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Nueva Avalen
Marca Crucis, Federación de Soles
19 de julio de 3029
Riva Allard se acarició sus cortos cabellos negros y se desperezó. Estoy segura de que hay algo raro en este examen. Entornó sus azules ojos y leyó en voz alta la respuesta a una pregunta sobre estimulación artificial involuntaria de músculos, que aparecía en la pantalla del visor.
—«Aunque la tecnología de utilización de los impulsos eléctricos para estimular músculos voluntarios y transformar su tejido para que se asemejen a los músculos involuntarios, está disponible desde los últimos años del siglo XX, la biomecánica de dicho cambio no se comprendió por entero hasta 2947. El uso de la información sobre el proceso de transformación, ha hecho mucho más factible la fabricación de músculos de miómero para trasplantes de órganos internos».
No, no era la clase de respuesta que esperaba de Bob Clark. Se volvió hacia su ayudante.
—Julie, cuando repartimos este examen en el grupo 104 de Biomecánica, sección del jueves, ¿quién estaba sentado al lado de Clark?
Julie levantó los ojos al cielo para concentrarse.
—Linda Hoffmann, la estudiante de intercambio de la Mancomunidad de Lira —contestó. Rebuscó en un montón de disquetes, extrajo uno que se encontraba casi en el fondo y se lo tiró a Riva sobre el estrecho paso que separaba sus escritorios—. Ahí tienes. Ella conoce el tema. Creo que le había puesto una nota de 121 sobre 128.
Riva atrapó hábilmente el disquete en el aire y lo insertó en la disquetera auxiliar. Pulsó varias teclas con rapidez para colocar en la pantalla la respuesta de Hoffmann junto a la de Bob Clark.
—¡Déjà vu! Parece que el señor Clark copió a su aire lo escrito por la señorita Hoffmann. —Giró la silla para mirar a Julie y le dijo—: Julie, dame una buena razón para no enviarlo de cabeza a una unidad que esté en la primera línea del frente…
—Debiste haberlo visto en el laboratorio —objetó Julie con timidez—. Estaba en mi sección y conocía bien su especialidad. Tiene dotes innatas para manejar los equipos, Riva. Realizó toda la sutura del trasplante de miómero a un perro a principios del trimestre… Sólo puedo describir sus conocimientos como intuitivos, porque, gracias a los apuntes que le daban los demás, sabía lo que había que hacer y lo que debía comprobar. También adivinó que uno de los monitores se había desviado de la calibración correcta, a partir de los datos que estaba oyendo.
Riva asintió despacio. Sé que es bueno con los utensilios y puede realizar el trabajo, pero su rendimiento ha caído en picado desde primeros de mayo.
—¿Tienes alguna idea de cuál podría ser el problema? Su rendimiento se ha deteriorado muchísimo. Todavía le queda el examen final, pero, aunque obtuviera un sobresaliente y tú le dieras la máxima nota por su trabajo de laboratorio, todavía tendría una nota media de 2,4. Con este resultado, será enviado a primera línea en menos tiempo de lo que tarda en la actualidad un cargamento de café en agotarse.
—Sí —suspiró Julie—, creo que todo se fue al infierno para él cuando se enteró del desastre del Quinto de Fusileros de Sirtis en Sarna. Un hermano suyo…, Tom…, estaba en aquella unidad. No ha sabido nada de él desde que se produjo el ataque, hace mes y medio. La falta de noticias lo está matando…
Riva miró de reojo la foto de su hermano Dan, que tenía sobre el escritorio. Bob Clark no es el único que se preocupa por las personas amadas, pero todos hemos de seguir adelante. No sabe lo que le ha podido pasar a su hermano, ¡mientras que yo he de ver en los holovídeos cómo disparan al mío!
—De acuerdo, haremos lo siguiente: dile que tiene cinco días de plazo para entregarme un informe de veinte K de tamaño, explicándome cómo supo que el monitor se había estropeado durante la operación y las consecuencias lógicas del problema. También quiero que me adjunte una carta en la que explique que ha sido la preocupación por su hermano lo que lo distrajo en el examen.
Veré si puedo hablar con mi padre para averiguar si Tom Clark se encuentra bien, o qué es lo que ocurre. Bob Clark será más valioso aquí, aprendiendo a recomponer a los heridos de guerra, que muriendo para que un soldado liaoita reciba una medalla.
Riva garabateó una nota para recordar que debía hablar con su padre. Levantó la mirada y sonrió al ver que Kym Sorenson entraba en el despacho y se sentaba sobre la esquina de su escritorio. La hermosa mujer rubia se apoyó en la pared y cerró los ojos por unos momentos.
—Las cosas pintan feas en las salas, ¿eh?
Kym asintió con los ojos cerrados.
—Del frente ha llegado una nueva remesa de heridos. Más de una docena vienen de Sarna, huérfanos del Quinto de Fusileros de Sirtis. Para ellos, que los traigan a Nueva Avalon es peor que llevarlos al infierno. —Abrió despacio sus azules ojos—. Pero creo que tengo dos tipos deseosos de probar suerte con tu programa.
