32

32

Nueva Avalon

Marca Crucis, federación de Soles

6 de agosto de 3029

El miedo, que hasta entonces había permanecido enroscado como una serpiente, hundió sus colmillos en Hanse Davion.

—Repítelo, Quintus. ¿Van a atacar Kathil?

El jefe de espionaje asintió con gesto hosco. Tenía la tez pálida, apenas más oscura que sus canosos cabellos. El verígrafo que sostenía en la mano temblaba, al igual que su labio inferior.

—Lo escondió bien en esta nota. Este párrafo no es relevante, pero contiene todas las palabras clave: «Un pájaro sin alas no puede volar, pero ¿para qué queremos cortar alas, si podemos escalar el risco e incendiar el nido? Antes de que esto acabe, padre, me gustaría ver tu rostro una vez más. Hemos ido lejos y ahora somos caras opuestas de la misma moneda». —Levantó la mirada del mensaje—. Es el estilo de Justin.

Hanse se arrellanó en su sillón de cuero.

—Kathil… ¿Acaso Max ha perdido la razón por completo? Si destruye las fábricas de Kathil, impedirá que los humanos podamos realizar viajes interestelares.

—Perdonadme, Alteza, pero la palabra clave correspondiente a «fábricas» no aparece en el mensaje. En tal caso habría aparecido la palabra «huevos». Mi interpretación de «incendiar el nido» es que atacarán los generadores o las instalaciones de submontaje en el propio planeta. Eso nos retrasaría sin destruir recursos de importancia vital.

—¿Qué podrían usar para atacar Kathil? —se preguntó Hanse, ceñudo.

Una expresión enojada y nerviosa se congeló en la faz de Quintus.

—Debo creer que utilizarán lo mejor que tengan en su poder. Sé dónde está la Caballería Blindada de McCarron y por eso estoy seguro de que no será ella. Es probable que las unidades salgan de Sian. Eso implica que serían tropas de Casa Imarra o los Comandos de la Muerte, tal vez.

Hanse descargó un puñetazo sobre la mesa.

—¿Y sólo tenemos milicianos para protegernos?

—Así es —dijo Quintus con tristeza—. Si Liao ha sido capaz de establecer un circuito de órdenes dirigido a Kathil, podrían llegar la próxima semana. La unidad que tiene previsto acudir allí, no dispone de medios de transporte. Desde que quitamos algunas naves de nuestros circuitos de rotación para llevar a Melissa de vuelta a la Mancomunidad, no tenemos ninguna unidad que esté lo bastante cerca para llegar a tiempo.

Hanse contempló sus propios puños y dejó que el silencio imperase en la estancia. Las ambiciones de un insignificante noble lirano lo obligan a tomar una medida, y eso crea un desastre potencial en la Federación de Soles, pensó Quintus. El deseo de obtener pequeñas victorias personales inspira esta incursión a Kathil, pero también ha conseguido que ComStar nos remita este importante mensaje sin conocer su importancia.

—Bien, amigo mío —dijo Hanse por fin—, será mejor que encontremos tropas en esa área y las enviemos a toda prisa. Y recemos para que puedan detener a los liaoitas porque, de lo contrario, perderemos todo lo que ganamos el año pasado y aún más.

Los rayos del sol poniente atravesaron los altos ventanales del despacho de Hanse Davion y alargaron la sombra del Príncipe hasta alcanzar las puertas. Hanse, con el rostro sumido en sombras, levantó la mirada cuando Quintus Allard entró acompañado de Kym Sorenson.

—Gracias por venir con tan poco tiempo de anticipación, lady Sorenson.

Ella hizo una reverencia y se ruborizó. Llevaba recogidos sus largos cabellos rubios e iba vestida con unos pantalones descoloridos y una camisa demasiado grande con el emblema de la Guardia Pesada de Davion.

—Perdonad mi aspecto, Alteza —dijo—. Vine en cuanto me llamó el ministro y…

Hanse mostró una sonrisa forzada y levantó una mano para que no siguiera con sus explicaciones.

—No es preciso que se disculpe. La situación actual exige reacciones rápidas, nada de protocolo ni ceremonias. —Titubeó por unos momentos, mientras pensaba los distintos modos que había para formular su pregunta. Rechazó todas las ideas que había concebido y le señalo una silla—. Por favor, siéntese, Kym.

—Alteza, si se trata de Morgan, creo que prefiero seguir de pie.

Kym estiró con nerviosismo las mangas de la camisa. El Príncipe comprendió el motivo de su ansiedad.

—No le ha ocurrido nada a Morgan, Kym. Se encuentra bien —se apresuró a decir, y miró hacia las puertas cerradas y a Quintus Allard—. De hecho, está esperando para hablar conmigo en cuanto hayamos terminado usted y yo. Claro que él no sabe que usted está aquí.

Una expresión de alivio relajó el hermoso rostro de Kym, devolviéndole la vida y el color.

—Gracias, Alteza.

