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Tharkad

Distrito de Donegal, Mancomunidad de Lira

20 de abril de 3029

Jeana Clay pulsó el botón de pausa del reproductor de holodiscos y se volvió hacia la puerta. En el instante en que entró la Arcontesa, Jeana se levantó de la silla y cruzó rápidamente la habitación. Antes de que los guardias cerraran la puerta, abrazó a Katrina Steiner.

—¡Hola, madre! Me alegro de verte.

La voz de Jeana, una imitación perfecta de la de Melissa Steiner-Davion, no traicionó la inquietud que sentía. ¿Por qué ha venido la Arcontesa a mis aposentos? ¿Le habrá ocurrido algo a Melissa?

Jeana se apartó de la alta matriarca de cabellos plateados y la saludó con una respetuosa reverencia.

—Perdonadme, Arcontesa, pero no os esperaba.

La mujer sonrió jovialmente e indicó a Jeana que volviera a su silla mientras ella se sentaba en el borde de la cama.

—No hay ninguna emergencia, no te alarmes. Según el holodisco que he recibido esta mañana de la Federación de Soles, Melissa se encuentra bien.

Jeana atisbo su reflejo de manera fugaz en el espejo de la puerta de su armario. Los largos cabellos dorados y sus rasgos cuidadosamente esculpidos coincidían a la perfección con el rostro de Melissa. Aquellos ojos grises, que Melissa tenía por razones genéticas y Jeana gracias a unas lentes de contacto, la miraron desde el espejo. Me pregunto si algún día me acostumbraré a tener la cara de otra persona.

—¿Ya ha quedado embarazada Melissa?

—No, todavía no has quedado —respondió Katrina Steiner, y ambas se echaron a reír; sin embargo, la sonrisa de la Arcontesa se transformó en una expresión pensativa—. Tu semblante, tus ademanes, tu risa… Hay ocasiones en que creo que tú y Melissa habéis hecho planes en secreto para intercambiaros y engañarnos a todos.

—No, Arcontesa. Vuestra hija ha permanecido junto a su marido desde que partimos de la Tierra después de su boda.

Katrina contempló con cariño a Jeana.

—Hoy he recibido un mensaje de Morgan Kell. Dice que los Demonios de Kell han recibido la orden de salir de Lyons. Se dirigirán a Ryde. Si he leído entre líneas correctamente, él creía que tú estarías interesada en conocer esta noticia. También me pide que te diga que el Fajín de Sanglamore sigue protegiendo a Dan.

Jeana sintió que el corazón le daba un brinco. ¡Dios mío, que continúe haciéndolo! Miró a la Arcontesa y se ruborizó.

—Di a Dan Allard el fajín que recibí cuando aprobé mi último examen como MechWarrior en Sanglamore…

Katrina Steiner asintió con cierta malicia.

—Ya me fijé en que estabas bastante encaprichada con él durante los festejos que precedieron a la boda. Sé que no somos madre e hija en realidad, pero también soy consciente de que no tienes a nadie más con quien hablar sobre estos temas. Si lo deseas…

Jeana sonrió. Mi padre, hace muchos años, tuvo razón al ayudaros a escapar de la trampa de Alessandro Steiner. Es cierto que os preocupáis por vuestro pueblo.

—Es difícil —comenzó, y apretó con fuerza los labios—. Tenía muchas ganas de contar a Dan quién era yo y qué hacía, pero no podía violar las medidas de seguridad de aquella manera. Si la gente supiera que vuestra hija se encuentra en la Federación de Soles, vuestros enemigos podrían acusaros de haber entregado la Mancomunidad a Hanse Davion.

Jeana miró directamente a los ojos, grises como el acero, de la Arcontesa y prosiguió:

—Lo que hace que Dan sea tan especial, es que no me presionó para enterarse de más cosas. Sólo quería saber si yo era feliz y dijo que, si así era, aquello le bastaba. Sé que es una locura, porque hemos estado muy poco tiempo juntos, pero parece como si lo hubiera conocido toda la vida.

—Lo quieres mucho, ¿verdad? —le preguntó Katrina en voz baja.

Jeana asintió.