»Uno quería ser jugador de fútbol de la Liga de gravedad cero —prosiguió, consultando su ordenador portátil para notas—. Sufrió graves quemaduras en las piernas cuando su Warhammer quedó trabado con dos Marauders. Los médicos creen que no tienen suficiente tejido nervioso para que las piernas queden totalmente articuladas. La otra es una pianista que ha perdido la mano izquierda. Padece un rechazo psicológico que hace que no sea una buena candidata a una mano cibernética. No cree que una mano de metal pueda darle las sensaciones que necesita para tocar el piano.
—Bien —contestó Riva, sonriente—. El doctor Banzai quiere visitar las salas el viernes. Mañana le daré sus nombres e historiales. ¿Algún otro que parezca prometedor?
—En realidad, no. Sólo los payasos de siempre que dicen necesitar «una estimulación especial» para recuperarse. He apuntado sus nombres para Julie…
Julie se ruborizó y las tres mujeres se echaron a reír. Riva apagó el ordenador y apiló los disquetes que había expulsado la máquina en el lado izquierdo de su mesa.
—Casi es la hora de salir. ¿Qué vamos a hacer esta noche?
—No tengo la menor intención de ver otra vez El guerrero inmortal, 47.ª parte —respondió Julie—. No me impona mirar el cuerpo que tiene cuando lo hacen ir corriendo de aquí para allá sin camisa, pero, si vuelvo a verlo utilizando una espada de fotones para cauterizar una herida de aguja en el estómago, vomitaré.
—Apoyo la moción —dijo Riva, riendo—. Cada vez que veo ese final en que se lanza con un aerotanque Saladin contra un ’Mech Phoenix Hawk Aero-terrestre, no sé si reír o llorar. También me gustan las escenas en que no se molestan en tapar la insignia kuritana con la liaoita… No se sabe en qué frente se supone que combaten.
Kym adoptó un aire de orgullo artístico herido.
—¿No lo entendéis? Es una alegoría de la lucha del ser humano contra la ignorancia. —Meneó la cabeza y sus dorados rizos cayeron sobre sus hombros—. Opino igual que Julie: está bien mirar pectorales bien aceitados durante un rato, pero el resto de la película es un cementerio de creatividad.
—Un cementerio: eso es lo que parece Nueva Avalon desde la Interdicción —comentó Riva—. Todos sabemos que los programas de holovídeo son insufribles, pero hemos de conformarnos con los que se producen en Nueva Avalon. La diferencia entre el yogur y Nueva Avalon es que el yogur es un producto de la cultura humana, mientras que aquí sólo tenemos diplomáticos, soldados de permiso y viejas estrellas de holovídeo que no pueden marcharse del planeta porque carecen de prioridad.
—Hablas de cosas demasiado elevadas, Riva —replicó Julie—. Yo me conformo con no encontrarme con malas caras en los camareros y platos mal preparados cuando voy a un restaurante.
Kym asintió con entusiasmo.
—Comprendo que el racionamiento es necesario, pero algunos de los chefs se guardan las especias como si valieran su peso en oro.
—Bueno, en el mercado negro, las especias valen su peso en oro —dijo Riva. Curvó los dedos como si fuesen garras y arañó la superficie de su mesa con suavidad—. Sería capaz de matar por una botella de cerveza lager Tharkad Nicht o Timbiqui negra.
—De acuerdo, te buscaré una víctima —dijo una voz de hombre.
Morgan Hasek-Davion llenó el umbral de la puerta por unos instantes. Luego entró en el despacho y besó a Kym. Saludó a Riva con un movimiento de cabeza y a Julie con un guiño que la sonrojó de nuevo.
—¿A qué debemos el honor de su visita, Alteza? —preguntó Riva, sonriendo jovialmente.
Tiene mejor aspecto desde que supo cómo había muerto su padre, pensó, pero todavía no es el mismo de antes. Kym dice que se muere de ganas de mandar una unidad. Es obvio. Normalmente visita el hospital el jueves… Me pregunto si se habrá enterado de que han llegado heridos de la antigua unidad de su padre.
Morgan le devolvió la sonrisa y rodeó la estrecha cintura de Kym con el brazo.
—Vengo a buscar algunas mujeres que estén hartas de las privaciones que nos impone esta guerra. —Hizo una pausa y miró a Julie—. El año pasado envié la nueva serie completa de Sherlock Holmes a Melissa Steiner-Davion. A cambio, he recibido varios objetos de lujo de la Mancomunidad llegados hoy mismo en una nave diplomática.
Riva miró de reojo a Julie. Kym es consciente de que Melissa está en Nueva Avalon, y lo sé porque fue la acompañante de Melissa en su viaje de incógnito a Nueva Avalon después de la boda. Pero creo que la historia de Morgan es lo bastante buena para resistir cualquier examen.
