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Sian
Comunidad de Sian, Confederación de Capela
20 de mayo de 3029
Justin Xiang contempló a Maximilian Liao, que sonreía a la cámara de holovídeo. La sonrisa del Canciller producía escalofríos a Justin. Al verlo, nadie diría que su enemigo ha conquistado una tercera parte de su reino. Con esa sonrisa, se asemeja a una pitón que observa a una rata atrapada entre sus anillos.
—Zao, ciudadanos. —La expresión de Maximilian se suavizó y su voz adoptó el tono sereno y cálido de un benévolo patriarca dirigiéndose a su familia—. Ha pasado demasiado tiempo desde la última ocasión que tuve de dirigirme a vosotros de esta forma. Aunque nunca es tarea fácil pilotar la nave del Estado, mi pueblo está siempre presente en mis pensamientos. De hecho, son estos pensamientos los que me sostienen en estos tiempos de tribulaciones.
El Canciller entornó sus oscuros ojos y prosiguió:
—Soy muy consciente de las penalidades que habéis soportado a consecuencia de este brutal ataque que ha sufrido nuestra nación. Sé que el miedo y la duda pueden asaltaros de muchos modos, mas no consideraría eso como un acto de traición. De ningún modo. Es lógico que os preocupéis por vuestras familias y por vuestras vidas. Traición sólo es el sucumbir a ese miedo, sobre todo a la luz de lo que acabamos de conseguir.
Justin sintió que una mano, apoyada en la espalda, lo empujaba hacia adelante. El Canciller se volvió hacia él y la cámara retrocedió para captarlo dentro de su campo visual.
—Este es mi fiel y valioso ayudante, Justin Xiang. Acaba de regresar de una operación realizada en el mismo interior de la Federación de Soles. Tras afrontar indecibles peligros y riesgos físicos, ha logrado destruir un Centurión de Davion y escapar a la ira del príncipe Hanse Davion. Y, lo que es más importante: Justin Xiang y su equipo han sustraído a Casa Davion una muestra de nueva tecnología que cambiará el curso de la guerra en nuestro favor.
El Canciller se puso de pie. Era tan alto que descollaba por encima de Justin. Maximilian mostró a la cámara el bastón, de unos treinta centímetros de largo, que sostenía en la diestra. Estaba labrado en marfil, con un dibujo trenzado a su alrededor; lucía el escudo de Liao en el centro y tenía piedras de coral, malaquita y ónice engastadas en uno de los extremos. El Canciller lo blandía con extremo cuidado y honor.
—Aunque es una recompensa insuficiente por las numerosas tareas que has realizado en beneficio de la Confederación de Capela, Justin Xiang, te concedo el Bastón del Ilustre Servicio. —Maximilian sonrió y entregó el bastón a Justin—. Espero que tu incansable dedicación al país en donde naciste, continúe eternamente.
La metálica zurda de Justin se cerró alrededor del premio. Hizo una reverencia al Canciller y se irguió con expresión circunspecta.
—Ni siquiera la muerte podría poner fin a mis servicios a la nación.
El Canciller saludó a Justin con una inclinación de cabeza y se volvió de nuevo hacia la cámara. Justin se retiró a los bastidores, donde lo aguardaba Candace. Se giró para contemplar cómo el Canciller continuaba su discurso antes de que la docena de miembros del cuerpo de prensa que se hallaban entre el público, tuvieran la ocasión de formularle algunas preguntas. Candace le tiró del codo.
—Justin, vámonos. Tu intervención ya ha acabado.
—Debería quedarme durante la conferencia de prensa.
—¿Por qué? Ya sabes cuáles son las preguntas. ¿No ayudaste a prepararlas esta tarde?
—Tú ganas —dijo Justin sonriendo, y la siguió entre la gente y los aparatos que abarrotaban el estudio de holovídeo de Palacio. El Bastón del Ilustre Servicio esta noche, y mañana seré investido como Shonso de Teng. Hubo un tiempo en que solía imaginar que recibía honores semejantes, pero era Hanse Davion quien me los concedía. Ahora los recibo por emprender acciones en contra de la Federación de Soles. ¡Cuántas vueltas da la vida!
Candace abrió una puerta que daba a uno de los grandes pasillos de Palacio. La pared exterior estaba hecha de cristal y tenía una altura de tres pisos; proporcionaba una vista impresionante de la capital. Las luces de un millón de casas brillaban como si fueran un reflejo del cielo estrellado. En la pared interior colgaban enormes cuadros de la familia real, enmarcados en papel de arroz.