—Recuerdo la primera recepción en la Tierra. Tengo la impresión de que estuvimos bailando durante una eternidad. Era tan cariñoso y, al mismo tiempo, tan fuerte… —Se tapó la boca para acallar una risita—. Arcontesa, no sé si os habéis fijado, pero todos los MechWarrios de la Federación de Soles llevan espuelas en las botas. Son piezas muy pequeñas, sin rodajas, y se dice que las llevan para conmemorar los viejos tiempos, cuando la caballería montaba a lomos de caballos y se lanzaba a la carga en las batallas… igual que hacen ahora los regimientos de ’Mechs.

La Arcontesa se echó a reír.

—¡Qué superstición más tonta! Tanto como el Fajín de Sanglamore, ¿verdad?

Jeana se sonrojó.

—Touché, Alteza. En cualquier caso, mientras Dan y yo bailábamos, el dobladillo de mi vestido quedó enganchado en una de sus espuelas. Estuve a punto de caerme, pero Dan logró sujetarme y seguir bailando sin apenas perder el ritmo de la música. Se pasó los siguientes minutos pidiéndome disculpas por su torpeza. No suele encontrarse tanta fuerza, agilidad, inteligencia, galantería y atractivo en una sola persona.

—Sí. Y en un MechWarrior, es aún más raro. —De pronto, Katrina pareció abstraerse—. No me extraña que Morgan lo eligiera para que se integrase en los Demonios de Kell.

Jeana notó que se había producido un cambio en el tono de voz de la Arcontesa.

—¿Qué ocurre? Perdonad que haga suposiciones, pero parecéis inquieta.

—No sólo tienes la cara de mi hija; también tienes su perspicacia. Estoy preocupada… por Morgan. Dejó el monasterio de Zaniah cuando se enteró de que Yorinaga Kurita había regresado del exilio y matado a su hermano Patrick. Creo que la obsesión de Morgan por Yorinaga puede nublarle el juicio.

Jeana se mordisqueó el labio inferior.

—Habláis como si Morgan fuese a enzarzarse en una venganza personal, como un teniente novato recién salido de Sanglamore o Nagelring.

Katrina se incorporó y se encaminó hacia las puertas de un balcón que se asomaba a los jardines de la Tríada.

—Hace veintitrés años que conozco a Morgan Kell. Morgan estaba conmigo y con el que sería mi marido, Arthur Luvon, cuando tu padre nos salvó a los tres. Morgan, Arthur y yo viajamos mucho y vimos muchas cosas durante el año que pasamos huyendo de los asesinos de Alessandro Steiner.

»En aquel tiempo aprendí mucho sobre Morgan. Tal vez algunos lo considerasen temerario e imprudente, pero nunca quiso enzarzarse en un duelo personal con ningún enemigo. Morgan era de los que luchaban con todas sus fuerzas y luego ofrecían su mano al vencedor o perdedor, en señal de amistad y respeto. Tú eres una MechWarrior como yo lo era entonces. Sabes de lo que estoy hablando, ¿verdad?

Jeana se levantó de la silla y se acercó a la Arcontesa. Le pasó el brazo alrededor de los hombros y le dio un fuerte abrazo.

—Sí, he visto a MechWarriors como él, y siento un respeto absoluto por ellos. Sin embargo, Morgan cambió después de lo ocurrido en 3016 en el Mundo de Mallory. Abandonó el regimiento de los Demonios de Kell, que había creado junto a Patrick, lo dispersó a excepción de un batallón y se retiró durante once años a un monasterio. Ese no es el Morgan que habéis descrito.

Katrina asintió con gesto cansado.

—Creo que eso es lo que me asusta. Si Morgan se comportase como un niño, tratando de demostrar a su edad que todavía es uno de los mejores, lo patrocinaría para que tomase parte en los juego de Solaris. El problema es que Morgan no está comportándose como un niño. Todo: su regreso, la reforma del regimiento parece encaminarse hacia una confrontación final con Yorinaga Kurita. —Katrina miró a Jeana con ojos humedecidos—. Creo que Morgan sabe muy bien lo que está haciendo, y creo que eso lo matará.

Jeana abrazó a Katrina con más fuerza.

—A nadie le gusta ver cómo un amigo va hacia el desastre sin que pueda hacerse nada para evitarlo.