Kym dio un cariñoso puñetazo a Morgan en el hombro.
—¡Bueno, no seas malo y no nos tengas en suspense! ¿Qué te ha enviado?
Morgan sonrió como un felino. Sus largos cabellos, entre pelirrojos y rubios, le caían sobre los hombros como la melena de un león.
—Pues, futura doctora Allard, seguramente va a añadir un kilo o dos en su esbelta figura, porque tengo tres cajas de cerveza Timbiqui oscura que hay que guardar en algún sitio. Y para Julie… bueno, hay un montón de holodiscos nuevos de El guerrero inmortal y una caja de chocolate blanco de Vorzel que necesitan una madre adoptiva.
—Será una dura labor —comentó Julie, llevándose el dorso de la mano a la frente con gesto teatral—, pero creo que conseguiré meterlo todo en mi casa.
Morgan soltó una carcajada y estrechó con fuerza a Kym contra su cuerpo.
—En cuanto a ti, mi amor, la heredera del Arcontado ordenó a su modista que confeccionara dos vestidos. Ella garantiza que van a causar furor en el mundillo de la moda. También te envía una bola de aquel queso de Nekkar que te gustó tanto en la boda.
La sonrisa de Kym se convirtió en una burlona mueca de disgusto.
—Si me como el queso, no cabré dentro de los vestidos —protestó.
—No, Kym, tienes mala memoria —dijo Riva—. Si la comida es un regalo, nunca contiene calorías.
—¡Ah, qué gran verdad has dicho! —contestó Kym, y besó a Morgan en la mejilla—. Tengo entendido que tampoco engorda la comida que se consume en una fiesta. Sugiero que vayamos juntos a ver los holovídeos y probar las muestras de generosidad de la Mancomunidad de Lira. ¿Os va bien en mi casa, dentro de dos horas?
—Lo llevaré todo allí, pero tendréis que excusarme —dijo Morgan. Timbeó y añadió—: Quiero solucionar unas cosas esta noche.
Riva captó la falta de entusiasmo de Morgan y un fugaz brillo de preocupación en la mirada de Kym; pero Julie, que no se había fijado en nada de todo aquello, sonrió alegremente y preguntó:
—Si perdona mi indiscreción, Alteza, ¿qué ha recibido usted?
—Pocas cosas. Algunos programas y una caja de whisky irlandés Cuchulain de Arc-Royal.
Kym cogió la cara de Morgan con la diestra y la volvió hacia sí.
—¿Son los programas de Nagelring que esperabas?
—Sí, sólo quiero comprobar que no han sufrido deterioros en el viaje.
Riva se cuidó de no expresar sus pensamientos en su semblante. Sé que Kym estaba preocupada por lo mucho que trabaja Morgan. Él quiere demostrar que podría ser útil en el campo de batalla, para que el Príncipe le dé el mando de una unidad; pero no se da cuenta del riesgo que correría el Príncipe. Si Liao capturase a Morgan antes de que Melissa diera un heredero al Príncipe, Liao podría utilizarlo como baza para poner fin a la guerra o que las tropas de la Marca Capelense fueran declaradas neutrales, a cambio de la vida de Morgan. Por mucho que estudie para los exámenes de Nagelring y saque notas excelentes, no cambiará la situación en lo más mínimo.
—Si eso es todo —dijo Kym—, ¿por qué no los pruebas en el ordenador de mi apartamento y luego te unes a nuestra pequeña fiesta? ¡Por favor, Morgan! Te vendrá bien para relajarte.
Morgan estaba a punto de negarse, pero dejó que la preocupación de Kym minara su propia resolución.
—Me rindo —repuso, sonriendo—. Pero necesitaré tres horas para repasar los programas antes de que comience la fiesta. ¿De acuerdo?
A Riva se le ocurrió una idea. Sonrió con malicia.
—¿Y si son cuatro? Puedes empezar a trabajar aquí, porque nos llevará cuatro horas organizar una fiesta… una fiesta de verdad.
Los demás la miraron con perplejidad. Kym pareció adivinar lo que tenía Riva en mente.
—Ya no estamos hablando de celebrar la fiesta en mi apartamento, ¿verdad?
—Eso es. Dijiste que venir a Nueva Avalon a recobrar fuerzas era insufrible para muchos de los soldados que tenemos en las salas. Creo que deberíamos llevar los regalos de Melissa y presenciar el estreno mundial de El guerrero inmortal, 48a parte en el auditorio del hospital. Los pacientes se divertirán y la publicidad, además de la generosidad de Melissa, ayudará a silenciar algunas de las críticas al Príncipe.
Los ojos de Morgan relampaguearon de satisfacción.
—Me gusta la idea. Si no podemos ir al frente, al menos mostraremos nuestro agradecimiento a los que están combatiendo. —Lanzó una mirada al ordenador colocado sobre el escritorio de Riva—. No hay tiempo para jugar. Sólo tenemos cuatro horas para organizar la fiesta.