Aunque ya había recorrido aquel pasillo en cientos de ocasiones, Justin necesitó unos instantes para reconocer los cambios realizados en la galería de cuadros. El retrato de Elizabeth Liao, la esposa de Maximilian, había sido apartado del lado de éste y sustituido por el de Romano. Además, unas cintas blancas pendían de los marcos de su retrato y del de Tormana, el hijo varón de Liao.
Justin apretó suavemente la mano a Candace y señaló los cuadros con el bastón.
—¿A qué vienen las cintas de luto? ¿Hay noticias de Tormana?
Candace se encogió de hombros mientras pasaban bajo el retrato de su madrastra.
—La milicia estatal encontró un cadáver en una tumba poco profunda en las cercanías del lago Dangao. La víctima había sido degollada y le habían grabado en la frente una A del alfabeto latino; los cortes eran tan profundos que llegaban hasta el hueso. La identificación por la dentadura indica que era el cadáver de Elizabeth; no obstante, mi padre ha ordenado que su muerte se registre de manera oficial como fallecimiento accidental por inmersión.
—¿Y tu hermano? —preguntó, señalando con la cabeza el siguiente cuadro de la hilera.
Candace se envaró al mirar el retrato de Tormana Liao.
—Nuestras fuentes han informado de que mi hermano no se encontraba entre los prisioneros tomados cuando Davion venció la defensa de Algol. Nuestros agentes localizaron su ’Mech y había sangre en la carlinga. Por lo que hemos podido deducir, huyó a las marismas y murió allí.
Justin le rodeó los hombros con el brazo.
—Lo siento, Candace. Sé que os llevabais muy bien. Nunca conocí a Tormana, pero estoy seguro de que me habría caído simpático.
Candace se volvió hacia Justin y apoyó ambas manos contra su pecho.
—Gracias por tu interés y tu consuelo, pero dudo de que te hubiese gustado Tormana. A diferencia de ti y de mí, se hizo MechWarrior porque todas las demás alternativas le aburrían aún más que esa. Incluso creo que se casó con una mujer de origen humilde más por ganas de escandalizar que por auténtico amor.
»Fue un aliado útil para atormentar a Romano cuando éramos pequeños —prosiguió con una débil sonrisa—. Mi afecto por él continuó con el paso de los años. Habrías tenido pocas cosas en común con él, amor mío, y doy gracias por ello. A pesar de los pérfidos rumores divulgados por Romano, Tormana no era la clase de hombre con quien a alguien le gustaría intimar. —Dio un suave beso en los labios a Justin—. Pero tú sí lo eres.
Justin la abrazó con fuerza.
—Y doy gracias por ello, mi duquesa —le dijo, y la soltó—. ¿Debo suponer entonces que voy a ser nombrado Shonso de un planeta de tu Comunidad de St. Ivés, para que la gente no se sienta insultada porque te acuestas con un ciudadano de origen humilde?
Candace sonrió.
—¿No es un poco tarde para eso, ciudadano Xiang? Además, tu abuelo materno sirvió en el Ministerio de Normas de Información durante años y recibió un título nobiliario antes de morir. No puede decirse que seas un ciudadano normal, Justin. —Le dio otro beso—. Eso lo sé muy bien.
Le dio una juguetona palmada en el pectoral derecho. Justin hizo una mueca de dolor y Candace se apartó, asustada.
—¡Oh, Justin, lo siento!
Justin meneó la cabeza y dejó que el dolor se fuera mitigando.
—No importa. Ya lo tengo casi curado. Reacciono más por costumbre que por auténtico dolor. —Hizo una pausa y sonrió mientras pasaban a su lado dos miembros del Ministerio de Desarrollo—. Vamos a buscar un sitio más privado donde podamos hablar.
—Estaba pensando en lo mismo. —Lo tomó de la mano y lo condujo por el pasillo—. En los dos días transcurridos desde tu regreso, casi toda la gente de la Maskirovka te ha hecho rellenar informes y sometido a pruebas. Así que he preparado una cena íntima para nosotros dos.
—¿Y después? —preguntó Justin, sonriendo.
—Y después —respondió Candace con una sonrisa coqueta—, creo que podríamos meternos en algún sitio más cómodo, como mi cama, por ejemplo, para que yo pudiese darte la bienvenida como te mereces.
Candace yacía junto a Justin en la cama. Tenía la cabeza apoyada en su hombro izquierdo y, con las yemas de los dedos, le acariciaba la piel de color un poco más vivo que tenía en el lado derecho del pecho.
—Si no fuera por el cambio de tono de la piel, nadie diría que te han herido.
Justin la besó en la cabeza.