—Tal vez soy demasiado egoísta —dijo la Arcontesa—. Morgan y Patrick solían recordarme tanto a Arthur, que podía ver su espíritu viviendo en ellos. Los Demonios de Kell, el nombre de su unidad, es el apodo con que Arthur solía llamar a ambos hermanos cuando eran niños, Bautizaron así al regimiento en su memoria. —Tragó saliva—. Si pierdo a Morgan, no me quedará nada de mi marido.

—Pero siempre tendréis a vuestra hija, Alteza. Pensad en lo orgulloso que se sentiría vuestro esposo de Melissa y cómo habría aprobado su matrimonio con Hanse Davion.

Katrina sacó un pañuelo del bolsillo y se enjugó las lágrimas.

—Gracias por recordármelo y por soportar tantas cosas asumiendo la identidad de Melissa. Estás sirviendo bien a la Mancomunidad.

Jeana hizo una profunda reverencia.

—Me honráis más de lo que creéis.

—Tal vez no seas mi hija —dijo Katrina, tomándola de la mano—, pero creo que ni siquiera con ella podría haber hablado con tanta franqueza. Gracias también por haberme concedido tu amistad, Jeana.

Alguien llamó apresuradamente a la puerta una fracción de segundo antes de que ésta se abriese. Una mujer joven, alta y de cabellos negros se asomó sonriente.

—Mel, ¿todavía quieres ir a…? ¡Oh, Arcontesa!, perdonadme, yo…

—No te preocupes. Misha —la interrumpió Katrina, sonriendo con afecto—. Melissa y yo estábamos charlando sobre lo difícil que es permanecer lejos de la persona a la que se ama.

—Por cierto, amiga mía, ¿has recibido alguna noticia de tu capitán Andrew Redburn? —preguntó Jeana con malicia.

Misha cerró la puerta a sus espaldas y fue a sentarse sobre la cama.

—He recibido un holodisco que grabó hace dos meses. Los censores militares de la Federación de Soles aprobaron casi todo el mensaje. Parece encontrarse muy bien. Tiene un ’Mech nuevo. Por algunas vagas referencias, he deducido que se trata de un Centurión capturado a las fuerzas de Liao…

Jeana se sentó al lado de la mejor amiga de Melissa Steiner y le tomó la mano derecha.

—¿Qué le sucedió a su antiguo ’Mech?

—No estoy segura —repuso Misha—, pero he repasado las crónicas periodísticas procedentes del frente liaoita y he llegado a la conclusión de que lo perdió en St. Andre, en la primera oleada de ataques. Encontré vagas informaciones sobre un batallón de adiestramiento que demostró ser muy eficaz como fuerza de choque y las relacioné con algunas cosas que dijo Andy antes de que empezase la guerra. Debe de ser su unidad.

Katrina entornó los ojos.

—Creo que recomendaré a Simón Johnson, del Cuerpo de Inteligencia Lirano, que te ponga a trabajar para descifrar los mensajes de espionaje de Kurita, o tal vez para que trates de interpretar las informaciones que hacemos públicas. Me atrevería a decir que Quintus Allard se sentiría alarmado si se enterase de todo lo que has averiguado sobre las operaciones de las tropas davionesas.

Jeana ofreció a Misha una de las típicas sonrisas de Melissa.

—Madre, has tratado lo suficiente al padre de Misha para saber que es imposible guardar un secreto a un miembro de la familia Auburn. ¡Son los más extraordinarios historiadores de la corte! —Dio unas palmadas a Misha en la mano—. Los Auburn son los únicos que nos obligan a los Steiner a ser honestos.

—Cierto —dijo Misha, sonriendo, y se volvió hacia la Arcontesa—. Si creéis que podría ser de utilidad al CIL, colaboraré de buen grado, pero no estoy segura de querer trabajar con Simón Johnson. Ese maestro de espías es demasiado retorcido. Siempre pienso que no puedo fiarme de nada de lo que dice.

—Entonces —respondió Katrina—, te reservaremos como nuestra arma secreta. Entretanto, me interesa saber cuáles son tus ideas y teorías sobre Kurita. Mámenme informada.

—Os lo prometo, Alteza.

La Arcontesa se dirigió a la puerta.

—Os dejo que emprendáis lo que habíais previsto para esta tarde. —Extendió la mano hacia Jeana y dio un fuerte abrazo a la doble de su hija—. Diviértete, Melissa. Y gracias por la conversación. Ha sido como en los viejos tiempos.