recompensaré a aquellos que me sirvan bien y me libraré de quienes se me opongan. Luchamos por la Federación de Soles. Aquel que decida trabajar por su propio beneficio, deberá tomar nota de lo ocurrido al Quinto de Fusileros de Sirtis.