—Gracias a la previsión de Tsen Shang, teníamos un biolaboratorio completo en la Nave de Descenso que se quedó con la Nave de Salto en Bethel. Aunque tu padre no permitiría que sus mejores científicos estuvieran a cargo del laboratorio, los que lo estaban tenían los conocimientos suficientes para analizar la fibra de miómero que habíamos robado. Por suerte, también eran expertos en trasplantes y disponían del equipo necesario para injertar una nueva piel que me cubriera la herida.
Mientras él hablaba, Candace se dio la vuelta. Descansó el antebrazo derecho contra el pecho de Justin y apoyó la barbilla sobre él.
—Los informes preliminares decían que habías perdido varios hombres y los ’Mechs estaban averiados. Me tenías preocupada.
Justin hizo un esfuerzo por sonreír.
—Bueno, las cosas podrían haberse complicado si una de las Naves de Descenso no hubiera sufrido una pérdida de helio líquido. Aquello implicó que el propulsor Kearny-Fuchida no funcionara y, por tanto, habíamos de recargar la Nave de Salto que estábamos utilizando. Al no haber transferencia, y como teníamos que esperar diez días a que se recargara el propulsor, los científicos tuvieron tiempo de diseñar la piel. —Rio con voz ronca—. Pero ésta ha sido la última vez que dejo que unos investigadores hagan experimentos conmigo. Como dijo uno de ellos: «Ciudadano, si usted fuera un ratón, estaría seguro de que esto saldría bien; pero a un ser humano no puedo prometerle nada». Por suerte, el Cuarto de Rangers de Tau Ceti disponía de un verdadero médico que supervisó todo el proceso.
Candace sonrió y le dio un beso en el pecho.
—Me sentí tan feliz cuando supe que estabas vivo, que estuve a punto de ir con una lanzadera a recibirte a la Nave de Descenso cuando saltó a este sistema. No tenía ningunas ganas de perder a mi único aliado frente a mi hermana.
Justin le acarició la mejilla, mientras se preguntaba qué diría Candace si supiese la verdad: que no había sido un agente de seguridad davionés quien había disparado sobre él, sino uno de los hombres de su hermana. Desde luego. Romano se ha tomado con calma la noticia de la muerte de Ling. Claro que, antes de que yo regresara a Sian, tuvo toda una semana para acostumbrarse a la idea de que había sobrevivido.
Candace dibujó un pequeño círculo sobre el pecho de Justin con el dedo índice.
—¿Conseguiste dejar el regalo que llevabas en la carlinga del ’Mech?
Justin asintió y la abrazó con fuerza con el brazo izquierdo.
—A menos que los hombres de mi padre hayan caído al nivel de incompetencia que nuestra propaganda dice que tienen, ya lo habrán encontrado. —Entornó sus ojos castaños—. De hecho, fue entonces cuando me dispararon: mientras estaba realizando esa pequeña hazaña. El guardia disparó a Ling y luego a mí, antes de que Alexi lo matara.
Candace sonrió satisfecha.
—Excelente —comentó, y le acarició la cara—. He de acordarme de dar las gracias a Alexi por haberte salvado la vida. ¿Qué clase de premio sería adecuado para él?
Justin se rio suavemente.
—Alexi es un hombre sencillo. Tal vez le gustaría que lo nombrases mandarín de Warlock.
Los ojos de Candace se convirtieron en medias lunas de color gris.
—Buena idea, cariño, pero un tanto desencaminada. Lo nombraré mandarín de Teng. Así se convertirá en tu vasallo y le recordará que tú eres importante tanto para él como para mí. Creo que la provincia de Dao Shan forma parte de tus dominios. Se la daré como recompensa por su lealtad hacia ti.
Alguien llamó con suavidad a la puerta de madera de teca.
—¿Señora? —dijo una tímida voz, que Justin identificó con la de una de las criadas de Candace.
—He dado órdenes de que nadie nos moleste, Li —repuso ella.
—Lo sé, señora —contestó la criada con un cierto nerviosismo en la voz que logró atravesar la puerta—, pero aquí hay unos hombres. Tienen órdenes de llevar al ciudadano Xiang ante el Canciller. Les he dicho que usted no sabía dónde podía estar…
Candace echó las piernas sobre el borde de la cama y se incorporó.
—Diles que esperen en la antecámara. —Se puso una bata de seda amarilla para cubrir su desnudez, pero dejó que se abriera cuando se inclinó sobre Justin para darle un húmedo beso en la boca—. Más vale que esto sea algo más que una de las rabietas de mi hermana. Si nos saca de la cama por una tontería, me encargaré en persona de que haya buenas razones para colgar cintas blancas de su retrato.