No me dé las gracias todavía. Sus sentimientos por él son obvios. ¿En qué medida han afectado a la misión que tenía asignada?

—No hay ninguna manera sencilla de plantearle esta cuestión, Kym. Por lo tanto, deberá perdonar mi torpeza. —La miró fijamente a sus azules ojos y preguntó—: ¿Puedo confiar tropas a Morgan en la Marca Capelense?

Al Príncipe le complació que ella le mantuviera la mirada.

—Alteza, si tenéis otro súbdito que es más leal y fiable que Morgan Hasek-Davion, es que habéis recibido una auténtica bendición entre todos los gobernantes de los Estados Sucesores.

Kym calló, abrumada por la emoción, y se volvió ligeramente a un lado. Hanse le dio tiempo para recuperarse. La joven se enjugó las lágrimas con la manga de la camisa y lo miró de nuevo.

—Perdonadme.

—No hay nada que perdonar, Kym.

Ella sonrió débilmente e inspiró hondo para calmarse.

—En mi opinión, príncipe Hanse, no tenéis nada que temer si confiáis tropas a Morgan.

—¿No ha tenido contactos con los disidentes de la Marca Capelense? ¿No está ansioso de ocupar el lugar de su padre como su líder? La destrucción del Quinto de Fusileros de Sirtis lo afectó profundamente…

Los ojos de Kym relampaguearon de ira, pero se contuvo antes de expresarla en palabras.

—Alteza, no tenéis idea de los conflictos internos que ha sufrido Morgan a lo largo de los años. La muerte de su padre lo afectó en lo más hondo. Sintió una gran tristeza, porque amaba a su padre, y también porque sabía que su padre era irresponsable y desleal. Y ahora Morgan ha aceptado la responsabilidad de la muerte de su padre, porque cree que no se esforzó lo suficiente para uniros a él y a vos.

—Jamás habría podido cerrar esa herida —dijo Hanse.

—Lo sé, pero Morgan no piensa igual. Siempre se está esforzando por expiar los errores de su padre y demostrarse a sí mismo que es digno del honor de ser nombrado vuestro heredero. La destrucción del Quinto de Sirtis le dolió porque era otro vínculo con la memoria de su padre que se había perdido. Sin embargo, creo que es más importante el hecho de que sabía que, si hubiera estado al mando de aquella unidad, habría aplastado la Caballería Blindada de McCarron. Lo sacaba de quicio el pensar que un idiota como Hartstone os había dejado en una situación tan embarazosa.

Kym se giró a medias para mirar a ambos hombres.

—Me habéis preguntado si Morgan se ha puesto en contacto con los disidentes de la Marca Capelense. Sí, lo ha hecho. —Kym hizo caso omiso de las expresiones de sorpresa de ambos hombres y añadió—: Les ha dicho que se vayan al infierno. Tras la muerte de su padre, el conde Antón Vitios le ofreció su apoyo personal. La respuesta de Morgan fue breve y sucinta: «La Marca Capelense, ahora y siempre, formará parte de la Federación de Soles con lealtad. Si quiere verter su sangre en el altar del separatismo, encontrará mi mano empuñando el cuchillo».

Hanse vio la sonrisa de Quintus y la imitó.

—Sus palabras, su tono de voz, sus ojos… Todo me indica que usted dice la verdad. —La sonrisa de Hanse creció, y sintió que una pesada carga dejaba de abrumarle el corazón—. Siempre confié que lo que ha dicho de Morgan era cierto, pero temía que fuera hijo de su padre en algo más que en la sangre. —Se acercó a Kym y apoyó las manos en sus hombros—. Gracias. Estoy en deuda con usted, y nunca podré pagársela por completo.

Kym escrutó por unos instantes el rostro del Príncipe.

—Hay algo que sí podríais hacer por mí.

—Dígalo.

—Quiero seguir trabajando para el MIIO en el ICNA hasta que acabe la guerra. Luego, pondré fin a mis servicios en el MIIO. Alteza, nunca digáis a Morgan que lo espié para vos. Lo amo demasiado para verlo herido de ese modo.

Hanse sonrió y le dio un abrazo.

—Ninguno de nosotros quiere herirlo, Kym. Su secreto está a salvo.

Sonriendo, Kym se soltó del abrazo y bajó la mirada mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.

—¿Cuándo partirá?

Hanse le enjugó las lágrimas. Es sagaz e inteligente. Su marcha del MIIO será una gran pérdida.

—Todavía estará con usted esta noche… en parte, al menos. —Le rodeó los hombros con el brazo y la acompañó a la puerta lateral de su despacho—. Puede salir del palacio por aquí sin que Morgan la vea.

Kym abrió la puerta y se volvió de nuevo hacia el Príncipe.

—Morgan hará todo lo que le pidáis, o morirá en el intento. Espero que valga la pena.

Hanse asintió con solemnidad.

—La vale, sí. Si él cae, la Federación de Soles caerá con él.