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Nueva Avalon
Marca Crucis, Federación de Soles
15 de agosto de 3029
La expresión de frustración de Riva Allard se esfumó cuando Kym Sorenson entró en el despacho.
—Kym, ¿puedo utilizarte como referencia?
Kym dejó una pequeña pila de disquetes en su escritorio y miró con suspicacia a Riva.
—¿Para qué quieres una referencia? —le preguntó. Sonrió y susurró en tono conspiratorio—: No irás a aceptar aquel trabajo en Industrias Biotron, ¿verdad?
Riva lanzó una mirada a la terminal de datos que tenía sobre la mesa.
—No, no. Nada de eso. Sólo necesito conseguir un aumento en mi acreditación de seguridad para poder consultar un núcleo de memoria de una biblioteca de la Liga Estelar. Los investigadores del MIIO necesitan que les confirmes que yo no voy a vender al Condominio Draconis lo que aprenda.
Kym enarcó una ceja.
—Ahora que lo dices, comes mucho sushi cuando pedimos que nos traigan comida…
—No bromees siquiera sobre esto, Kym. Estos datos de la biblioteca informatizada de la Liga Estelar son el descubrimiento más importante realizado en los últimos doscientos años. Al parecer, una compañía mercenaria, la Legión de la Muerte Gris, recuperó esta biblioteca de un viejo almacén de la Liga Estelar en la Liga de Mundos Libres, hace dos años. Varias copias han ido distribuyéndose por los Estados Sucesores y finalmente han llegado al ICNA.
—Probablemente no era más que un almacén de libros románticos —comentó Kym, encogiéndose de hombros.
—No es eso lo que opinan en Investigación Avanzada. Creen que esa biblioteca está abarrotada de datos técnicos sobre descubrimientos y experimentos científicos. Incluso he oído rumores de que condene 750 kilobytes exclusivamente acerca de información teórica sobre el propulsor Kearny-Fuchida —sonrió esperanzada—. Podría tener toda clase de información que me sería de gran ayuda para mi tesis doctoral.
—Mmmm… Eso es interesante. —Kym cogió la silla y se sentó ante su escritorio—. ¿Por qué has de rellenar un formulario de seguridad? Quiero decir que, siendo tu padre el ministro, ¿no podría encargarse él de que te dieran la acreditación?
—Mira, desde que Justin se pasó a la Maskirovka, me consideran más peligrosa que un prisionero de guerra kuritano. —Se subió las mangas de su suéter azul hasta los codos y extendió los brazos con las muñecas juntas—. Tal vez debería dejar que me pusieran unas esposas y me llevaran detenida.
—No podemos permitir que ocurra algo así —dijo Kym, aparentando estar muy preocupada—. El tono gris de las cárceles no te favorece… Venga, apunta mi nombre. ¿Has pedido ya una recomendación al doctor Banzai?
Riva titubeó.
—Pensaba esperar…
—¿A qué? Ha aceptado dar clases el próximo trimestre y se ha interesado por tu tesis. —Kym parecía perpleja—. Hay veces que no te entiendo, Riva Allard. El doctor Banzai te ha prestado todo tipo de ayuda y apoyo en tus estudios; sin embargo, te apartas de él como si estuviera apestado.
Riva se levantó y se puso junto al escritorio de Kym. Se apoyó contra la pared y cruzó los brazos.
—Me da miedo, Kym. Es tan brillante que me hace sentir como una niña. Y sabe de todo. Nunca sé cuándo va a decir algo aparentemente ilógico y dejarme en evidencia.
Kym se arrellanó en su silla. El collar de plata que llevaba al cuello centelleaba.
—¿Por ejemplo?
Riva se encogió de hombros y se devanó los sesos buscando un ejemplo hasta que una chispa alumbró en sus ojos.
—Bueno, él estaba en coma cuando lo trajeron de Northwind al ICNA. Yo colaboré en el trasplante del cuádriceps de miómero en el muslo izquierdo. Cuando salió del coma, subí a verlo. Miró largo rato el rótulo con mi nombre que llevaba en el pecho y dijo: «No se preocupe por su hermano Dan. Lleva una buena máquina».
—¡¿Qué?! —A Kym se le desorbitaron sus azules ojos de asombro—. ¿Te habló del ’Mech de tu hermano?
Riva asintió, exasperada.
—Así de rápido trabaja su mente. Me identificó como la hija de Quintus Allard, sabía que Quintus tiene un hijo llamado Dan y que es miembro de los Demonios de Kell, y sabía también que Morgan Kell había dado un Wolfhound a mi hermano. Así es la más sencilla de sus cadenas de deducciones y la única que he entendido por completo. Banzai ha hecho todo tipo de cosas: desde luchar en ’Mechs hasta ayudar a curar a los heridos de guerra. Da un poco de miedo.
Kym asintió con gesto pensativo.
—Comprendo cómo te sientes. —Esbozó una sonrisa al recordar algo—. Recuerdo una ocasión en que Morgan examinaba informes sobre la guerra y predecía cómo acabaría cada batalla. Al principio, yo creía que él ya sabía el resultado de cada enfrentamiento y lo acusé de estar burlándose de mí. Lo negó y me llevó de la mano hasta su ordenador. Ejecutó una simulación de una batalla en particular y me mostró cómo se desarrollaría. Al mismo tiempo, comentaba las variantes que habría presentado a los jefes militares liaoitas. Siempre que el ordenador ejecutaba sus variantes, la batalla acababa peor para Liao que en la realidad.
Riva dio un afectuoso apretón en el hombro a Kym.
—¿Has sabido algo de él desde que se fue?
La mano de Kym fue a tocar el collar.
—Si y no —respondió, e intentó sonreír valientemente—. Morgan me dijo que esta misión iba a llevarse a cabo en un total secreto, o sea que «son buenas noticias que no haya noticias». Por otra parte, ordenó que me dieran ayer este collar. Es la gargantilla que él llevó puesta en la boda del Príncipe.
Riva sonreía con expresión tranquilizadora, pero su mente trabajaba desbocada. Morgan debe de estar relacionado con el asunto que tiene tan preocupado a mi padre. Partió la mañana después de que mi padre estuviera tan nervioso como un gato en una perrera. Está sucediendo algo gordo; lo sé. Contempló por la ventana cómo anochecía. Me alegro de que todo pase tan lejos. Lo último que querría es que la guerra llegara a Nueva Avalon…