Justin se preocupó cuando los dos Comandos de la Muerte los escoltaron a ambos a la sala de reuniones, y no a la sala del trono del Canciller. Debe de haber ocurrido algo grave.
La puerta de la cámara se retrajo hasta el techo. Candace y Justin entraron en la negra estancia. La puerta descendió a sus espaldas, encerrándolos en una cápsula de ébano casi sin adornos. Una mesa-pantalla holográfica ocupaba el centro de la estancia y el Canciller se hallaba encorvado sobre ella en su extremo más alejado. En el centro del lado izquierdo, Tsen Shang introducía frenéticamente peticiones de datos en un teclado y daba órdenes en voz baja a Alexi, que se hallaba al otro lado de la mesa, para que comprobase sus cálculos.
El Canciller no levantó la cabeza, pese a que una imagen había aparecido en el aire frente a él.
—Ciudadano Xiang, ¿estás seguro de que esta nueva fibra de miómero hará más fuertes nuestros ’Mechs?
—Sí, Supremacía Celestial, lo estoy.
La imagen holográfica que tomaba forma sobre la mesa, distrajo a Justin antes de que tuviera la ocasión de percibir el efecto de su respuesta en Maximilian Liao. La imagen, que representaba lo que había sido la Confederación de Capela antes del comienzo de la invasión de Davion, estaba teñida de distintos colores. La renegada República Libre de Tikonov brillaba con un desafiante tono azul, mientras que un rojo intenso marcaba los planetas ocupados por las tropas davionesas. Un rico tono verde coloreaba el espacio de los planetas todavía leales, pero Justin vio que una nueva punta roja hendía la Comunidad de Sarna. Justin se quedó anonadado.
—La quinta oleada… —murmuró—. Davion ha lanzado una quinta oleada.
—Así es —repuso Tsen con expresión fatigada—. Han atacado Matsu, Zaurak, Menkib, Nueva Macao y Mandate…, todos defendidos sólo por milicias.
Justin entornó los ojos.
—¿Milicia reforzada, o sólo la habitual?
Alexi examinó con atención su terminal de datos y solicitó un resumen de las acciones.
—Menkib, Nueva Macao y Mandate habían movilizado a los reservistas y tenía suministros. Matsu no había efectuado ninguna movilización. Zaurak había tomado algunas iniciativas; sin embargo, es la estación de tormentas en el hemisferio septentrional y, por tanto, no sabemos hasta dónde han llegado en sus esfuerzos.
Justin se inclinó sobre la mesa.
—¿Qué tenemos para resistir en Wei, Remshield y Tsingtao?
Tsen echó un vistazo a su pantalla de datos.
—Los tres batallones de los Coraceros de Sung estaban en Wei, pero Davion ha lanzado varios regimientos contra ellos, como para vengarse de antiguas incursiones. Los otros dos planetas sólo están defendidos por batallones aislados y se enfrentan a grupos regimentales de combate completos.
Tsen Shang lanzó una mirada azorada al mapa holográfico. Una daga de color rojo se clavaba en el corazón de la Comunidad de Sarna.
—¡Por los dioses, no pueden hacerlo! —Miró a Justin y luego a Alexi—. ¿Tienes la confirmación?
Alexi asintió y agachó la cabeza, abatido.
—Hay Naves de Salto y Descenso suficientes para, como mínimo, dos GRC.
Justin contempló boquiabierto el planeta que comenzaba a brillar con un resplandor rojizo. ¡No puedo creerlo! ¡Lo han conseguido!
—¡Sarna! —exclamó en voz alta.
Maximilian Liao irguió la cabeza y una carcajada demente brotó de su garganta.
—¡Sarna! ¡Han atacado Sarna!
El áspero sonido de su risa resonó en toda la habitación y, por unos momentos, causó un miedo atroz a Justin. Ha perdido la razón. Por fin, el Canciller ha perdido la razón.
—Alteza, éste es su golpe más profundo y osado —le advirtió.
Liao entornó los ojos hasta que no fueron más que unos resquicios negros, como los de un reptil.
—¿Has olvidado, Justin Xiang, que tú mismo previste este ataque? La Caballería Blindada de McCarron no ha partido de Sarna. McCarron y sus hombres aplastarán a los invasores y luego, con los 'Mechs reforzados por las nuevas fibras de miómero, obligaremos a los invasores a abandonar nuestros dominios. —Sonrió con crueldad—. Aunque Hanse Davion todavía no es consciente de ello, se ha expandido demasiado. ¡Este ataque es el principio del fin de Casa Davion y su conquista de los Estados Sucesores!