22
22
Sian
Comunidad de Sian, Confederación de Capela
25 de junio de 3029
Los brillantes estallidos de los fuegos artificiales, de color dorado y bermejo, y los aplausos procedentes del patio de palacio, no bastaban para animar a Romano Liao. Los cohetes producían reflejos rojos en sus cabellos, pero cuando caían las sombras en la estela de una explosión, su humor también se oscurecía. ¡Estúpidos!, pensó mientras contemplaba a la gente reunida en el patio. Celebráis una victoria sin importancia como si hubiéramos ganado la guerra. ¡Que se me lleven a los Nueve Infiernos si no actuáis como si la Caballería Blindada de McCarron hubiera salvado a Sarna de ser conquistada! Pero no ha sido así. Sólo han destruido un regimiento davionés. ¿Qué pasa con los otros cuarenta que siguen acechándonos?
Dio media vuelta bruscamente y salió del balcón. Con expresión taciturna, se desplomó en la silla colocada frente a su tocador. Recogió un cepillo de mango de platino y se peinó perezosamente los cabellos. Luego se revolvió y lo arrojó contra la pared.
—¡Sois todos unos idiotas! Estáis celebrando el retraso de lo inevitable. Debemos tomar la iniciativa para aprovechar la oportunidad que tenemos ahora.
Romano contempló con el ceño fruncido su propia imagen en el espejo. Se esforzó por relajarse para que no apareciesen arrugas en las comisuras de sus ojos. Están festejando la Interdicción tanto como la destrucción del Quinto de Fusileros de Sirtis por McCarron. Tú también te sentirías feliz si Justin Xiang no lo hubiera proclamado como un presagio del futuro desastre de Casa Davion.
Sus verdes ojos centellearon como los de un gato irritado al pensar en el amante de su hermana. Te equivocaste en tu elección, ¿eh, Romano? Creías que, dada la experiencia como guerrero que Tsen Shang adquirió en la frontera con Marik, compartiría tu odio a la Liga de Mundos Ubres. Pensabas que encontrarías un poderoso aliado en un ciudadano de puro linaje capelense. Considerabas que un hombre educado en la Federación de Soles sería demasiado débil para establecer con él una base de poder. Te equivocaste… ¡Qué mierda!
Romano dejó que una sonrisa ladina curvara sus labios. ¿A qué juega Xiang? ¿Sabe que enviaste a Ling para matarlo? Ling le disparó, de eso estoy segura, pero ¿contó a Justin quién le había dado la orden? En tal caso, ¿por qué Justin lo ha ocultado a Candace? ¿Está jugando Xiang con ella, como yo manipulo a mi antojo a Tsen Shang?
Cerró los ojos y evocó una de sus fantasías favoritas y más turbadoras. Justin Xiang venía hacia ella; su ira y desprecio porque ella había intentado matar a su padre, se habían convertido en pasión. Hacían el amor con frenesí y ella vibraba al notar las frías caricias de su mano metálica…
La serie de secas explosiones que señalaban el fin de los fuegos de artificio, la arrancaron de su imaginario encuentro con el amante de su hermana. Teniéndolo a él como mi mano derecha, nadie podría oponérseme. Pero, mientras se me oponga y apoye a mi hermana, nunca conseguiré el trono que justamente me merezco. ¿Puedo seducirlo? ¿O tendré que eliminarlo como hice con otras amenazas al Estado capelense?
Se le apareció la imagen de su madrastra muerta, medio descompuesta en la funeraria. Entonces tuvo otra visión: su madrastra y el coronel Pavel Ridzik, copulando como animales en un bungalow de la Tierra. No los había visto, pero se lo había oído comentar a Tsen Shang. Alexi Malenkov informó a Justin y a Tsen cuando acudimos a la boda de Hanse y Melissa. Ridzik y Elizabeth no habían sido lo bastante cautos para que nadie los siguiera hasta el lugar de su cita.
Al pensar en Ridzik, una mueca de desprecio deformó los hermosos rasgos de Romano. Eres un despreciable hijo de perra, Ridzik. ¿Cómo pude siquiera verte como un posible consorte para afianzar mi poder? Fuiste a lamer los pies a Hanse Davion para que no te arrebatase tu querida Tikonov y luego decidiste embarcarte en tu propia cruzada. Has atacado la liga de Mundos Libres, en vez de ayudar a tu señor a someter tu antigua patria. ¿En tan poco nos valoras como amenaza?
Se humedeció los labios. Sí, hay que arreglar algunos cabos sueltos, antes de realizar el próximo movimiento. Tú, Pavel Ridzik, has tenido la arrogancia de despreciar la Confederación de Capela. Mi padre intentó asesinarte antes, pero fracasó. Yo no cometeré los mismos pecados que él. Ha llegado tu hora. Romano se rio en voz baja mientras tejía los últimos puntos de una conspiración de la que Ridzik no podría escapar jamás.